El resultado de la indiferencia.
¿Cómo escribir algo acerca del conflicto entre Israel y Palestina y no derramar una sola lágrima? ¿Cómo obviar el dolor de tantos y tantos seres humanos y seguir viviendo como si nada hubiese pasado? Todas las imágenes son constantes, insacables de tu al alma, te vas a la cama con ellas,
sueñas con ellas, y luego te despiertas al otro día para decir, ¿hasta cuándo? ¿Quién tiene la razón?
Siento que mi alma se atraganta y quisiera echarme a llorar, de modo que por un momento, tan solo por un momento, todas esas tristes y lamentables imágenes, nos dieran la posibilidad de detenernos y permitirnos por esta vez, respirar un poco de aire puro, sin tener que retornar nuevamente a la desdicha de las almas, a la de los cuerpos amputados por el odio, un odio atroz que no permite a seres humanos inocentes, vivir la vida como uno quisiera, con esperanzas, con juegos, con sueños, con espacio para desarrollar aquello que el alma guarda en silencio, un silencio que no sabemos hasta cuando durará, sólo el sonido de la guerra, sólo el impacto de las balas y de los proyectiles, allí permanece estancada la vida humana, allí se ocultan las miradas y se adormecen por largos siglos de historia las añoranzas. En esta nueva tempestad de rencores y violencia, el dolor se agudiza aún más, como el antiguo dolor de una herida que nunca sana y por la cual, se nos inyecta de continúo, filosas y escalofriantes formaciones de cristales, allí, lentamente, cada trozo va tomando su lugar dentro de este consternado pero siempre añorado mundo, hasta cuando ya no quede nadie indiferente, hasta cuando las ventanas del alma de los hombres se hallen totalmente cansadas y abatidas, sólo allí la batalla ha de concluir, pero antes, jamás.

Siento que mi alma se atraganta y quisiera echarme a llorar, de modo que por un momento, tan solo por un momento, todas esas tristes y lamentables imágenes, nos dieran la posibilidad de detenernos y permitirnos por esta vez, respirar un poco de aire puro, sin tener que retornar nuevamente a la desdicha de las almas, a la de los cuerpos amputados por el odio, un odio atroz que no permite a seres humanos inocentes, vivir la vida como uno quisiera, con esperanzas, con juegos, con sueños, con espacio para desarrollar aquello que el alma guarda en silencio, un silencio que no sabemos hasta cuando durará, sólo el sonido de la guerra, sólo el impacto de las balas y de los proyectiles, allí permanece estancada la vida humana, allí se ocultan las miradas y se adormecen por largos siglos de historia las añoranzas. En esta nueva tempestad de rencores y violencia, el dolor se agudiza aún más, como el antiguo dolor de una herida que nunca sana y por la cual, se nos inyecta de continúo, filosas y escalofriantes formaciones de cristales, allí, lentamente, cada trozo va tomando su lugar dentro de este consternado pero siempre añorado mundo, hasta cuando ya no quede nadie indiferente, hasta cuando las ventanas del alma de los hombres se hallen totalmente cansadas y abatidas, sólo allí la batalla ha de concluir, pero antes, jamás.

El día sin embargo, nos obliga a mantenernos lúcidos y observantes, mientras tanto, allá, a lo lejos, un pueblo, una nación, un enorme grupo de personas son sacudidas como el viento sacude


Allí, ahora la piel no tiene sentido, las heridas han sido sanadas, en un momento la circulación de mi sangre alborotada por el miedo, quedó sin movimiento, sofocada en las arterias, ahogada en las laderas de mis venas, se petrificó, y yo dejé de ser ese montón de átomos y arterias divididas para convertirme en otro ser, distante de las guerras fraticidas, alejado del suburbio sofocante de

Los sueños entonces fueron truncados, porque la muerte de un solo ser humano es la muerte de toda la humanidad. Así, sobrevivimos rodeados de cadáveres, en cada espacio construido los cadáveres vivientes deambulaban, como sonámbulos, sin memoria, sin recuerdos, todos amputados para pensar en el daño, en las heridas, en el gran cortejo fúnebre que antecede a nuestras vidas. Nuestra piel entonces se construyó de rocas, de sólidas paredes que evitaron sentir el dolor de los que más sufren en este mundo, dejamos de ser carne alguna vez para convertirnos en metales, en algún momento de la historia sucumbimos al horror y decidimos mirar el horizonte sin conceder ningún tipo de recuerdo a quienes desaparecieron, nos reímos incluso, algunos se pintarrajearon e hicieron circo de la historia, pero a pesar de ello, desde algún


De cualquier modo, las personas seguiremos viviendo a diario todo lo que tenemos que vivir, las noticias no serán lo suficientemente elocuentes como para remover conciencias, de eso no hay duda, hay que disfrutar, hay que pasarlo bien, esa es la premisa esencial de esta absurda

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