LO VALIOSO DE TENER AMIGOS.
Aquellos que debemos hacer enormes esfuerzos a diario para
conquistar el horizonte de nuestro destino, necesitamos de muchas cosas que
para otros en esta vida, simplemente pareciera que no existieran, que todo fuese
consecuencia de lo que somos o no capaces de llegar a alcanzar, sin que
tengamos necesidad dentro de nosotros de oír a otros, sin que debamos detener
el andar de nuestros mundos para descansar unos momentos, para asirnos de la
mano de aquél que desea brindarnos su apoyo, lo cual convierte nuestras
experiencias en valiosas, en inapreciables.
Nosotros, los que vivimos de a pedazos, de segmentos y tramos
que van uniéndose de a poco, como en un rompecabezas, hasta convertir nuestros
pasos en sendas, en caminos azules o verdosos, caminos al fin en donde la vida
y el andar es posible, lo sabemos, nada podríamos en esta vida si es que no
tuviésemos esa ayuda que a veces decidirá, terminantemente, si podemos o no
continuar dando la batalla, al menos dentro de las horas que aún nos faltan por
vivir.
La vida humana, la del ser humano que proyecta sus sueños y
añoranzas en el bien que Dios nos ha dado, tenemos tanto que agradecer por
aquellos que han comprendido que no siempre en la vida se puede tener la razón,
que no siempre es posible arribar a un puerto solo por el hecho de que sabes
navegar, son muchas y muchas las circunstancias que deben reunirse para que
nuestros mundos tengan el sentido que merecen tener. Alguna vez subí la enorme montaña,
llegué tan alto, e incluso, llegué a sentir que era parte de ella, y quise
quedarme dormido esperando el despertar de las estrellas, pero cuando lo logré,
entendí cosas que jamás había comprendido, como el saber que nuestros mundos necesariamente
deben estar unidos, jamás tan distanciados, porque una sola estrella en el
firmamento destellando en medio de la noche iluminada, es maravilloso, sublime,
excelso, pero todas las estrellas juntas brillando, es un maravilloso pero inexplicable
milagro que nos vuelve humildes, necesarios para los demás.
He experimentado tanto en esta vida como me ha sido posible,
y de todo ello he aprendido que cada vida tiene sentido, que cada ser humano,
por más insignificante que nos parezca, merece ser oído, merece ser considerado
parte de todo lo que somos, porque ello al final es lo que nos vuelve
precisamente nobles, afectivos, humanos, no son los mundos rodeados de alambradas
y cámaras ocultas vigilando nuestra seguridad, lo que nos convierte en seres
valiosos sino, lo que somos capaces de dar para que otras personas, otros seres
en este mundo como tú y yo, tengan la oportunidad de comunicarnos lo que están
viviendo.
La vida que Dios nos ha dado es un don, irremediablemente
que es así, es más que obvio que estamos llenos de milagros, de hechos que confirman
que no hemos sido creados por el azar, por una casualidad que nadie sabe
realmente qué significa, están en nuestras manos, en nuestras condiciones en
las que vivimos las herramientas que podemos utilizar para darnos cuenta de lo
valiosa que es la vida, con todas sus frecuentes desazones intranquilizándonos,
porque al final, sabemos que en un momento llegará el sosiego y comprenderemos
que no estábamos solos, que había muchos más seres humanos como nosotros haciendo
los mismos o más esfuerzos que nosotros para alcanzar el añorado horizonte de ese
día en particular.
El Señor, en Su Evangelio, nos enseña que no podemos vivir
sin que los demás nos afecten, positiva o negativamente, “…No ruego que los quites
del mundo, sino, que los guardes del mal…(S. Juan 17: 15) Es una profunda y ciertísima
realidad que hoy día el cristianismo ensimismado no desea aceptar, prefiere la
experiencia indiferente, la de Un Dios sin objetivos en el prójimo, desprendido
del valor de las “otras vidas”, centrado solamente en la necesidad que le une
como deber, ahora, que el amor se ha convertido en una despensa en donde solo los
bienes materiales pasan a llamarse “bendiciones”, cuando, a nuestro entorno, personas
de vidas quebrantadas y llenas de heridas propias de seres que han pagado un enorme
precio por vivir, simplemente existen, provocando con esta forma de experiencia
espiritual en ellos, mucha más soledad de la que antes había.
Mis amigos, mis hermanos y hermanas que han estado cerca de
mí en este fuerte proceso que vivo desde hace varios años, lo saben, estoy agradecido de cada
uno de ellos, de cada palabra, de cada hecho con el cual me han bendecido y me
han demostrado que El Amor verdadero de Dios, no es parte de una experiencia llena
de surrealismo y de voces que hablan de lo que no le interesa a Él Mismo, sino,
de una experiencia de vida en donde el ser humano, ese que está a nuestra
disposición en cada momento de nuestras vidas, en cada esquina de nuestra
ciudad, nos urge que le seamos de ayuda pronta y de mucha pero mucha comprensión.
f. navarro m.
cantautor cristiano chileno
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