Wednesday, December 05, 2007

Encantadores de fe con sus días contados.


Hay cosas imperdonables que los seres humanos debemos tener muy en claro cuando la vida ha discurrido lenta o rápidamente sobre nuestros cuerpos, sobretodo cuando a pesar del paso de los años aún no hemos comprendido el significado de lo que estamos haciendo o viviendo, peor aún si lo que pensamos sobre ciertas circunstancias de la vida, en la más completa irreflexión, las hemos dejado pasar cual puñado de golondrinas sin advertir el valor de sus enseñanzas o el sentido que deberían tener para nuestras fugaces existencias. Dios existe, a la manera de los Musulmanes, de los Monjes del Tibet, de los Protestantes, de los Católicos, etc., es evidente que Dios existe y cada ser humano ha elegido libremente alguna de esas alternativas para llenar ese espacio que hay dentro de nuestra alma y que ninguna otra cosa en el mundo podría llenar, es nuestra necesidad endémica en completo vigor obsecándonos a veces a creer y a aceptar lo que a otros seres humanos les resulta simplemente imposible de creer, es la fe en movimiento, tal vez no la fe que nos fue traspasada de generación en generación, quién sabe, a lo mejor se trata de una fe que se aprendió al rigor de la soledad en medio de una selva amazónica o en medio de un lugar en donde la vida, en completa peligrosidad, aprendió el valor de las cosas sin necesidad de tener que asistir cada Domingo para que un Sacerdote Católico, un Rabino Judío o un Pastor Protestante nos dijera de qué modo o qué cosas debemos creer para tener la convicción de que Dios existe.

Así los hombres nos hemos ido construyendo y cada cual ha elegido su propia forma o modo de entender a Dios, es natural, y por lo pronto, una necesidad que no dejará jamás a nadie indiferente ni menos de estar presente en nuestras vidas, ni aún en nuestros hijos que finalmente deberán elegir y tener muy en claro esta prerrogativa con la cual Dios nos echó al mundo y espera que nos construyamos.

No obstante, es claro que, a pesar de esta infinidad de posibilidades sectarias y nominales, comandada por los ejércitos de Roma al modo Inquisitivo y seguida por las urbes protestantes mundiales diseminadas en cada lugar en donde haya humanidad, el hombre debe gran parte de su realidad espiritual o valórica a su propia condición, más que a lo que podría aceptarse como enseñanza, me explico, yo creo que mucho de lo que se dice en torno a Dios desde cualquiera de estas trincheras religiosas, es de cosecha humana y por lo tanto, ya no estamos hablando de pureza espiritual o de una filosofía de vida que tenga su sustento en las verdades mismas de quienes dieron origen a esa realidad sectaria o espiritual. No es extraño ver hoy día a los Cardenales u Obispos Católicos recibiendo todo tipo de reconocimiento social y político, cuando el creador del cristianismo que ellos dicen estar representando en su actitud doctrinal de Vicarios de Cristo, no tenía ni donde reclinar su cabeza, quienes creen que el catolicismo es la religión que Cristo fundó, no se hacen mayores dramas con respecto a esto, es natural, no ven contradicciones allí entre lo que Cristo y sus Apóstoles pregonaron, y lo que estos príncipes de la curia romana han interpretado por servicio a Dios, ha habido una aceptación general en torno a esta casta social, política y religiosa, que no logrará penetrar sus almidonadas y muy protegidas defensas contra quienes se atrevan a lanzar si quiera, una sola y pequeña injuria contra los representantes de Cristo.

Pero el Protestantismo mundial, planteado históricamente como una reivindicación, o como lo dice su propio nombre, Protestar, imitando la fábula romana, ha construido una realidad casi tan o más potente que la propia romana, abandonando desde hace mucho tiempo los principios y las convicciones que debería defender, porque ya no es importante para los protestantes protestar, todo se encuentra en orden, todo está rigurosamente aceptado y por nada hay que cambiar nada de lo establecido, ni menos cuestionar, eso es engorroso y realmente problemático para personas declaradas abyectas para este sistema según la doctrina de Pablo, El Apóstol. Cuando ellos marchan en el centro de la ciudad con pancartas y se agrupan, lo hacen sin pensar que ni siquiera Cristo ha podido lograr el gran milagro de juntarlos para defender juntos una causa que parece añeja y pronta a desteñirse, es el proceso propio que viven los elementos que han sido expuestos al riguroso y siempre elocuente paso de los años. Quienes prometieron restauraciones y renovar el espíritu de los protestantes, han terminado engordados y llenos de vicios que han traspasado en eso que ellos mismos llaman, "Grandes Ministerios”, a las siempre dispuestas víctimas del andar espiritual cotidiano, ellos, como representantes de Cristo aquí en la tierra, han ayudado en parte a que las iniquiedades de la propia sociedad en la cual vivimos, no sólo se conserven intactas sino que se extiendan y por fin, echen en lo profundo de esta tierra sus podridas raíces y que al final, nada ni nadie las pueda siquiera cuestionar.

La podrida versión de la fe comercial entonces, ha dejado obsoleta una antigua pero genuina manifestación y forma del amor del Dios verdadero, se trata de una forma de vida que aún, a pesar de la Industria de la fe y de los sinvergüenzas en torno a ella, mantiene su conducta intachable y a mi modo de ver las cosas, totalmente llena de valor y vigencia, es una realidad no comprendida que no ha permitido contaminarse con la pobredumbre de la Prosperidad y toda esa porquería que hoy día llaman, Evangelio de Cristo, que no es ni Evangelio, ni menos de Cristo, porque allí el amor al sucio dinero aventaja con todo su mal, el sólo afán por ganar algún día, una sola y triste alma para Cristo, las mentes cegadas allí no perciben nada, absolutamente nada, la irresponsabilidad es total, el ser humano es tratado como escoria, sólo sirve para satisfacer los apetitosos y pervertidos deseos del que dice ser el Ungido de Dios, y que no puede, al igual que todos los seres humanos, vivir con lo justo, y lo que me hierve al punto de reventar, es que no le trabajan un día a nadie, y por lo tanto, viven dando ordenes y hermoseando la casa del Señor. Allí aparece el séquito, todos juntos para servirlo, las hermanas corren, los ancianos se ven jóvenes, los niños son ignorados en sus verdaderas necesidades, el dinero es la excusa, se puede mentir con facilidad, siempre habrá ignorantes de escuela y de los otros dispuestos a pagar el precio por una sonrisa o una palmada en el hombro venida del Ungido de Dios.

Quienes pensamos y tratamos de vivir la fe cristiana en modo diferente, por lo menos diferente a lo que nos quiere imponer a costa de muuuuuuuuucho silencio la limitada fe de los sentidos, también tenemos nuestra propia filosofía de vida y nuestra propia forma de entender y de comprender a Dios, no se trata de una fe tradicional y llena de estatutos inútiles que no lograron jamás hacer, a un solo ser humano mejor, no señor, hemos renunciado a esto, no queremos oír a los títeres de siempre emulando a los dioses de su propio Olympo comercial y pervertido en donde descansan y reciben toda clase de pleitesía de parte de sus siempre fieles servidores, sólo oímos a los desertores, a los poetas alcohólicos, a los escritores de baja monta, a los que tienen siempre algo importante que decir y no a los que viven congraciándose con Dios y sus súbitos, nos cansamos de la hipocresía y de los hipócritas, la verdad para nosotros no está determinada o limitada a la mente castrada de tal o cual Ministro o agrupación religiosa, somos libres, y por lo tanto, carecemos de parámetros humanos para expresar nuestra fe y para comprender el propio milagro de la fe. Entendemos que el Reino de Dios está en todas partes, aún en las cloacas, aún en la podrida realidad humana en donde el hambre produce su olor inconfundible e inolvidable, sí señores, porque el creador del cristianismo lo hizo y lo quiso así, no para que los cristianos se congraciaran con el sistema y ya no tuvieran nada que decir, no para que esos parásitos del sistema religioso fueran al Congreso de nuestra Patria y recibieran honores como a los héroes, no amigos, Cristo, el Señor de señores, nos dejó una enseñanza clara y profunda que jamás las limitadas mentes de estos servidores del sistema podrán comprender, y aunque así fuera, está claro que no estarán dispuestos a pagar el precio.

De este modo estamos construidos todos los que aguardamos en medio de esta encrucijada histórica el advenimiento de nuestro único Salvador, todos los que asistimos a diario a este Circo que llamamos vida, para transigir, para oponernos, para ser capaces de producir en medio de toda nuestra enorme soledad, un trabajo silencioso, una pintura tal vez, un par de versos que al final se convertirán en una poesía, hay tanto que hacer y tanto que decir aquí, los poetas me comprenden, los que emprenden la arcilla y dan forma a sus obras también, no los mercenarios, sino los artistas, los artesanos, los de la palabra, los de la madera, los que doblan los metales, las madres que luchan a diario solitarias por llevar el pan a la casa, ellas y ellos también en sus soledades se construyen y no dejan que el tiempo los arruine como a los objetos, la edad aquí no tiene sentido, las horas y los segundos son solamente adverbios de tiempo, Dios, en su ilimitada comparecencia, apunta, concluye, admite, se emociona, llora, las manos del tejedor de redes ha vuelto a la vida, para Él, aún hay esperanzas, no todo está perdido, la magia del hombre en su artesanía milenaria está inclinada hacia el polvo de la tierra esperando la emoción de la idea, agitándose en piadosa condición hasta que aparezca la certidumbre del qué hacer y para qué construir más mundos, más palabras, más versos, más notas. La ilimitada creación de los átomos silvestres a veces naufraga como un barco en altamar sobre el enorme cosmos diseminado y extendido, no logra definir ni los matices ni el Norte de su viaje infinito, las estrellas se ven todas iguales, como los vientos, como las nubes, como los planetas, como el resplandor de la cubierta de nuestro pobre navío que nutre nuestras vidas, allí, a pesar de la somnolencia, el Espíritu en sus alas se mece cual gaviota sobre el mar recobrando para los hombres la confianza, el amor por su designio, imposible a veces, pero suyo, como el vuelo de las aves, allí logra envolvernos y crearnos para sí, retornándonos en una paz profunda pero expectante a ese pequeño espacio en donde las palabras, los colores y la arcilla de los metales sólidos tomarán la forma de los gemidos, allí nacerá lo nuevo, todo lo que la prisa de los traficantes de sueños no han podido jamás ser capaces de comprender, por que no les ha sido dado, porque se trata de dones, algo que ya ni siquiera nombran, porque desde hace mucho tiempo también que los caminos dejaron de ser para los caminantes, hoy, el camino que ellos usurparon, no permite la entrada a los que ayudaron a construirlos, a los que ayudaron a crear con sus manos de artesanos, un espacio en donde La Palabra fuese expuesta con sabiduría, yo, en perfecto uso de mi conciencia, a ellos me declaro … su enemigo, no los quiero, no los perdono, no los amo, los detesto con mi indiferencia, con mis dones, con mi poesía, con mi música, con mis acantilados, con mis cadenas, con mis metales, con mis dolores, con mis quebradas, con mi insufrible insomnio, con mis desmayos, con esos ojos que ven el horizonte desplegado como las velas de los barcos que antes eran impulsados por el viento, no hay dinero posible ni bendición del cielo que pueda hacerme cambiar de opinión, hasta el ser humano más solitario de la Amazonía con su lanza y sus ojos mirando al cielo agradeciendo a los dioses por su bondad, me parece más honesto y más puro que toda la porquería que hoy día me ofrece esta podrida realidad espiritual, créanme, no habrá cambios, pero les garantizo, seguiré estando aquí y allí para demostrarles que nunca he estado muerto ni desaparecido, sino escondido para protegerme, para guarecerme de la envidia y de la soberbia, para no contaminar mi tierra ni mi canto con sus males y sus visiones de Prosperidad material. Un sonido apacible de una música lejana sé que invadirá algún día mi espíritu, y el aire aún no petrificado ni arrancado de su nervadura soplará, soplará tan fuerte como las tormentas, llevándose por fin las enfermedades, las esclavitudes, la arrogancia, la soberbia humana, cuando ello ocurra, estaré mirando sus ojos, los ojos del hombre desnudo de la selva para protegerlo, para guarecerlo, para que las esperanzas no se acaben nunca más, para que por fin si ha de haber algún día un nuevo credo en el mundo, el alma y el espíritu del hombre se unan, tal como Dios algún día lo deseó, tal como algún día, en algún lugar del Universo Dios, así lo concibió.


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