EL PODER DE LA ENSEÑANZA Y EL DISCIPULADO.
Lentamente y con el paso de los días, voy recuperando parte
de mi salud dañada en esta última aventura en El Señor. Todo presupone que muy pronto
al menos, estaré en condiciones de poner en actividad aquellos proyectos y
realidades que dan forma a mi vida, y generan en mi espíritu, toda clase de
bellos y genuinos sentimientos llenos de paz en Él. Es la consecuencia de vivir
con una enfermedad incurable sobre tu cuerpo, son las razones que muchas veces
me han detenido y por lo cual, he debido esperar grandes cantidades de tiempo
en cama incluso, para alcanzar un estado de salud que me permita trabajar con
mis ideas, y por supuesto, con el ministerio que tanta bendición
ha traído a mi vida, y espero de todo corazón, que a los hermanos que siguen de
cerca mi proceso.
Servir a Dios, es algo que está fuera de las posibilidades
de muchos cristianos en un mundo tan competitivo como el de hoy, no es fácil
dejar de hacer cosas que promueven nuestra subsistencia para dedicarnos a lo
que Dios quiere, ello es lo que a mi modo de pensar, lentifica el proceso de La
Iglesia en esta tierra, no solo porque carecemos de esta valiosa herramienta
como es la voluntad humana al servicio del Evangelio, sino que además, y debido
a esta deserción en el campo de la enseñanza y de otras posibilidades que
ofrece el mismo Evangelio del Señor Jesucristo, muchas personas simplemente se
conforman con ofrecer a Dios trabajos sumamente superficiales, o peor, al no
contar con el tiempo necesario, llenan sus mundos de realidades basadas únicamente
en la subsistencia a través del trajín en el templo, lo cual convierte a
nuestra realidad congregacional, fundamentalmente en una existencia religiosa o
en una realidad circunstancial, por la falta de capacitación, por la exclusión que
sufren muchos hermanos que con sus dones y ministerios, podrían estar innovando
y ayudando a la manifestación del Reino de Dios sobre esta tierra de tantas y
diferentes maneras.
He buscado las explicaciones al respecto y creo haberlas encontrado, muchas de ellas, para nuestra comprensión del problema, se hallan arraigadas
seriamente en lo que se enseña desde los mismos púlpitos, específicamente en lo
que guarda relación con doctrinas y enseñanzas que predisponen al cristiano, a ejercer
dominio sobre el entorno material y a no perderse ninguna oportunidad cuando se
trata de generar dinero o dar importancia a las bendiciones materiales. Esta
verdadera incongruencia con respecto a la enseñanza pura del Evangelio, es lo
que a mi modo de enfrentar el problema, ha traído gran parte de lo que es hoy
día, la negación o el rechazo de muchos hermanos y hermanas por hacerse cargo
de las demandas que establece el mensaje de Cristo en Su Evangelio, y junto con
ello, como lo he venido planteando, el desinterés por servir a Dios desde una
perspectiva mucho más profunda y directa en relación al prójimo, que todo aquello
que nos ofrece la realidad puramente cúltica o templista.
Ya no me sorprende el hecho de que en muchas ocasiones,
interesado en ayudar a la formación de hermanos en lugares en donde La Palabra
de Dios debería ser ofrecida como una herramienta “pedagógica”,
los mismo encargados de aquellos grupos, en su mayoría de corte Pentecostal,
prácticamente ignoran cuando les he ofrecido mi ayuda para perfeccionar o colaborar
con la enseñanza bíblica. Específicamente en lugares como cárceles, el problema
se manifiesta entonces de manera enérgica, no hay posibilidad de pensar siquiera
en darle importancia a la enseñanza, los hermanos allí convertidos, están prácticamente
impedidos de alcanzar una mejor perspectiva en lo que respecta al conocimiento
y al traspaso de él, en este caso, solo aprender a cantar y como siempre, a ver
Las Escrituras desde una mirada distante y superficial.
Pero este no es un problema que se da en esos lugares solamente,
la forma que adquirió el cristianismo protestante mundial, como la realidad del
culto y su estructura, también es responsable de que una gran mayoría de
hermanos, no tengan acceso a mejores enseñanzas y en este respecto, a una
capacitación ministerial que sin duda alguna, permitiría que La Iglesia de
Cristo en su versión periférica al menos, tuviese otro tipo de influencia sobre
la sociedad que nos rodea, y que además no estuviese limitada solamente al
canto de alabanzas o a la repetición de formas que están absolutamente
descontextualizadas con la realidad.
Habiendo servido al Señor desde mi juventud detrás de un
Ministerio musical acá en Chile, un día El Señor habló a mi corazón en relación
a que, una gran cantidad de músicos cristianos, valiéndose solamente del don
musical, no aspiran a mejorar su condición ministerial estudiando o
capacitándose, es decir, para muchos “ministros
de alabanza”, la enseñanza bíblica no tiene valor alguno, lo cual convierte
a esta circunstancia, en una inevitable desgracia para la realidad de La
Iglesia de Cristo, sabiendo que una gran cantidad de hermanos y personas que
asisten a las reuniones periódicas, carecen de preparación y de ayuda pedagógica,
es claro, existe en la realidad, muchos más cantantes y músicos cristianos que
profesores o pedagogos encargados de la formación intelectual y valórica del
pueblo de Dios.
Como lo he compartido tantas veces en las cuales se me ha
invitado a cantar a ciertas congregaciones, creo que el problema no solo no ha
sido tratado por la curia protestante, sino que, además, convierte al mismo
problema, en una dificultad o encrucijada histórica que difícilmente los
cristianos de hoy, con toda su poderosa artillería de recursos para alabar a
Dios, querrá enfrentar y tratar de solucionar. Se trata, por lo tanto, un problema
endémico, está inserto en la realidad del Evangelio que hoy día se predica, se
preferido la información a través de los medios que la formación de las
personas.
Jesús, El Señor, envió a sus discípulos a predicar y a
formar o hacer discípulos, no sin antes haberlos preparado para esa tarea, los
Evangelios dan cuenta de ello, pero luego, pasados solo algunos años, la aparición
de hombres como Pablo dentro de la esfera del cristianismo en cierne, vino a
reafirmar sin duda alguna, la necesidad de Dios de querer implementar, algún
tipo o forma de enseñanza que llegase a establecer dentro del corazón y mente
de los cristianos, los principios y convicciones que iban a hacer de este joven
movimiento, algo diferente al judaísmo, y por supuesto, algo con vida, aliciente
y recursos propios.
El camino por recorrer fue enorme, lleno de dificultades, debieron
los cristianos, a pesar del entusiasmo, entender que lo que Jesús enseñó, eran
los fundamentos por los cuales ellos mismos tendrían que caminar. Entonces, se
dio inicio al trabajo de elaborar libros o pergaminos que pudiesen contener dicho
mensaje, lo cual de inmediato produjo, dentro de esta misma esfera, hombres
dispuestos a enseñar o a transmitir de forma
pedagógica el mensaje de Cristo. El trabajo por supuesto no fue fácil, para
nada, todo hacía prever que el movimiento iniciado por Jesús a través de sus
discípulos; gente del común, salvo tal vez con algunas excepciones como Mateo,
un hombre con educación y preparación; estaba condenado al más absoluto fracaso,
que, al corto tiempo, todo sería reducido a polvo y paja.
Pero la historia fue otra, todos conocemos el desenlace, La
Iglesia no sucumbió, sino que, por el contrario, emergió con poder en momentos
que los romanos, ejercían con fuerza y violencia su poderoso imperio. Allí, en
medio de esa condición opuesta, de honda y casi mortal resistencia, la
enseñanza y predicación de hombres como Pablo, Bernabé, y Los Apóstoles del
Señor, llegaron a influenciar con El Evangelio de La Cruz, la mente, el corazón
y las vidas de una multitud que, viviendo en condiciones mínimas de subsistencia,
vieron en el cristianismo, una fuente de paz y seguridad para el alma, ello
jamás habría sido posible si es que la enseñanza del Evangelio, hubiese sido
pospuesta por cualquier otra alternativa, los hombres que produjo la fe del
Señor Jesucristo, sin duda, sus testimonios, están sembrados de milagros y
expresiones de vida intensa en lo que respecta al Amor de Dios, sin embargo,
desde mi humilde mirada a la historia de La Iglesia, nada de ello hubiese sido
posible si la instrucción, el discipulado, la pedagogía, no hubiese sido el
arma que los cristianos utilizaron para alcanzar las vidas de personas que dentro de un Imperio tan enorme
como El Imperio Romano, carecían de respuestas y del apoyo moral y espiritual que sólo El Evangelio de Cristo les pudo entregar.
f. navarro m.
cantautor cristiano chileno
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