Sobre catástrofes y desastres naturales.
El hombre secularizado actual, siempre ha querido ver las cosas de manera que nada pueda afectarle a él , siendo un ser relativo por naturaleza, no desea relacionar ni que se relacione a la fuerza de la naturaleza con la realidad espiritual. Para esta clase de personas, la evolución logró su mayor y más compleja pero mágica adquisición con el transcurso de los siglos, cuando el hombre, por un extraña e incomprensible acción de la naturaleza, cosa que ningún científico ni antropólogo serio ha podido explicar, dejó de evolucionar para convertirse en lo que somos hoy día. A ellos les cuesta comprender y aceptar que Dios, sí existe, que su Presencia y los rasgos de su Poder creador, se encuentran manifestados hasta en los lugares más inusitados de todo este ancho y convulsionado planeta.
Pero, para no carecer de una realidad tan evidente como es el orden creativo y su sustentamiento;porque ni la tierra ni el Universo están fijos, sino que se mueven (Einstein), hoy día está de moda el ser Gnóstico, o por lo menos pertenecer a algún movimiento esotérico u ecológico en donde se respete a la naturaleza, al colmo de pensar, como los griegos, en su divinización.
Los griegos, figuras emblemáticas del pasado, estaban llenos de eso, sabían y conocían muy bien del tema que hoy día atrofia a nuestra cultura chilensis, y que no es el Transantiago sino, el hedonismo, eso del placer por el placer, y para el placer, porque eso de que, “el arte de gobernar para los políticos”, hace rato que ya dejó de serlo, ellos mismos, en su afán de sentirse como los dioses griegos en el Olimpo, olvidaron que ningún arte es posible sin esa cuota de honestidad y sinceridad que se necesita para enfocar con claridad, a veces, lo que se quiere expresar con una obra.
Tal vez la idea del Transantiago no era tan mala como se quiere ver por estos días de competencia política, porque si queriendo provocar algún bien tienes que sacrificar mucho de tu persona para lograrlo, de seguro no muchos estarán de acuerdo en sacrificar algo para lograr ese bien común. Los chilenos somos así, aunque mintamos en las reuniones familiares, aunque nos disfracemos cuando vamos a la graduación de alguno de nuestros hijos, la realidad es otra, así nos hemos construido, el hedonismo está inmerso en nuestra cultura, hemos olvidado el costo de las cosas, el costo de lo que significó para una realidad como la nuestra, poner en marcha nuestra propia economía cuando, en el Asia lejano, todavía para muchos, se produjo uno de los peores desastres económicos que vino a decantar finalmente, en falta de poder adquisitivo y un sinnúmero de pequeños y grandes comerciantes de nuestro país, en la más absoluta banca rota y sin poder levantarse de este verdadero desastre en el que nos sumió el dragón asiático.
Pasado el tiempo, no hemos pensado todavía en cuánto de verdad estuvo en juego, Argentina, Brasil, Colombia, economías que a nuestros ojos parecían estables, comenzaron a tambalearse, se trataba de un enorme terremoto de grado impredecible en la escala de mayor sensibilidad, el mundo entero se sacudía todos los días y parecía que no iba a terminar, se trataba entonces de una enorme catástrofe que hasta los más capaces profetas de la economía mundial y hasta los más importantes representantes de la intrincada y compleja banca Internacional, sólo advirtieron cuando ya la cabeza se encontraba incrustada dentro del mismísimo inodoro, water, o como se diga.
Nuestro convenio con el sistema, que nos da todo lo que Dios hubiese tal vez querido darnos, no deja ver el futuro ni plantearnos el cómo lo haríamos si es que una nueva disyuntiva de este tipo, nuevamente emergiera desde las catacumbas de la economía mundial, estamos demasiado hedonizados como para discurrir y perder nuestro valioso tiempo en reflexiones demasiado intangibles como la verdad que pudiera traernos a nuestra vidas, la sola lectura de algún escrito profético, el simple hecho de ir a los escritos antiguotestamentarios nos hace erizar nuestra piel y transcurrir lo más rápido posible por esa tétrica avenida. Ah, y que por nada en el mundo a alguien se le ocurra hacer algún tipo de concordancia con el presente, es decir, nuevamente nuestra atadura con el sistema y con el placer, particularmente, nos oculta una verdad que podría llegar a afectar toda nuestra cotidiana pero esperanzadora realidad. Es que la vida de los Condominios, con guardias las 24 horas del día, nos ha traído una versión más o menos americanizada de vivir, y una forma de previsión que nos hace creer que nuestra norma de vida está a la par con lo que Dios quiere para nuestras vidas, sólo porque allí no hay papeles sueltos, sólo porque allí no hay evidencia de desorden público, sólo porque allí no hay matorrales descuidados, las casas, por lo tanto, vistas de este modo, nos ofrecen un estandart de vida que jamás nunca hubiéramos ni siquiera soñado con vivir. Es el cuento del que tiene esos recursos y logra alcanzar esas metas que a otros parecen inalcanzables, como los marginados, los de escasos recursos, los indigentes, ellos jamás sabrán siquiera que hoy día, un chileno bien ubicado en dentro de la sociedad consumista, no sólo tiene acceso al crédito como los demás chilenos, sino que puede, en cualquier momento y circunstancia, irse de Crucero, volar a Roma, o despertar viendo las Pirámides de Egipto si quiere, el paquete que hoy ofrecen las Agencias de Turismo es suculento y personalizado, es decir, está diseñado para atraer a un tipo de consumidor que vive en el estress de este sistema, pero que por unos pesos más, estará de acuerdo en pasar unos 10 o 20 días bajo el cálido sol de las islas tropicales, o disfrutar del aire tibio y reponedor del Caribe al modo de Cuba u otras alternativas.
Es así, el sacrificio de un año recibe una recompensa que permite al chileno termino medio en cuestión, pensar durante todo el año, en cuál va a ser su destino en estas próximas vacaciones. Pero muchas de estas vidas tienen también, mucho de irreal, como muchos de nuestros gobernantes abiertamente declarados, Gnósticos, ellos van a la par con una sociedad construida con valores relativos en donde la autocrítica, carece de importancia, con un despliegue de recursos impresionante y nunca visto, también se ha procedido a encantar, por el precio de una obra, a quienes tienen el deber de confrontar los vicios e iniquiedades a que nos tiene acostumbrados este sistema de libre mercado. Jerónimo Bosch, un pintor de la Edad Media, dedicó gran parte de su trabajo a pintar monstruos, y siempre que ví su pintura, tuve la impresión de que esa persona, el que pintaba esos cuadros, estaba intentando darme a conocer algo más profundo que un collage de colores y de sensaciones puramente tétricas, era algo que nadie pudo explicarme, y que como niño abierto al conocimiento de las artes, me asustaba un poco el ver esta clase de imágenes. Ya con la lectura y el conocimiento biográfico casi al toque de una tecla del computador, he podido comprender el por qué de una realización de esta naturaleza, de una composición que no logró concordar jamás con las producciones tradicionales del Arte Medieval religioso.
Jerónimo fue impactado por lo que vio y vivió en su generación, y por las secuelas que el espíritu de la Inquisición fue dejando en la conciencia de toda la sociedad en donde él tuvo que vivir. Entonces, estamos hablando ahora de un artista comprometido con su obra y con el sufrimiento de los demás, no se trata de un arte decorativo de catedrales o de museos, sino, de un hombre que se atrevió a pintar lo que ningún hombre de su época fue capaz, en ello radica tal vez la importancia de toda su obra.
Nuestro país, edificado sobre bases ahora consumistas, nos ha traído una versión muy minúscula de lo que es y debe ser un artista, farandulizados como nadie en el mundo, nos hemos detenido en lo que tal o cual personaje dijo o no dijo, y no hemos reflexionado si es que esa persona, por lo que hace y no por lo que dice, merece estar en las portadas de nuestros diarios o revistas, o en el peor de los casos, como tristemente acontece en nuestra realidad, dirigiendo o participando en programas de televisión que carecen por completo de contenido valórico, por el contrario, la lectura del horóscopo, la copucha de haber visto a tal o cual persona saliendo con una modelo de televisión, son el pan nuestro de cada día que todos las personas que carecen de televisión por Cable, está obligada a ingerir, a pesar de que varios de estos programas, en un intento dramático por desmitificar a las vacas sagradas que hay en nuestro país farandulero, estén obligados a mantener en el aire por bastantes horas diarias, a personajes realmente elocuentes en cuanto a la pobreza del contenido cultural e intelectual de sus propuestas, del espiritual, mejor ni hablar, aún así, eso de las vacas sagradas tiene su propósito, que por vacas y engordadas más que por sagradas, precisamente por ello, pasan a ser carne de las rapiñas televisivas, que esperan, como los buitres, que uno de esos personajes caiga para despostarlo. Allí están, todos los días, preparados, como en el Apocalipsis, para la gran cena, nadie sabe qué clase de animal será despostado hoy, pero de seguro será una especie que todos conozcan y de quién, algún día, quisimos conocer aunque sea un poquito de sus vidas, es la ingenua reflexión de personas que vivimos en un mundo secularizado, y que no nos detenemos frente a los desastres para pensar en la dimensión del dolor, de la pérdida, estamos como el personaje del libro El Principito, “demasiado ocupados” como para detenernos en vaguedades de este tipo, total, pensamos, eso nunca nos va a acontecer, los desastres casi siempre ocurren lejos de aquí, en el Norte por ejemplo, pero aquí, a donde yo vivo, ya no ocurren esas cosas, el Transantiago y lo que va a pasar con la Selección chilena de Fútbol en este nuevo intento de demostrarnos a nosotros mismos que nos somos tan malos para la pelota, ocupa nuestra agenda diaria, ah, y ahora se nos viene la Navidad, así que, a comprar regalos, porque de eso se trata la Navidad, de comprar y comprar, como los gringos, el consumo elevado a la categoría máxima de Dios o la divinización del consumo.
Pero hay una casta imperdonable de seres que merecen algún tipo de reflexión, es la que forman todos aquellos “llamados”, a decir con su arte a esta sociedad, todo lo que la gente debe oír, pero que por su flojera, no son capaces de abordar una existencia llena de sacrificios en bien de su propio arte, muchos de ellos jóvenes, pulmones sanos, pechos y brazos vigorosos que se hayan detenidos dentro de este sinuoso pantano llenos de víboras expectantes y apetitosas a la hora de digerir a quien sea, con tal de enmudecer al arte en su forma más honesta, contextual y comprometida con el dolor humano. Teniendo los recursos, el mensaje, el don y el arte para transmitirlo, prefieren pasear, tomar aire, comer bien, bailar, tomar mucha cerveza, es decir, hacer cualquier cosa con tal de evadir la verdad suprema que le impone el deber de saberse una pieza importante en este rompecabezas Universal.
Por ello, cuando la tierra comience a moverse como un ebrio, como dice la Biblia, a lo mejor allí ellos entenderán que sólo faltó el valor y la vergüenza para haberse construido de manera diferente a todo lo demás, y no haber aceptado ninguna clase de sobornos, solos allí parados, solos con su obra, con su arte, cual profeta bíblico enfrentados al gigante Goliat que hoy día desafía a la gente honesta del mundo y a todos aquellos que tiene responsabilidad moral y ética, a que no digamos ni hagamos con los dones que Dios nos ha dado, todo lo que tenemos y debemos hacer.
Pero, para no carecer de una realidad tan evidente como es el orden creativo y su sustentamiento;porque ni la tierra ni el Universo están fijos, sino que se mueven (Einstein), hoy día está de moda el ser Gnóstico, o por lo menos pertenecer a algún movimiento esotérico u ecológico en donde se respete a la naturaleza, al colmo de pensar, como los griegos, en su divinización.
Los griegos, figuras emblemáticas del pasado, estaban llenos de eso, sabían y conocían muy bien del tema que hoy día atrofia a nuestra cultura chilensis, y que no es el Transantiago sino, el hedonismo, eso del placer por el placer, y para el placer, porque eso de que, “el arte de gobernar para los políticos”, hace rato que ya dejó de serlo, ellos mismos, en su afán de sentirse como los dioses griegos en el Olimpo, olvidaron que ningún arte es posible sin esa cuota de honestidad y sinceridad que se necesita para enfocar con claridad, a veces, lo que se quiere expresar con una obra.
Tal vez la idea del Transantiago no era tan mala como se quiere ver por estos días de competencia política, porque si queriendo provocar algún bien tienes que sacrificar mucho de tu persona para lograrlo, de seguro no muchos estarán de acuerdo en sacrificar algo para lograr ese bien común. Los chilenos somos así, aunque mintamos en las reuniones familiares, aunque nos disfracemos cuando vamos a la graduación de alguno de nuestros hijos, la realidad es otra, así nos hemos construido, el hedonismo está inmerso en nuestra cultura, hemos olvidado el costo de las cosas, el costo de lo que significó para una realidad como la nuestra, poner en marcha nuestra propia economía cuando, en el Asia lejano, todavía para muchos, se produjo uno de los peores desastres económicos que vino a decantar finalmente, en falta de poder adquisitivo y un sinnúmero de pequeños y grandes comerciantes de nuestro país, en la más absoluta banca rota y sin poder levantarse de este verdadero desastre en el que nos sumió el dragón asiático.
Pasado el tiempo, no hemos pensado todavía en cuánto de verdad estuvo en juego, Argentina, Brasil, Colombia, economías que a nuestros ojos parecían estables, comenzaron a tambalearse, se trataba de un enorme terremoto de grado impredecible en la escala de mayor sensibilidad, el mundo entero se sacudía todos los días y parecía que no iba a terminar, se trataba entonces de una enorme catástrofe que hasta los más capaces profetas de la economía mundial y hasta los más importantes representantes de la intrincada y compleja banca Internacional, sólo advirtieron cuando ya la cabeza se encontraba incrustada dentro del mismísimo inodoro, water, o como se diga.
Nuestro convenio con el sistema, que nos da todo lo que Dios hubiese tal vez querido darnos, no deja ver el futuro ni plantearnos el cómo lo haríamos si es que una nueva disyuntiva de este tipo, nuevamente emergiera desde las catacumbas de la economía mundial, estamos demasiado hedonizados como para discurrir y perder nuestro valioso tiempo en reflexiones demasiado intangibles como la verdad que pudiera traernos a nuestra vidas, la sola lectura de algún escrito profético, el simple hecho de ir a los escritos antiguotestamentarios nos hace erizar nuestra piel y transcurrir lo más rápido posible por esa tétrica avenida. Ah, y que por nada en el mundo a alguien se le ocurra hacer algún tipo de concordancia con el presente, es decir, nuevamente nuestra atadura con el sistema y con el placer, particularmente, nos oculta una verdad que podría llegar a afectar toda nuestra cotidiana pero esperanzadora realidad. Es que la vida de los Condominios, con guardias las 24 horas del día, nos ha traído una versión más o menos americanizada de vivir, y una forma de previsión que nos hace creer que nuestra norma de vida está a la par con lo que Dios quiere para nuestras vidas, sólo porque allí no hay papeles sueltos, sólo porque allí no hay evidencia de desorden público, sólo porque allí no hay matorrales descuidados, las casas, por lo tanto, vistas de este modo, nos ofrecen un estandart de vida que jamás nunca hubiéramos ni siquiera soñado con vivir. Es el cuento del que tiene esos recursos y logra alcanzar esas metas que a otros parecen inalcanzables, como los marginados, los de escasos recursos, los indigentes, ellos jamás sabrán siquiera que hoy día, un chileno bien ubicado en dentro de la sociedad consumista, no sólo tiene acceso al crédito como los demás chilenos, sino que puede, en cualquier momento y circunstancia, irse de Crucero, volar a Roma, o despertar viendo las Pirámides de Egipto si quiere, el paquete que hoy ofrecen las Agencias de Turismo es suculento y personalizado, es decir, está diseñado para atraer a un tipo de consumidor que vive en el estress de este sistema, pero que por unos pesos más, estará de acuerdo en pasar unos 10 o 20 días bajo el cálido sol de las islas tropicales, o disfrutar del aire tibio y reponedor del Caribe al modo de Cuba u otras alternativas.
Es así, el sacrificio de un año recibe una recompensa que permite al chileno termino medio en cuestión, pensar durante todo el año, en cuál va a ser su destino en estas próximas vacaciones. Pero muchas de estas vidas tienen también, mucho de irreal, como muchos de nuestros gobernantes abiertamente declarados, Gnósticos, ellos van a la par con una sociedad construida con valores relativos en donde la autocrítica, carece de importancia, con un despliegue de recursos impresionante y nunca visto, también se ha procedido a encantar, por el precio de una obra, a quienes tienen el deber de confrontar los vicios e iniquiedades a que nos tiene acostumbrados este sistema de libre mercado. Jerónimo Bosch, un pintor de la Edad Media, dedicó gran parte de su trabajo a pintar monstruos, y siempre que ví su pintura, tuve la impresión de que esa persona, el que pintaba esos cuadros, estaba intentando darme a conocer algo más profundo que un collage de colores y de sensaciones puramente tétricas, era algo que nadie pudo explicarme, y que como niño abierto al conocimiento de las artes, me asustaba un poco el ver esta clase de imágenes. Ya con la lectura y el conocimiento biográfico casi al toque de una tecla del computador, he podido comprender el por qué de una realización de esta naturaleza, de una composición que no logró concordar jamás con las producciones tradicionales del Arte Medieval religioso.
Jerónimo fue impactado por lo que vio y vivió en su generación, y por las secuelas que el espíritu de la Inquisición fue dejando en la conciencia de toda la sociedad en donde él tuvo que vivir. Entonces, estamos hablando ahora de un artista comprometido con su obra y con el sufrimiento de los demás, no se trata de un arte decorativo de catedrales o de museos, sino, de un hombre que se atrevió a pintar lo que ningún hombre de su época fue capaz, en ello radica tal vez la importancia de toda su obra.
Nuestro país, edificado sobre bases ahora consumistas, nos ha traído una versión muy minúscula de lo que es y debe ser un artista, farandulizados como nadie en el mundo, nos hemos detenido en lo que tal o cual personaje dijo o no dijo, y no hemos reflexionado si es que esa persona, por lo que hace y no por lo que dice, merece estar en las portadas de nuestros diarios o revistas, o en el peor de los casos, como tristemente acontece en nuestra realidad, dirigiendo o participando en programas de televisión que carecen por completo de contenido valórico, por el contrario, la lectura del horóscopo, la copucha de haber visto a tal o cual persona saliendo con una modelo de televisión, son el pan nuestro de cada día que todos las personas que carecen de televisión por Cable, está obligada a ingerir, a pesar de que varios de estos programas, en un intento dramático por desmitificar a las vacas sagradas que hay en nuestro país farandulero, estén obligados a mantener en el aire por bastantes horas diarias, a personajes realmente elocuentes en cuanto a la pobreza del contenido cultural e intelectual de sus propuestas, del espiritual, mejor ni hablar, aún así, eso de las vacas sagradas tiene su propósito, que por vacas y engordadas más que por sagradas, precisamente por ello, pasan a ser carne de las rapiñas televisivas, que esperan, como los buitres, que uno de esos personajes caiga para despostarlo. Allí están, todos los días, preparados, como en el Apocalipsis, para la gran cena, nadie sabe qué clase de animal será despostado hoy, pero de seguro será una especie que todos conozcan y de quién, algún día, quisimos conocer aunque sea un poquito de sus vidas, es la ingenua reflexión de personas que vivimos en un mundo secularizado, y que no nos detenemos frente a los desastres para pensar en la dimensión del dolor, de la pérdida, estamos como el personaje del libro El Principito, “demasiado ocupados” como para detenernos en vaguedades de este tipo, total, pensamos, eso nunca nos va a acontecer, los desastres casi siempre ocurren lejos de aquí, en el Norte por ejemplo, pero aquí, a donde yo vivo, ya no ocurren esas cosas, el Transantiago y lo que va a pasar con la Selección chilena de Fútbol en este nuevo intento de demostrarnos a nosotros mismos que nos somos tan malos para la pelota, ocupa nuestra agenda diaria, ah, y ahora se nos viene la Navidad, así que, a comprar regalos, porque de eso se trata la Navidad, de comprar y comprar, como los gringos, el consumo elevado a la categoría máxima de Dios o la divinización del consumo.
Pero hay una casta imperdonable de seres que merecen algún tipo de reflexión, es la que forman todos aquellos “llamados”, a decir con su arte a esta sociedad, todo lo que la gente debe oír, pero que por su flojera, no son capaces de abordar una existencia llena de sacrificios en bien de su propio arte, muchos de ellos jóvenes, pulmones sanos, pechos y brazos vigorosos que se hayan detenidos dentro de este sinuoso pantano llenos de víboras expectantes y apetitosas a la hora de digerir a quien sea, con tal de enmudecer al arte en su forma más honesta, contextual y comprometida con el dolor humano. Teniendo los recursos, el mensaje, el don y el arte para transmitirlo, prefieren pasear, tomar aire, comer bien, bailar, tomar mucha cerveza, es decir, hacer cualquier cosa con tal de evadir la verdad suprema que le impone el deber de saberse una pieza importante en este rompecabezas Universal.
Por ello, cuando la tierra comience a moverse como un ebrio, como dice la Biblia, a lo mejor allí ellos entenderán que sólo faltó el valor y la vergüenza para haberse construido de manera diferente a todo lo demás, y no haber aceptado ninguna clase de sobornos, solos allí parados, solos con su obra, con su arte, cual profeta bíblico enfrentados al gigante Goliat que hoy día desafía a la gente honesta del mundo y a todos aquellos que tiene responsabilidad moral y ética, a que no digamos ni hagamos con los dones que Dios nos ha dado, todo lo que tenemos y debemos hacer.
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