Friday, March 22, 2019

EL REINO DE LAS BUENAS NUEVAS DE JESÚS.



 “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y El Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en El Evangelio.”  (S. Marcos 1: 14 – 15)   

Las Buenas Nuevas, o Evangelio que Jesús predicó en la vieja Palestina, hacen referencia al Reino de Dios, un Reino que los judíos esperaban se cumpliese en un momento en que uno de los imperios más poderosos de la tierra, como el imperio romano, ejercía su dominio por toda la amplitud del mediterráneo y su alrededor, gobernando con mano fuerte y decididamente inflexible con quienes se tornasen opositores o contendientes con aquel sistema.

Para controlar y mantener al imperio sin ningún tipo de problemas como los levantamientos populares, los romanos contaban con mecanismos de castigo tremendamente convincentes, como la propia crucifixión, que no es de origen romano sino, griego, solo que ellos, los romanos, como medio para imprimir dolor al ser humano, la perfeccionaron, llegando a ser esta forma de castigo y mutilación, una de las más violentas y dolorosas formas de dar muerte a los asesinos, ladrones o revolucionarios que se levantaban para protestar contra el gobierno por ellos ejercido. En medio de esta problemática circunstancia, Jesús tomó la iniciativa de poner en el oído de las personas, el mensaje de las buenas nuevas, y, precisamente, no se trataba del mejor contexto, no obstante, Él no dudó, aún sabiendo que su mensaje produciría irritabilidad en la mente y en los corazones de los religiosos de su tiempo, siguió adelante, lo que inevitablemente y bajo estas beligerantes condiciones, se puede explicar entonces lo efímero de Su Vida Ministerial y existencial.

El Evangelio, o evangelium, latín, (euaggélion en griego), son las buenas noticias, las del Reino de Dios, por lo tanto, el predicar o exponer públicamente un mensaje que anunciaba un nuevo reino, obviamente con un distinto rey o gobernante al natural de los romanos, puso el mensaje de las buenas nuevas, en contradicción con la aspiración romana. Sin embargo, no fueron los romanos propiamente tal los que se opusieron a su predicación, ellos estaban acostumbrados a que en ese entorno histórico, los profetas y mesías no fueran un tema de pura coincidencia en el hecho cultural de esa sociedad, sino que, era constante la aparición de este tipo de personajes que anunciaban diferentes mensajes basados en los escritos proféticos, Juan el Bautista fue uno de ellos, así que por lo tanto, para los romanos, Jesús era uno más, salvo que los religiosos de su tiempo, los cuales, debido a convenios hechos con las autoridades romanas, al considerar y ver en peligro sus propios beneficios, conspiraron contra Él, llevandole a la cruz, la que finalmente le quitó la vida.

En el mundo de los judíos del tiempo del Señor, todo estaba centrado en la realidad del Templo de Jerusalén, el cual, en esos días, aún no se terminaba como obra originada por el rey Herodes, aun así, la obra era magnÍfica, era considerada una de las maravillas del mundo, aunque era solo una sombra de lo que fue la construcción hecha por el Rey Salomón, hijo de David, y fue una de las maneras en que este hombre, que no era de origen judío, llegó a tomar acuerdos con las castas religiosas y sacerdotales para poder gobernar y mantener un sistema de status quo, permitiendo que dentro y fuera del templo, se desarrollaran todo tipo de intercambios comerciales que eran custodiados por los soldados romanos, es decir, la religión de los judíos de ese tiempo, en vez de proteger al pueblo que estaba siendo sojuzgado, hacían uso de todos los medios permitidos por los romanos para enriquecerse y gozar ellos de privilegios que Jesús, como profeta de Israel, denunció y combatió duramente a pesar de la oposición de los religiosos y las castas sacerdotales.  

Pero el Ministerio del Señor era el cumplimiento exacto de varias profecías bíblicas, fueron profetas como Ezequiel, Isaías, Jeremías, y otros más, muchos años antes, los que anunciaron la llegada de este Mesías. Jesús a través de su andar, dio muestras, señales tangibles de que Él era el que ellos aguardaban, Él apunto precisamente a un volverse de corazón al espíritu de La Ley escrita o Torá, Torah en hebreo, que significa, instrucción, enseñanza, doctrina, y que está dirigida a lo que hoy llamamos el Pentateuco o cinco primeros libros de La Biblia, y esto se debe a que en su tiempo, La Ley escrita o Torah, no era más importante que los libros de interpretación escrito por sabios judíos como, la midrash o el talmud, lo cual centraba el pensamiento judío en aspectos irrelevantes desde el punto de vista de una nación con un llamamiento tan importante como el que Dios les hizo a ellos, sumado a que en su cometido diario, no solo no había Arca de la Alianza en el ejercicio sacerdotal, lo que era bastante grave, sino que además, como ya es de conocimiento de todos, la religión de ese momento tenía convenios con los romanos, lo que convertía todo aquello en algo inútil.

El Evangelio en tanto, el de Las Buenas Nuevas del Reino de Dios proclamado por El Señor Jesucristo, es la respuesta y la certeza de que Dios no ha olvidado a Su Pueblo, que Su Misericordia no era un cuento, solo que ellos esperaban otro tipo de reino, uno tal vez con poder militar suficiente como para extirpar de ese territorio a los ejércitos de roma. Pero Jesús traía consigo algo mucho más enorme que la aspiración judaica, Él mismo era la respuesta a todas las grandes interrogantes y necesidades de las personas comunes y corrientes, las que, en su realidad diaria, debían soportar el peso de un sistema político corrupto y cruel, en donde los impuestos eran cobrados por los propios judíos, y que mantenía a la gente de los pueblos más humildes, en una pobreza tal, que la vida solo se limitaba a la subsistencia. El mensaje de Jesús, por lo tanto, representa, o pretende ser, un acto liberador en medio de tanto sufrimiento, y si bien Él proclamó este Reino a los judíos de su tiempo, inevitablemente en Su mensaje se deja ver claramente que esta bendita promesa cumplida en Él, ahora no se limita solamente a ellos, sino que también, a quienes tuvieran humildad para arrepentirse y volverse de su mal camino, incluidos los samaritanos, los propios romanos y gentiles todos.

Dios en Cristo nos ha acercado este Reino bendito, y desea instaurarlo dentro de nosotros:

“Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que Yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre.”                   
                                                                                            (Ezequiel 37: 26 – 28)

Esta era la promesa hecha al pueblo israelita, este ha sido el deseo de Dios desde siempre, habitar con quienes son Su Pueblo, ahora, incluida La Iglesia de Cristo, porque en Su proclamación y final demanda a sus discípulos, les ordenó que fueran a todas las naciones, no solo a Israel a proclamar Las Buenas Nuevas del Reino de Dios, y que enseñaran además, todas las cosas que Él les ordenó (S. Mateo 28). 

Jesús entonces, no dejó ni dejará jamás de lado absolutamente a nadie que le necesite de corazón y de alma, todos están invitados a vivir esta experiencia con Dios, la experiencia de saberse partícipes de un Reino lleno de promesas y realidades en donde el hombre puede llegar a conocer al verdadero Dios y Creador de todas las cosas, es una expectativa universal, en donde La Bondad y Misericordia de Dios, son un hecho en el acto de La Redención a través del sacrificio en La Cruz por parte del Señor Jesucristo.

Si bien en Jesús el Reino se había acercado, ahora este mismo Reino se halla manifestado, en nuestros corazones, y en el corazón de cada persona que ha aceptado La Soberanía de este Rey que sobrepasa en gloria y majestad, a todos los reyes de la tierra, se trata de un Reino espiritual, de allí parte el gobierno de Cristo, el Mesías habitando en la vida de los hombres, ignorar que El Reino de Dios se encuentra entre nosotros no tiene sentido ya, hay evidencias, tangibles de que Dios ya habita en medio de su pueblo, por lo tanto, a pesar de la resistencia de los judíos de su tiempo, que no quisieron aceptar su mesianismo, Cristo, El Señor, reina en nuestros corazones:

“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido a este mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye Mi Voz.”  (S. Juan 18: 37)

Exactamente, para ello nació El Señor, para reinar en el corazón de los hombres, y si bien los hombres no hemos comprendido el verdadero propósito que hay en Cristo al desear Él habitar en nuestras propias vidas, el mensaje y la propuesta de Dios están en evidencia, El Reino se encuentra en dinamismo, en tanto que los hijos de Dios de este tiempo, proclamemos con nuestras vidas que Él, el que nació y vino para reinar, está presente en lo cotidiano de nuestra existencia, porque finalmente, es lo que Él deseó desde un principio, estar y ser parte de la vida de su máxima creación, el hombre.  

f. navarro m.
cantautor cristiano chileno.

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