EN LA PLENITUD DE MIS CONVICCIONES EN DIOS.

Con plena certeza de lo que soy en
Dios y deseo hacer para Él, retorno este día a mi ciudad, Valparaíso. Ha sido
un tiempo enorme de un proceso que comenzó cuando mi mundo se derrumbó y quedé
prácticamente en la calle y con lo puesto, desde allí mi vida fue otra, otra
forma y circunstancia que me hizo retornar a cosas supuestamente sabidas, y
desde esa realidad, recomenzar.
Así fue, que, de pronto me vi
desolado, completamente vacío, sin mis hijos pequeños en mi mundo; cuando yo
vivía para ellos; sin mi hogar, sin nada de lo que nos hace a veces ser en este
mundo, solo viendo esa pequeña y aparentemente insignificante Luz en el medio
del ocaso dirigiendo todos mis movimientos, persuadiéndome de lo adverso a esta
situación para engrosar la lista de quienes en esta vida, hemos intentado con
todas nuestras honestas fuerzas de sacar adelante una familia, no cualquier
familia, sino, una en donde el centro sea Dios, Dios y solo Dios, luego,
trabajar, luchar, sobreponerse a las adversidades para ir descubriendo
lentamente, que es Dios el que nos motiva y nos sugiere fórmulas diariamente,
métodos para lograr alcanzar una bendición, a veces sin comprender
absolutamente nada de cómo lo hace Él, pero, siempre confiando que detrás de
esta bella aventura está Su Amor, que es irremediable en el corazón de los que
esperan en Él.
Creía haberlo alcanzado, pero no fue
así, en un instante estaba atascado como cualquier mortal en medio del bullicio
y movimientos propios del terminal de buses de Valparaíso, sin saber qué
destino tomar, a quién dirigirme, todo era confusión, una oscura y densa nube
empañaba en ese momento todas las ideas que antes habían florecido y permitido
que mi mundo familiar, continuase adelante. Pero allí estaba, detenido, hasta
que El Señor habló a mi corazón y me hizo comprar un pasaje a Santiago. El
consejo de Dios era, “salir de inmediato de allí y ponerme a resguardo del daño
y el dolor de la pérdida”. Venía de viaje cuando pude hacer contacto con mi hermano
y amigo, Cristian Leclerc, él, de inmediato abrió su corazón y su hogar, fue
entonces cuando comencé este duro proceso que hoy día, con la ayuda del Señor,
inicia ya una nueva etapa.
Vuelvo entonces a mi ciudad, con una
perspectiva distinta, comprendiendo muchas cosas que estaban ocultas aún para
mí. Sucede que, cuando sufrimos un dolor enorme en nuestras vidas, como el
dolor de la pérdida de un hogar, quedamos expuestos a infinitas cosas, y
pareciera ser que el alma el corazón y la mente, se hubiesen separado, no es
fácil para nada ni nadie intentar reorganizar tu mundo teniendo este tipo de
realidad como fondo de tu alma y de tu mente, reconstruir un mundo que ha
estado centrado precisamente en esos valores que creemos son los más
importantes como el defender una familia, sobre todo en estos tiempos de
libertinaje moral, todo esto lo hace mucho más complejo, mucho más difícil el
tratar de volver a cierta normalidad, de esta forma, ese dolor nos invade y no
nos permite ver más allá, como una poderosa muralla no nos deja avanzar,
llegamos a sentir incluso que los días se detienen, tal como si estuviéramos dando
vueltas y vueltas sobre lo mismo.
Es precisamente en estas instancias
cuando los verdaderos amigos y hermanos; incluidas mis amigas y hermanas en
Cristo; tienen mucha más importancia, una esencial importancia que, siendo lo
más sincero posible, creo que jamás habría logrado avanzar y comprender lo que
ahora comprendo si no hubiese tenido esta clase de ayuda, tanto en lo afectivo
como en lo material, en todos los sentidos, cuando se vive algo como lo que me
ha tocado vivir, uno queda destrozado afectivamente, y en tal condición, los
amigos que Dios dispuso para ayudarme, contaban no solo con las herramientas
para hacerlo, sino que también, con la fortaleza afectiva y el cariño que solo
pueden entregarte aquellos que han vivido estas experiencias y han podido salir
adelante.
Es por ello que, junto con agradecer
Al Señor, les debo también gratitud a todos mis grandes hermanos, amigos, y
amigas en El Señor, a cada uno de ellos, gracias, gracias por creer en mi
cristianismo, en la humanidad que hay detrás de mi realidad espiritual, por
darme la oportunidad de ponerme de pie nuevamente y servir de todo corazón a
nuestro Dios, que es y seguirá siendo, nuestro mayor y más sincero Amigo en
todos los momentos difíciles que debamos enfrentar.
Es claro, mi proceso aún no ha finalizado,
sé que vienen muchas cosas más a mi vida, aún no han cauterizado por completo
todas las heridas, pero sí creo fielmente que El Amor de Dios en esta
oportunidad, en todo este tiempo que he estado acá en Santiago, me ha enseñado
a lidiar con toda esta inmensidad, y de este modo, puedo retomar lo que dejé
atrás en algún momento, y por supuesto, continuar creando y dando forma a
nuevos proyectos en Dios, que son el aire, el O2 que a todos los que escribimos
o desarrollamos actividades creativas en Él, nos permite respirar y seguir
viviendo en intensidad La Bendita Gracia y Misericordia de nuestro Amado Dios.
Gracias a todos los que han estado
presente en mi proceso…
Gracias a los que han orado por mi
recuperación…
Gracias a los que, de una u otra
forma, han procurado bendecirme para seguir adelante…
Gracias a nuestro Dios, por todo lo
que Él significa para nuestras vidas…
Gracias infinitas, Señor.
f. navarro m.
cantautor cristiano chileno
0 Comments:
Post a Comment
<< Home