Sunday, January 04, 2009

Israel no respeta la dignidad humana.


















¿Cómo escribir algo acerca del conflicto entre Israel y Palestina y no derramar una sola lágrima? ¿Cómo obviar el dolor de tantos seres humanos y seguir viviendo como si nada hubiese pasado? Todas las imágenes son constantes, insacables de tu piel, te vas a la cama con ellas, sueñas con ellas, y luego te despiertas para decir, ¿hasta cuándo? ¿Quién parará la matanza?



Siento que mi alma se atraganta y quisiera echarme a llorar, de modo que por un momento, tan solo por un momento, todas esas tristes y lamentables imágenes, nos dieran la posibilidad de detenernos y permitirnos por esta vez, respirar un poco de aire puro, sin tener que retornar a la desdicha de las almas, a la de los cuerpos amputados por el odio, un odio atroz que no permite a seres humanos inocentes, vivir la vida como uno quisiera, con esperanzas, con juegos, con sueños, con espacio para desarrollar aquello que el alma guarda en silencio, un silencio que no sabemos hasta cuando durará, sólo el sonido de la guerra, sólo el impacto de las balas, allí permanece estancada la vida humana, allí se ocultan las miradas y se adormecen por largos siglos de historia las añoranzas.


En esta nueva tempestad de rencores y violencia, el dolor se agudiza aún más, como el antiguo dolor de una herida por la cual se nos inyecta filosas y escalofriantes formaciones de cristales, allí, lentamente, cada trozo va tomando su lugar dentro de este consternado pero siempre añorado mundo, solo hasta cuando ya no quede nadie indiferente, solo hasta cuando las pupilas de los ojos de los hombres se hallen totalmente cansadas y abatidas, sólo allí la batalla ha de concluir, pero antes, jamás.


El día sin embargo, nos obliga a mantenernos lúcidos y observantes, mientras tanto, allá, a lo lejos, un pueblo, una nación, un enorme grupo de personas son sacudidas como el viento sacude al polvo y nadie, absolutamente nadie hace nada para evitarlo, y pienso, ¿tan poco valen las vidas de los Palestinos asesinados? ¿Quién determina el precio de las almas en este mundo? Yo me quedo por un momento detrás de un silencio atónito y expectante, sin poder esbozar mis oraciones, sin poder articular si quiera una mísera plegaria, algo que pueda ayudar en parte a detener el fuego destructor de los cañones, de los misiles lanzados desde lugares estratégicamente elegidos en donde las personas caminan y comparten como si la vida fuese a durar, toda la vida. Pero el día aún no culmina, las voces de los niños y de las madres desangrándose, se oyen detrás de aquella puerta, tal como si la tragedia estuviese golpeando a mis oídos, tal como si uno de esos endemoniados misiles fuese a caer justo, justo aquí sobre mi cabeza, para luego desconectarme de todo lo que existe aquí abajo y finalmente, una eterno momento que se extiende por los campos transitorios, por las ventanas de mis ojos que ahora sí pueden derramar todas las lágrimas que no pude derramar mientras vivía en esa vida, esa vida que todos conocemos, esa vida de la cual no queremos perdernos ni un solo minuto, todo porque es ella la que nos encumbra, nos enmudece como el mar infinito, como la noche estrellada que nos consterna y hasta nos absuelve con su incontable formación de luminosas estrellas repartidas en el ancho de todo el firmamento.


Pero la noche finalmente llegará, como una inmensa y tétrica nube de oscilantes pájaros de estrellas, volverán los cañones a iluminar el cielo de Gaza, serán sin embargo, nuevas e intensas formas de rayos misteriosos los que han de quebrar las oscurecidas murallas de la vieja Palestina, las que aún permanecen erguidas, las que aún, a pesar de la enorme diferencia, soportan estoicas el impacto de la muerte y del estadillo ensordecedor con que los israelitas avanzan sobre territorio que no les pertenece, pisoteando y maldiciendo, vociferando con sus voces de cañones la tragedia, allí no habrá espacio para el sonido del arpa, nadie recordará el sonido de la flauta, David nuevamente habrá llenado sus manos de sangre, el enlutado estallido de la noche volverá y las estrellas volverán también a brillar, pero las lagrimas de todos los oprimidos que allí permanecen, seguirán siendo iluminadas por el reflejo de las luces que vomitan los cañones, nunca se detendrán, nada los detendrá, nadie lo podrá evitar, nadie lo asumirá. Esta noche no obstante, la luna ensangrentada igual brillará, mientras, a lo lejos, retorcida entre las ruinas de una antigua construcción, las manos inmóviles de un cuerpo yacen, sin memoria, sin voces cúlticas de espanto derramando una oración, sólo una sombra, una pequeña y delicada sombra de átomos infinitos vueltos hacia las constelaciones, mientras tanto, allá, en ese mismo infinito de lejanas constelaciones, las almas de quienes esparcidos como hojas sobre el polvo de la tierra fueron dejados, aguardan en silencio, esperando a sus hermanos, a todos sus hijos que en las noches de tétricas miradas extraviados se quedaron, y mientras permanecen en silencio, la luna aún no ha dejado de brillar, permanece y permanecerá solo hasta que Dios así lo quiera, antes, nadie se dormirá, todos aguardaremos, expectantes, agónicos tal vez, aunque nos cueste la vida, solo así, porque sólo así, si Dios así lo quiere, algún día volveremos a soñar, no antes.

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