Padeciendo como soldados de Cristo.
Luego, llegado el día Lunes, me inyectaron una droga para mitigar un poco el dolor, lo cual me permitió respirar y descansar un poco. Sin embargo, lo peor estaba por venir, ya que el día Martes en la noche, habiendo descansado un poco casi todo el día anterior, y pensando incluso en mi recuperación, el dolor nuevamente surgió, pero esta vez, de manera desbordante, incomprensible para mí, tanto que ya no tuve fuerzas para resistirlo. Pero es en ese momento cuando un hijo de Dios debe clamar, con toda el alma, con todo lo que hay en nuestro ser, y así lo hice, porque tengo un par de pequeñitos que llenan nuestras vidas, los cuáles aún necesitan de nuestros cuidados. Una vez más la noche se hizo interminable, aún con medicamentos potentes en mi cuerpo, morfina pura incluso, el dolor simplemente se propagó, dejando una sangría oscura de clamor en casi todos los resquicios de mi alma.
¡Nunca
antes había sentido un tipo de dolor como este, era como si la enfermedad me
estuviese diciendo:
¡Aquí
estoy, no te olvides de mí, seguiré junto a ti hasta cuando Dios diga!
Ahora,
ya pasados varios días desde esas crisis, mi cuerpo no es el mismo, desde luego
que no, me encuentro cansado, casi sin fuerzas, intentado hacer una vida
normal, qué más podría pedirle a este cuerpo si lo dio todo, si fue capaz de sobreponerse
a semejante padecimiento? La vida es así, dependemos de Dios, en todo, y
gracias Él es que estamos con vida, gracias a su Misericordia es que aún
podemos respirar, no sabemos cuándo o en qué momento abandonaremos este cuerpo
y este mundo, solo Dios sabe cuándo, solo Él sabe con precisión cuándo será el
momento, uno solo puede advertir ciertas cosas, ciertas cosas que tienen que
ver con la enfermedad en sí, con los rasgos que ella va dejando en tu cuerpo,
pero aún así, toda la Soberanía radica en Él, todo lo demás, es solo una
pequeña mirada que nos permite Dios, con la ayuda del Espíritu Santo, para que
podamos andar con cuidado, medirnos en muchas cosas y no andar alardeando de lo
que somos y creemos ser, seres indestructibles.
Esta
extraña enfermedad que me golpea a diario, esta vez quiso desarmarme por
completo, dejarme absolutamente sin armas, no obstante, el Cristo que sustenta
mi alma, no se lo ha permitido, sé que Él seguirá brindándome todas las fuerzas
que sean necesarias para seguir batallando lo que aún me falta por batallar.
Puedo comprender el dolor de quienes padecen Cáncer, puedo entender lo que
ellos sufren, lo único que pido, es que Dios tenga mucha Misericordia de cada
uno de ellos, de todos los que sufrimos dolores indescriptibles, porque en el
corazón de esta humanidad que se duele, precisamente, allí se encuentra el
hombre, el alma de aquél hombre que sueña, que juega, que cree, uno quisiera
tal vez que las enfermedades no existieran, sin embargo, como ello no es
posible, invoco a Dios para pedir que su infinita Misericordia nos toque, de
manera sobrenatural, en especial, el cuerpo de aquellos que no cuentan con
armas para soportar la dimensiones de un dolor que puede prácticamente quitarte
la vida.
Esta
semana ha sido distintas entonces, recién comienzo a tener un poco de
conciencia de lo que está pasando con mi cuerpo, aún debo inyectarme otros
medicamentos, debo prepararme para lo que vendrá, dependo por lo tanto, absolutamente
de Dios, de nadie más, Él es quien me acompaña y me brinda toda su fuerza
cuando más lo necesito, sin su compañía, nada tendría sentido, nada,
absolutamente nada, sé que pertenezco a esa clase de ejército que el
cristianismo simplemente dejó atrás, desde hace mucho tiempo, y muchos de los
que dicen ser amigos o hermanos, y que al final se la pasan recordando o lloriqueando por el
pasado en Internet, jamás llamaron para ofrecerme una ayuda tangible, son los
sensibles patógenos de la fe cristiana actual, que no colaboran en nada para
que nuestras dolencias y padecimientos puedan ser siquiera, mitigados en parte. Nací en efecto, como un
soldado en la fe, por ello es que hablo como un soldado, escribo como quien no tiene tiempo para otra cosa que no sea defender lo que cree, vivo aún como uno de ellos, nunca tuve la oportunidad de vegetar como hacen muchos en el
cristianismo, crecí entonces como un soldado, por lo tanto, no tengo miedo de
hablar de lo que me pasa o creo que está sucediendo con la vida, porque muchas
veces también, vi caer a mi lado a muchos de esos mismos soldados de Cristo que
la religión maldita, simplemente ignoró, pero siempre estuve allí, para
levantar al caído, para acompañarlo en esos momentos difíciles, nunca hice como
que si no existieran, por ello es que cuando escribo canciones con contenido
cristiano, hablo de verdades que los mercenarios de la fe actual no tocan, porque
ellos son cobardes, porque simplemente sirven a sus propios intereses, y por
supuesto, poco les importa lo que el pueblo insensato digiera, por ello es que
en estas pocas líneas que me he esforzado en redactar, solo deseo agradecer a
Dios, agradecerle por su infinita y siempre bendita misericordia, gracias
porque a pesar de la inmensidad del dolor, nunca sentí que estaba solo, jamás, siempre
sentí sobre mis espaldas La Presencia de un Dios que nos ve con su
misericordia, y que por supuesto, no nos va a dejar solos frente a tan enorme
prueba, por el contrario, sé que a pesar de las dificultades que en este
instante tengo para mantenerme en pie, Dios se encuentra junto a mí,
ayudándome, acompañándome, como creo lo hará con todos quienes realmente
necesiten de un Dios como Él.
Así
que, a seguir luchando, el ejército verdadero de Dios no está compuesto de
niñitas bonitas, de niñitos a los cuales hay que decirles cuándo hay que orar o
hacer algo por los que sufren dentro del pueblo de Dios, ellos simplemente son
guiados por una especie de fuerza sobrenatural, la cual, el Señor mismo dijo
que tenía su origen en la vida del Espíritu, por lo tanto, no espero
absolutamente nada de este pueblo que llaman, Evangélico, yo solo reconozco a
los soldados, a esos que lo dan todos, a esos que no tienen horario para
sacrificarse por Cristo, todo lo demás me tiene sin cuidado, incluso la
enfermedad, porque cuando soy probado con la inmensidad del dolor que me provoca
esta enfermedad, quedo con una extraordinaria experiencia en cuanto a lo que
puedo soportar, y eso, es gratis, porque sé que en la vida, para que Dios realmente
decida probar a alguien, tiene que haber algo verdaderamente importante, en ese
específico ser humano.
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