El Dolor ignorado por los profetas de la prosperidad.

Sin duda que el dolor humano para los administradores y propagadores del gozo espiritual, no tiene ningún sentido. Y cuando hablo de dolor, no estoy hablando solamente del dolor físico sino, del intangible, de aquél dolor que no se ve, de ese dolor que a veces puede llegar a ser mucho más intenso y estrangulador que el mismo corpóreo, para el cual, abundan los medicamentos y emplastes propios de una cultura que ha heredado de sus antepasados, los misteriosos y ricos formularios naturales que cada día tienden a desplazar en muchos sentidos, los tratamientos con drogas y todas esas composiciones que la Farmacología y la ciencia en general, tienen para ofrecer a precios a veces, o casi siempre, inalcanzables para un bolsillo ajustado ya a las necesidades del vivir cotidiano.
Pero el dolor, ese constante malestar que nos deja perplejos en muchas circunstancias, tiende a manifestarse como un buen anfitrión a la hora de manipular conciencias y lograr con ello, un
mejor y mayor bienestar económico, de eso nos pueden dar cátedra muchos de los llamados Ungidos de Dios, a la manera de un Benny Himm, y de tantos otros que sin mediar escrúpulos, han convertido la labor o el servicio de la sanidad en una Profesión, repudiable por lo demás, pero muy predecible dentro de una cultura que todo lo lleva a cifras y dinero, es que la buena fe de las personas no contiene a veces reflexión alguna cuando se trata de hallar un ungüento para este antiguo pero constante mal, un mal tan lejano tal vez como nuestro propio origen, la necesidad de recibir un toque de sanidad cuando las esperanzas en la medicina tradicional se agotan, se vuelven ciegas, irreflexivas y urgentes, los que transan en este oscuro y lucrativo comercio de la sanidad, tienen muy claro el valor de una sola y silenciosa esperanza, ellos saben muy bien de qué forma los sistemas de salud operan y cuál es el nivel de estréss que tienen las personas cuando ellos, con sus males y las pesadas cruces que deben sobrellevar sobres sus encorvadas espaldas, acuden a sus “clínicas” sin medir tiempo, distancia, ni si van a ser o no sanados, eso no tiene importancia, “vamos a hacer lo que sea necesario para extendernos y no permitir que el dolor nos haga sucumbir, de ningún modo.”
Pero el dolor, el dolor pertenece a nuestra naturaleza, es tan antiguo como nuestras ambiciones, como nuestras bajezas y el desencanto que nos produce ver la muerte detrás de un cortejo fúnebre, la miramos desde lejos, nos festejamos en nuestro silencio para huir de su dolor, de su tétrico aroma, de su insistente sombra que nos sigue para detenernos y llenarnos alguna vez, hasta los mismos tuétanos, del mismo polvo con el cual fuimos creados, del mismo y hambriento polvo en donde escupimos y sepultamos tammbién, todas y cada una de nuestras innumerables e inmortales miserias. La muerte entonces, nos espanta, nadie nos ha enseñado a dialogar con ella, a enfrentarnos con su escalofriante y misteriosa forma, su erosionada piel nos ahuyenta y nos cristaliza, como el hielo, pero la muerte sigue ahí, junto al dolor, precipitándonos, agitándonos, aunque haya sido sólo un sueño, un mal sueño, nos despertó y tuvimos que mirarla, aunque no quisiéramos, aunque nos hayamos construido para no verla, el caso es que la noche nos sorprendió, y tal vez nos estabamos preparados.
El dolor entonces nos ha vivido desde hace mucho tiempo, lo mismo que la muerte, lo hemos sentido y seguiremos sintiéndolo, pero en este nuevo formato de vida que nos propuso la Industria de la fe Norteamericana, el dolor es sólo una excusa, un medio para satisfacer egoístas intereses basados en el materialismo cruel en el cual se haya sumida la religión mundial, el cual además, se reproduce con mayor fuerza en aquellos corazones que no aceptan la muerte como una realidad que viven y han de vivir todos los seres que pueblan este mundo, desde una hormiga hasta un elefante, se construyen de manera que la muerte y el dolor no pueda tocarlos ni alcanzarlos, aunque deban su buena fortuna y su bienestar económico a este mismo dolor y a esta misma muerte que nos ha de acontecer a todos, trabajan con guantes blancos para no contaminar sus sepulcrales almas, no obstante, hacen pactos ocultos con la propia muerte para recibir algún tipo de indulgencia a la hora de enfrentarla, es que es la única forma en que se puede burlar todo y a todos, no hay otra forma. El lino y el resplandor de la ropa que ellos utilizan, pretende ocultar sus verdaderos y reales intereses, el dolor en cambio, es mucho más real, mucho más tangible, más propio a seres que cruzan y atraviesan este enorme y acongojado mundo.
Pero el dolor, ese constante malestar que nos deja perplejos en muchas circunstancias, tiende a manifestarse como un buen anfitrión a la hora de manipular conciencias y lograr con ello, un

Pero el dolor, el dolor pertenece a nuestra naturaleza, es tan antiguo como nuestras ambiciones, como nuestras bajezas y el desencanto que nos produce ver la muerte detrás de un cortejo fúnebre, la miramos desde lejos, nos festejamos en nuestro silencio para huir de su dolor, de su tétrico aroma, de su insistente sombra que nos sigue para detenernos y llenarnos alguna vez, hasta los mismos tuétanos, del mismo polvo con el cual fuimos creados, del mismo y hambriento polvo en donde escupimos y sepultamos tammbién, todas y cada una de nuestras innumerables e inmortales miserias. La muerte entonces, nos espanta, nadie nos ha enseñado a dialogar con ella, a enfrentarnos con su escalofriante y misteriosa forma, su erosionada piel nos ahuyenta y nos cristaliza, como el hielo, pero la muerte sigue ahí, junto al dolor, precipitándonos, agitándonos, aunque haya sido sólo un sueño, un mal sueño, nos despertó y tuvimos que mirarla, aunque no quisiéramos, aunque nos hayamos construido para no verla, el caso es que la noche nos sorprendió, y tal vez nos estabamos preparados.
El dolor entonces nos ha vivido desde hace mucho tiempo, lo mismo que la muerte, lo hemos sentido y seguiremos sintiéndolo, pero en este nuevo formato de vida que nos propuso la Industria de la fe Norteamericana, el dolor es sólo una excusa, un medio para satisfacer egoístas intereses basados en el materialismo cruel en el cual se haya sumida la religión mundial, el cual además, se reproduce con mayor fuerza en aquellos corazones que no aceptan la muerte como una realidad que viven y han de vivir todos los seres que pueblan este mundo, desde una hormiga hasta un elefante, se construyen de manera que la muerte y el dolor no pueda tocarlos ni alcanzarlos, aunque deban su buena fortuna y su bienestar económico a este mismo dolor y a esta misma muerte que nos ha de acontecer a todos, trabajan con guantes blancos para no contaminar sus sepulcrales almas, no obstante, hacen pactos ocultos con la propia muerte para recibir algún tipo de indulgencia a la hora de enfrentarla, es que es la única forma en que se puede burlar todo y a todos, no hay otra forma. El lino y el resplandor de la ropa que ellos utilizan, pretende ocultar sus verdaderos y reales intereses, el dolor en cambio, es mucho más real, mucho más tangible, más propio a seres que cruzan y atraviesan este enorme y acongojado mundo.

Pero el dolor es una figura y una realidad intrínseca en el contenido de toda La Palabra de Dios. El Génesis, el parto de Dios, no es sin dolor, debió crear la piedra y el fuego en primer lugar,

“El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas, por la hipocresía de embaucadores que tienen marcada a fuego su propia conciencia…”(I Timoteo 4 : 1 - 2) (Versión Biblia de Jerusalén)

Con esta claridad profética, con esta misma certeza de lo que estaban viendo y viviendo, se llevaron el dolor de no saber qué iba a ocurrir con el Evangelio de Jesucristo, si de verdad el lugar en donde ellos sembraron con tanto esfuerzo y sacrificio fue el apropiado. Sin embargo, el temor era claro y evidente, los embaucadores existían y existirán, y también los que se dejarán seducir, esa tremenda y enorme incógnita les impulsó a ver más allá, a escribir, a alertar a quienes no conocían ni sabrían jamás si entenderían o no de qué se trataba todo lo que estaban dejando, sólo una certeza de carácter espiritual los alentó, y nos los detuvo cuando se decidieron a escribir sus fogosas y alertantes verdades, nada los detuvo, la convicción de sentirse útiles, aún a pesar de la mala salud de algunos, de la quiebra económica, del menoscabo que muchos de los que decían ser cristianos provocaban sobre sus empobrecidos ministerios, no logró emancipar de ningún modo ese legendario impulso de algunos por decir la verdad, el dolor fue inobjetablemente una parte importantísima en la construcción de ese tipo de cristianismo, sólo

“El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”.
Pero esta PALABRA no tiene valor par ellos, están demasiado extasiados y detenidos en el Gozo como para emprender, cual alfarero la arcilla, una retirada y comenzar a vivir una vida verdadera, sin pantalla, sin otro medio que la propia Palabra de Dios, eso es demasiado violento para gente que no se ha preparado cuando el día comience a reclinarse, y el despertar verdadero del Espíritu nos haga sentir que hemos seguido pistas falsas, falsos agoreros de la fe que nos auguraron pesadillas si es que no los seguíamos.
Aprender a vivir con el dolor tal vez no sea una buena medida para quienes creen sentirse

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