Friday, October 27, 2006

La estocada de la nueva fe.

La piedra filosofal del hombre religioso actual, es pensar que todo tiene una respuesta, que a Dios no se le escapa una, que estando cerquita de Él nada nos va a tocar, pero la verdad es que ni la Biblia, ni la historia del cristianismo plantéa algo semejante, pensar en un Dios indiferente a los enormes problemas que hoy día, aquí mismo, alrededor y dentro de nosotros existen, es insostenible. Desde hace mucho tiempo, el cristianismo ha estado sufriendo los embates de las más extrañas pero persistentes filosofías que pretenden anular el aspecto del sufrimiento y del dolor que intrínsecamente llevamos todos, unos más que otros pero al final, dolor al fín y al cabo, esto, por las razones que ya todos conocemos y que llevamos cada día en el fondo de nuestras almas. En este contexto se da a luz diariamente, una forma de cristianismo que responde a las necesidades personales de hombres corruptos y no a las necesidades de un Dios que pretende abordar, con toda su misericordia, el drama de la existencia, un drama que lleva en sí, como dije antes, mucho dolor, un dolor intangible y enorme que no todos comprenden y que por lo tanto no están dispuestos a sobrellevar ni menos a comprender. En tanto, el super espiritual y el religioso, construídos interiormente de concreto, llena su propia medida espiritual y se cuida, jamás se enloda, él no va a dar la vida por nadie, para él, todo es malo, todo es pecado, todo está pervertido, la única ruta posible a seguir, es la que dicta su perfecta y encumbrada espiritualidad que ya se ha vuelto casi inalcanzable para quienes viven junto a él. Él no lava platos, él no barre, él no cocina, él no hace las camas, para eso tiene a una esclava en su casa, además, según ellos, un hombre lleno del Espíritu Santo no se enferma, jamás se contagia, el aire que respira y que luego exhala en forma de anhidrido carbónico, es una huella imperceptible de espiritualidad que los demás deshechamos, que los demás no alcanzamos a visualizar, para ello, tendríamos que albergarnos junto a él, tendríamos que abstraernos de la realidad, las fecas de canes que hay en todas las esquinas de cualquier calle de este patrimonio de la cultura mundial, no deberián para nada hacernos meditar en lo frágil y estúpido que resulta pensar de esta manera.
La tétrica estocada de esta forma de cristianismo a mi menguada salud, me hace pensar en la esquelética forma que ha adquirido el evangelio actual en muchas de sus versiones, un evangelio absolutamente ausente de dolor y activo sólo para instruirnos en lo enorme que es Dios y en lo bello que es alabarle, me habla de una indiferente jornada en la que el cansancio simplemente me vence y luego me arroja sobre mi cama y me encadena, sólo, luego de dar una oposición casi inhumana, logro recuperar las fuerzas, y no sin antes percibir un potente dolor a mis huesos, de esta manera logro también reconstruirme. Allí, en nuestro cuarto, Dios tiene que comprender que no todo es bello, que la guerra a veces nos arrebata pedazos de nuestra carne y quedamos heridos, en una esquina entonces, Él debe guardar silencio y oir al hombre, oirle con la misma senerenidad con que a veces nosotros en la madrugada le oimos a Él.