Friday, May 02, 2014

El difícl arte de la palabra en el hombre de Dios.

Definir en pocas palabras todo lo que uno aprende cuando la vida te manda una enfermedad insuperable, debe ser un gran desafío para cualquiera. No sé en qué momento surgió en mi vida la necesidad de comunicar todo lo que estaba pasando con mi alama, tengo recuerdos potentes en mi mente de mi infancia jugando con las palabras, inventando modos con los sonidos, debe ser algo así como la naturaleza que Dios te da, no puede ser otra cosa, de lo contrario habría abdicado hace mucho tiempo, no solo por el costo que todo ello significa, sino, por cada una de las tantas y tantas desazones que te han de guiar por el difícil arte de la palabra.

Las horas casi no cuentan, son infinitas, se desplazan como estelas de aerolitos por mi mente, pero son las mismas palabras las que me abren un resquicio inexplicable en lo alto del firmamento y me permiten esbozar siquiera, una humilde plegaria a tus confines, solo con la idea de que sean mitigados por fin todos mis dolores, los de mi piel, los de mi pecho, incluso los que palpitan en mi alma, por sé que un hombre está construido de estas cosas, no de otras, lo aprendí desde muy pequeño, pero a ti, que nada te resulta tan difícil, que te sirven las lunas y las constelaciones para que planta de tus pasos sin desgastes, puedan simplemente proyectarse, a Ti, buen Dios del universo, a Ti esta mañana te escribo esta mi carta, una carta en la que no puedo dejar de lado el costo de mis dolencias, la amargura de todas las injusticias que adiario tenemos que ver pasar delante de nuestras vidas, el cómo son tratados los seres humanos que nada tienen, todo me resulta difícil en esta turbia y dislocada realidad. ¿Pero sabes? Hay algo que la vida me ha enseñado, hay algo que ese Cristo de la gloria sin gloria que Tú nos enviaste alguna vez, implantó como un puñal en mis entrañas, de ello estoy agradecido, y es que a pesar de la tormenta, de las desgastadoras peripecias del dolor internándose por mi ser, no tengo miedo, no temo a nada, ni a la muerte, estoy cubierto por un dictamen extraño que trasunta incluso mis palabras, agónicas tal vez, y es que en la aventura de querer ser mejor, mejor ser humano, las mismas palabras de Tu Cristo, de nuestro amado Salvador, vienen ahora, en este mismo instante a endulzar mi tétrica garganta, asfixiada de extrañas e irremediables incrustaciones que me decaen, por ello es que esta vez, una vez más, te agradeceré como siempre, porque has sido para mí, la única fuente de agua que salta a vida eterna, y no son solo palabras, Tú sabes cuál es mi condición, no podría mentir, no ahora, ahora que el estigma se propaga y no permite ninguna clase de oportunidad.

Viene a mi mente un pequeño conjunto de nombres que has escrito uno a uno en mi alma, los cuales se han enquistado como el musgo en las laderas de mi ser, proveyéndome y cubriéndome con sus plegarias y preocupaciones, por ellos también te ruego, te ruego por sus propias y preocupantes dolencias, primero porque Tú eres Dios, y segundo porque sin Ti, nada somos, no existiríamos, porque a pesar de toda la intransigencia de esta desprolija humanidad, aún tenemos esperanza, aún los huesos quebrantados se resisten a quedarse inmóviles, sin jornadas, sin actos, y eso, te lo debemos a Ti, a nadie más, ya fuimos desechados, ya fuimos un día malogrados por creer en Ti, por ello también, es que deseo nombrarlos, porque al hacerlo, los siento mucho más cerca, casi como si estuviéramos tocándonos, y qué más quisiera, que Tú también pudiesen sentir en este instante lo que estoy sintiendo, y de este modo, alguna vez, solo por alguna vez en la vida, alguien pudiese predicarte el evangelio de nuestras dolencias, no el de tu perfección, ese ya lo desechamos, simplemente no sirve, aquí en esta tierra de desahucios no , no es posible Señor, necesitamos al Salvador de almas, nuevamente, a ese Cristo de la gloria sin gloria que un día se paseo por entre la miserias humanas, y sintió misericordia, la misma que hoy día necesito por todo el enrome significado de lo que es y debe ser, la dignidad de un solo ser humano, y creo que ello no es algo que a Ti pueda resultarte aburrido como a esa grancantidad de aduladores que tienes a tu arraigo y bien preservados, por su puesto que no, porque si no entiendo mal, es Cristo de La gloria sin gloria, afirmó hace dos mil años atrás, que ÉL no venía a los que estaban sanos, sino a los enfermos, por ello entonces, deja de lado a tus aduladores y vuélvete a nuestras enfermedades, costosas, vuélvete por fin a la viuda, correspóndenos del mismo modo como nosotros te hemos correspondido casi toda nuestra pobre existencia, solo así sabremos qué tan real es el cielo que tú nos has prometido, porque un cielo allá arriba no nos sirve, el cielo lo necesitamos ahora, y aquí, no un cielo pequeñito como el que desea Jazy Velázques, sino, un cielo enorme que rompa los cristales y murallas de todos los templos de este mundo en donde no se practica la misericordia. El mundo está lleno de ellos, son prácticamente museos, y Tú Señor, no nos diste el don de LA PALABRA para que el dinamismo de tu eterna preofecía se estancara en ellos ni en los pragmáticos servidores de una fe muerta, por el contrario, les dijiste que fueran y sanaran a los enfermos, y en ello nos adeudas, sobre todo a los que padecemos las enfermedades.

Finalmente, Dios eterno, la Palabra no se extingue, porque el don te pertenece, la sal te pertenece, las corrientes en los mares también, todo te pertenece, y por lo tanto, podrías hacer lo quisieras con nosotros, pero algo debería detenerte, y es, la misericordia, porque sin ella, ni siquiera las aves del cielo ni los peces del mar, con toda basura que hay en él, podrían sobrevivir, pero ahí tienes Tú, lo hacen, y no solamente lo hacen, sino que nos alimentan:

¿Hasta cuándo Dios querido?

¿Hasta cuándo nuestras venas y nuestras fibras luminosas latirán ofuscadas detrás la cortina?

¿Hasta cuando el terciopelo de la lánguida mortaja acordonará el resplandor de nuestras pupilas decantadas?

Solo tú tienes la respuesta, todo el silencio acometido bajo este manto quebradizo de las palabras, no podrán siquiera enmudecerme, no Señor, la rueda se mantiene girando, con la misma y furtiva persistencia que las ventoleras que hoy azotan a la tierra de los gigantes de otras tierras, de otros lejanos continentes, mientras, aquí, en este lejano Valparaíso, en este puerto de las heridas inmutables, las nubes no ocultan el desencanto y el desvarío que producen tus heladas y confusas a veces decisiones. Pero yo no estoy aquí para contradecir semejante inmensidad, ya Job me ha enseñado que no es sabio debatir con el creador, solo aguardaré en tu benigna y siempre bendita misericordia, tu apacible y no escarchada multitud de gracia que nos bendice, con bálsamos y alabastros traídos de tu tierra de Galaad, ¿qué más puedo pedir, si al final, todos vamos recorriendo el mismo camino, todos vamos hacia el mismo final, solo que unos más rápidos que otros? ¡Eso nada más!

Con cariño a mis hermanos y amigos del alma:

Danilo
Ezequiel y su esposa
Hermano Carlos y todos los hermanos de Puente Alto
A Pablito
A Roberto y su familia
Al Pastor Pablo de Santiago
A mis padres
Alos padres de mi esposa
A mis amigos de Rancagua
Y a todos lo que han sentido del Señor bendecir este, mi Ministerio.

Gracias.

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