El dolor que nos convoca y que nos debe de humildar.
Llega el
momento en que nuestro cristianismo sufre una especie de convulsión; si se le
puede llamar así, se trata de un quiebre, de una vigorosa razón que no nos
permite quedarnos inmunes, exentos, sin ninguna clase de acción, por el
contrario, es la oportunidad que nos brinda Dios de podernos desafiar, de
hacerle frente a nuestras comodidades y pautas resabidas de nuestras vida
domestica, las que a veces, implantadas como poderosas estatuas de sal en nuestro
sistema de vida, nos impiden comprender la verdadera dimensión que podría
alcanzar nuestro cristianismo, si a lo menos dejáramos que el Espíritu Santo,
por una sola vez en nuestras vidas, tomara el control absoluto de nuestras
siempre cuestionables decisiones.
No digo
esto por el solo hecho de que en este espacio virtual, desde un comienzo, me
atreví a referirme a temas que en mi opinión, por su importancia y
trascendencia valorica, necesariamente deben ser tratados al modo en que lo he
venido haciendo, es decir, valientemente, con honestidad, y por supuesto, con
la clara intención de poder proveer, en la cristiandad que recurre a este tipo
de reflexión, una instancia en donde dar a conocer nuestra forma o modo de
pensar, lo cual, a mi humilde manera de ser, creo se ha cumplido a cabalidad,
sino que además, porque en muchas situaciones complejas por las que he tenido
que atravesar, este mismo espacio sirvió, para que muchos amigos y hermanos en
Cristo, manifestaran a mi vida el deseo y la necesidad de compartir de muchas
formas el dolor que la enfermedad, rápidamente ha provocado en mi cuerpo,
situación que por cierto, ha determinado además, un profundo cambio en mi
manera de ver y de percibir el cristianismo que por tanto tiempo, solo contuvo
ciertos aspectos del mensaje de Cristo, y que hoy, gracias al hecho de sentir
que no estamos solos enfrentando esta difícil situación, ello mismo nos permite
ofrecer, a otros hermanos y amigos, la ayuda siempre necesaria en semejante
circunstancia, es decir, no nos quedamos estáticos en medio de nuestra
realidad, sino que, ahora con la ayuda de los hermanos, y del Señor Jesucristo por
supuesto, intentamos ayudar a mitigar el dolor de quienes también necesitan de
ese esfuerzo por parte de nuestras almas.
Así es
como un espacio virtual, con todas sus limitaciones y complicadas formas para los
que venimos de otro tiempo, puede llegar a convertirse en un punto de comunión
entre quienes pretenden cambiar en algo la realidad del Evangelio actual,
plagado de medias verdades y de una complicidad evidente con un sistema de vida
que no permite no solo la reflexión, sino que, tristemente, ha implantado en el
corazón mismo del cristianismo, las mismas y perversas filosofías de vida que
en este instante, mantienen sumida a gran parte de la humanidad, en un estado
de indiferencia e inoperancia sin igual frente a los más desastrosos resultados
que nos ha traído este ritual e inhumano modelo de vida. En medio de esta
catastrófica realidad, pero, intentando cumplir con el Llamado que Dios nos
hace a todos a diario, me dirigí un día de esos a Santiago, a visitar a mis
hermanos de Puente Alto, los cuales, valientemente, han comprendido que La
Verdadera Iglesia de Cristo, no necesita de un enorme edificio para funcionar,
ni menos de una jerarquía religiosa para poner en marcha lo que a diario El
Señor, desea que hagamos con nuestras vidas, porque ellos entendieron que el
orden espiritual, es el resultado de una fusión entre Dios y nosotros, entre nosotros
y Dios, y por lo tanto, el respeto y la sumisión que le debemos a una autoridad
impuesta por Dios, no tiene su origen en esta escala de supuestas jurisdicciones
espirituales establecidas por la religión actual, sino que, responden a una
forma de vida que El Señor Jesucristo, enseñó y traspasó a sus discípulos, y
que hoy, sin ninguna clase de arrogancia ni presunción, nosotros como familia,
hemos aprendido a valorar de nuestros amados hermanos de Puente Alto.
Fue en
una de esas circunstancias, cuando tuve la oportunidad de conocer un testimonio
que, una vez más, marcó para siempre mi vida y la de nuestra familia. Una niña
de solo 9 años, con una enfermedad terrible, acompañada de su hermanita
pequeñita, la cual le guiaba a la reunión, hizo su aparición en mi mundo,
provocando en mi ser, las más controversiales sensaciones, y por supuesto,
haciéndome toda clase de interrogantes y reflexiones. Isabela, testificó
aquella noche, todos los que estábamos allí, no pudimos más que derramar
nuestras lágrimas, porque como padres, entendemos el dolor que a veces tenemos
que sufrir por causa de nuestros hijos, Isabela, no obstante, nos estaba diciendo
desde la misma oscuridad que le ha provocado la enfermedad, que no siempre una
ceguera física tipifica una espiritual, por el contrario, el espíritu y el alma
de un ser humano en el cual, La virtuosa Presencia de nuestro Dios ha podido
alcanzar con Su Maravillosa Gracia, no solo se halla iluminada, sino que
además, por causas absolutamente incomprensibles para quienes dudan de la
existencia de Dios, ese ser humano, es capaz de iluminar a otros, aún siendo
tan pequeños como Isabela.
Por
ello es que cuando supimos que se encontraba en una clínica en Santiago,
padeciendo su tremenda realidad, Dios, una vez más, hablando a nuestras vidas,
nos impulsó, como decía al principio, a no quedarnos quietos esperando
cualquier noticia, nos hemos desafiado junto a todos nuestros amigos en Cristo,
y por supuesto, junto a nuestros queridos hermanos de Puente Alto, para dedicar
este día, y cualquier otro día, a orar, a clamar, en donde sea, en nuestros
trabajos, en el colegio, en la Universidad, en el hogar, en fin, para que Dios,
en Su Eterna y Poderosa Misericordia, toque la vida de Isabela, y, finalmente,
proceda a sanarla para Su bendita Gloria. Es verdad, no sabemos a veces qué o
cuáles cosas desea hacer Dios con las vidas humanas, lo que sí tenemos muy en
claro, es que cuando los hermanos nos ponemos de acuerdo, es decir, dejamos
atrás todas nuestras inquietudes y vanidades propias, y procedemos
valientemente a insistir en una causa como esta, estoy seguro que Dios, una vez
más, responderá como tantas veces lo ha hecho a favor de nuestras precarias a
veces existencias.
Sea
Dios glorificado entonces en todo, al deponer todas nuestras actitudes
puramente humanas, estamos no solo reconociendo nuestra profunda necesidad de
Cristo en este mundo, sino que además, creemos con todo nuestro corazón que
Dios, hará misericordia con la vida de Isabelita, la cual, a pesar de la enorme
dolencia que padece, solo oí de sus labios, una muy bella y dulce gratitud para
con Dios. Por ello, ofrecemos a ustedes, queridos hermanos y amigos, esta
oportunidad para que nos acompañen, para que en donde se encuentren, no dejen
de decir una plegaria por la salud de Isabela, en ello, El Señor, El Señor Dios
de todo el Universo, será el que agradecerá a cada uno de ustedes por la humildad con que han asumido este desesperado Llamado de nuestro Dios.
Que
Dios les bendiga y fortalezca en todo.
elrecolector
0 Comments:
Post a Comment
<< Home