El mayor y más importante milagro en la vida humana.
Vivimos y somos parte de un gran milagro, un gran milagro que a pesar de la contaminación, del hedor a veces incontenible de una vida erosionada sin igual en sus propias raíces, la cual, todos y cada uno, en la forma en que queramos definirlo, hemos contribuido a dañar, sin medir las consecuencias, sin admitir que si no hacemos algo en el hoy, jamás lograremos sanar si quiera el dolor de una herida que ya comienza a ser crónica. Pero este milagro que a diario sentimos, y que a diario también nos da la maravillosa y única oportunidad de palpar y de reflexionar en las inmensas posibilidades que nos brinda la vida por el sólo hecho de haber nacido y crecido en este planeta, no es un milagro cualquiera, se trata de algo que va mucho más allá de nuestra propia comprensión, infinitamente distante de nuestras posibilidades, aún así, tenemos a diario la oportunidad de emprender y hacernos responsables, bajo el amparo de nuestras propias y siempre vistosas imperfecciones, de todo aquello que nos hace ser diferentes a las demás criaturas hechas por Dios, como son el arte y la creación en general, todo lo que respecta al hacer y crear cuando lo rutinario pareciera estar condensándolo todo para luego dejarnos impertérritos frente a lo usual, a lo predecible.
Por ello, el milagro de existir y saber que existimos, debe representar una de las mayores y más grandes demostraciones que Dios nos ha dado, a todos los que vivimos y pasamos por este planeta, no sólo de su existencia, sino, la más fehaciente prueba de que no hemos evolucionado de animal irracional alguno, y obviamente, que cuando reflexionamos en ello, la decisión de Dios al crearnos a su imagen y semejanza, no deja sombra alguna de dudas, todo ha sido hecho exactamente como lo dice La Biblia, incluso nosotros, los mortales, los efímeros, los que osamos a veces a dudar de su existencia. Pero ello no ha ocurrido porque en algo haya colaborado a la comprensión de la existencia misma de Dios, todo ese anacrónico arsenal de escepticismo e incredulidad con que contamos a la hora de tener que repensarnos, como seres con alma, en cuanto a nuestra propia posición en medio de todo este enorme universo, por el contrario, la realidad nos dicta que las fuertes corrientes filosóficas de actualidad, han ido colocando la realidad de Dios en una posición casi fantasmal, dejando al hombre en una especie de orfandad afectiva y espiritual que la propia religión cristiana no ha sabido comprender, ni menos asumir en su verdadera naturaleza.
Por ello, el milagro de existir y saber que existimos, debe representar una de las mayores y más grandes demostraciones que Dios nos ha dado, a todos los que vivimos y pasamos por este planeta, no sólo de su existencia, sino, la más fehaciente prueba de que no hemos evolucionado de animal irracional alguno, y obviamente, que cuando reflexionamos en ello, la decisión de Dios al crearnos a su imagen y semejanza, no deja sombra alguna de dudas, todo ha sido hecho exactamente como lo dice La Biblia, incluso nosotros, los mortales, los efímeros, los que osamos a veces a dudar de su existencia. Pero ello no ha ocurrido porque en algo haya colaborado a la comprensión de la existencia misma de Dios, todo ese anacrónico arsenal de escepticismo e incredulidad con que contamos a la hora de tener que repensarnos, como seres con alma, en cuanto a nuestra propia posición en medio de todo este enorme universo, por el contrario, la realidad nos dicta que las fuertes corrientes filosóficas de actualidad, han ido colocando la realidad de Dios en una posición casi fantasmal, dejando al hombre en una especie de orfandad afectiva y espiritual que la propia religión cristiana no ha sabido comprender, ni menos asumir en su verdadera naturaleza.

No es menor entonces que como seres creados a la imagen de un Dios compasivo como el nuestro, el saber que existimos y que tiene propósito nuestra estadía en este planeta, sea en sí mismo, uno de los mayores y más importantes referentes con que cuenta la humanidad toda, para comprender lo que es y debe significar para nuestra propia y final conveniencia, la existencia de los milagros, aunque muchos incrédulos rechacen por completo la idea, aunque no estén de acuerdo, aunque muchos, en un hoy plagado de sectas y de religiones dictatoriales y pragmáticas, cuya doctrina central es el vientre y el bolsillo, retorciendo además al máximo cualquier principio bíblico para dejar tranquilos a todos aquellos que piensan que La Virgen, El Papa o quién sabe quién ha tenido algo que ver en todo este panorama; hagan lo imposible para defender y dar cuenta de cómo se puede malgastar las vidas milagrosas de los creyentes en cuestiones que en nada colaboran al crecimiento de los individuos. Pero aún a pesar de todo esto, es claro que el milagro de existir nos ha puesto en conflicto frente a toda esta barbarie de conceptos que hoy, tanto La Nueva Era como el propio cristianismo comercial y apostata, pretende desdoblar para convertirlo en una simple y miserable estrategia comercial que sólo busca despersonalizar la realidad de Dios y convertir, a esta nueva evangelización de los sentidos, en la Panacea espiritual que ha de erradicar por fin, todos los males que nos aquejan como humanidad.
Pero para vivir y existir dentro de este incalculable conjunto de coincidencias, es necesario que ocurran además, un montón de otros milagros más, millones tal vez, no estamos tan seguros de cuántos podrían ser, lo indubitable, es que existimos, estamos al tanto de lo que somos y


Pero existe pruebas fidedignas de la existencia de Dios, de eso no tengo absolutamente ninguna duda, es más, Dios, a través de su Hijo Jesucristo, nos ha dicho que nos ama, a toda la humanidad, y también nos ha dado a conocer cuánto debemos hacer para que esta vida que nos ha tocado vivir, resulte distinta a la de otros seres humanos que también han tenido la fortuna de nacer, en mejor o peores condiciones que nosotros. No obstante, la vida a veces nos sorprende, nos da fuertes lecciones morales y espirituales, lecciones que no pueden ser olvidadas de la noche a la mañana, lecciones que deben ser reflexionadas y ponderadas de tal forma, que todos podamos comprender cual más cual menos el por qué de las cosas.


Sin embargo, no son pocos los que hoy día pretenden dictarnos cátedra a través de los medios de comunicación acerca de La Persona de Dios, predicadores, obispos, misioneros, altruistas, y una enorme gama de seres que hacen sus mayores esfuerzos por darnos a conocer todo lo que ellos piensan acerca de lo que dicen saber o conocer de Dios, muchos admiten ser enviados por Él, dicen además, "estar representando el amor y el mismísimo Carácter de Cristo aquí en esta tierra", uno de ellos hace poco anduvo por África, la tierra del dolor y del hambre, montado en su mula de acero haciendo movimientos con sus manos para que todos creyeran que él sí está comprometido con el dolor de otros seres humanos, eso sí, detrás de una poderosa y siempre bien protegida cápsula de cristal que impide su contacto con el olor a mierda que expele en cualquier calle de este mundo en donde la humanidad cansada, ejerce su rutinaria faena de


¿Pero qué tenemos hoy día? ¿Con qué clase de hombres cuenta el cristianismo para ayudar a la transformación de una sociedad sobrepasada de “fraudes y fraudulentos apóstoles de la Gracia material y criminal”? ¿En qué piensan los santos hombres de Dios de la actual realidad espiritual? Yo tengo algunas respuestas, no carezco en absoluto de sinceridad para nombrar cada una de las perversiones en que han incurrido tanto predicadores como predicados, por causa de un fanatismo institucionalizado y ejercido por años sin permitir siquiera una mínima reflexión al respecto, pero bueno, una de esas respuestas es muy clara y objetiva, ya Pablo, el gran Apóstol de los gentiles, o sea nosotros, lo afirmaba y lo ponía de relieve en aquellos tiempos:
“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contento con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero (avaricia), el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”
El Apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo.
El dinero, la avaricia, el no estar contentos con lo que tenemos, nada más que el amor al dinero, el hambre por ser reconocidos, la fama, la gloria humana, esa que se destiñe apenas sale el sol y se apolilla con el paso de las horas, esa que no alcanza para lograr siquiera añadir un milímetro a la estatura espiritual que muchos ya deberían haber alcanzado por méritos propios, y no por hacer de sus vidas espirituales, esqueléticas y predecibles formas que a la hora de la gran verdad, nada nuevo tendrán que contar al Dios que nos dio la vida y nos rodeó de pequeños pero importantes milagros.


Finalmente, el milagro nos advierte en esta ocasión, como en muchas otras más, que nada será fácil, nada sobrará, que el Propósito tiene que cumplirse a diario en nuestras vidas, que aún no hemos cumplido con todo lo que Dios nos ha demandado que hagamos en este mundo, que no podemos hacer como si no oyéramos, que la selva se encuentra llena de víboras hambrientas esperando por quienes se atrevan a romper el silencio, en donde se encuentren, el valor de admitir que Dios tiene la Soberanía en nuestras vidas ahora transcurre, nada ni nadie podrá evitar que las circunstancias, el destino o lo que sea, apunte hacia ese momento final cuando la Potencia aparezca en el cielo y nadie, pero absolutamente nadie quede indiferente a tal situación. Revisar entonces, esta noche si es posible, en la cantidad enorme de milagros que ocurren en nuestras vidas solamente por el hecho de estar vivos, puede significar un verdadero incentivo para que opere un cambio definitivo en nuestras conciencias a veces adormecidas, de eso no tengo dudas, además, ¿qué podría ser mejor para nuestras vidas y nuestras propias conciencias dentro de un mundo colapsado de nihilismo y relatividad, el saber que los milagros están ocurriendo ya, aquí mismo, en nuestros cuerpos, en nuestras almas, en nuestras vidas? ¿Podrán ofrecer algo mejor los agoreros del Gozo?

¡Porque a mi humilde modo de entender, el primer y más importante milagro que Dios debe hacer en un ser humano cualquiera para que éste cambie por completo su modo de vivir, y así contribuya a mejorar la condición de este mundo, debe hacerlo primeramente en su conciencia, otro lugar no sirve!
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