Y ahora, que venga Bush.
El efecto producido por las armas químicas y biológicas fue y es devastador. El gas Sarín ataca el sistema nervioso central. La intoxicación puede ocurrir en minutos provocando como síntomas una copiosa transpiración, dificultad para respirar, náuseas, vómitos y finalmente la muerte por asfixia. El gas mostaza ataca la piel, los ojos, los pulmones y la zona gastrointestinal. Al tener un efecto retardado, no provoca ningún síntoma inmediato ante el contacto y por lo tanto pueden pasar entre dos y veinticuatro horas antes de sentir el dolor y de enterarse de lo qué había sucedido. Para entonces, el daño celular ya está hecho.
Los síntomas que aparecen son: lesiones del ojo con la pérdida de vista, la formación de ampollas en la piel, náuseas, diarrea y una sensación ardiente en los pulmones. Los efectos a largo plazo sobre un individuo pueden incluir la debilitación de los pulmones, dolor del pecho y cáncer crónicos de la boca, de la garganta, de la zona respiratoria, y de la piel. Se ha conectado a causar leucemia y males congénitos.
Mas de 7000 civiles, entre ellos mujeres y niños murieron al inhalar del gas mostaza y el gas sarín.
Este es solo un pequeño pero tétrico antecedente que podría avalar la manera en como ha sido sentenciado finalmente un dictador como Hussein, y que además, respaldaría la desición misma del tribunal que lo juzgó, independiente de si estamos o no de acuerdo con que sea éste mismo legítimo o no. El problema entonces es el siguiente, quién juzgará a Bush, quién juzgará a Blair, quién juzgará en nuestra patria a un dictador como Pinochet, y así, la lista es enorme, desde dictadores hasta sacerdotes pedófilos, desde gobernantes corruptos a quienes le quitan el alma y el sueño a naciones en donde el hambre es cotidiana y letal.
Sin duda que Bush está contento, tiene a su haber un gran logro, es el haber iniciado parte del que él cree, es su condición mesiánica dentro del quehacer histórico en donde su nación es capáz, en el Nombre del mismo Dios de la misericordia, de asesinar, ultrajar, matar niños, asesinar inocentes, invadir naciones mucho más pequeñas que ellos.
Por lo tanto, Saddam Hussein, arrepiéntete, pide perdón a Alá por todos y cada uno de tus asesinatos, que en estas largas horas que te esperan mientras aguardas el cumplimiento de la sentencia, Alá, en su misericordia, te permita recordar los rostros de cada uno de los seres humanos que bajo tu régimen dictatorial y vergonzoso perdieron la vida, y que ellos, además, vengan a recordarte que el juicio mayor te espera más allá de las fronteras de tu propia tierra, tierra de Abraham, tierra de la historia, tu verdadero juicio ha comenzado ya, y ese Saddam, empieza en el alma, si Saddam, en tu propia alma empobrecida y perpétuamente condenada a la más absoluta oscuridad por haber derrochado y olvidado que un gobernante, de cualquier nación, de cualquier cultura, de cualquier religión, debe proteger y respetar, en primer lugar, a los de su propia nación y no a perpetuarlos a la ignorancia y a la miseria más absoluta en la cual sumiste, sin ningún tipo de compasión ni miramiento,
a los de tu propio y triste pueblo.
Y ahora, a los que están pensando que todo termina aquí, que ahora venga el juicio contra Bush, el asesino a sueldo más mediocre y pervertido que ha conocido nuestra historia en estas últimas décadas, que el juicio corra entonces como las aguas, que no quede vestigio alguno de esta verdadera limpieza étnica en la cual los ejércitos del Magno moderno tiene entrampado al mundo entero, y en la cual, la pérdida de vidas humanas ha sido tanto o má dolorosa que las muertes ocasionadas por Hussein. Bush, por cierto, acuérdate, el que a hierro mata, a hierro muere, eso lo dijo el mismísimo Jesús al cual tu alabas todos los días Domingo en la mañana, cuando en las dependencias de un templo Protestante abarrotado de solemnidad en tu cálido país, te escondes, creyendo que el Dios de la misericordia, el mismísimo Dios de Abraham y de Jacob, no tendrá tiempo ni logrará ver tu miserable espiritualidad revestida de una religiosidad tan vil como tus asesinatos. No te equivoques George, el juicio no se tarda, también tu alma ha sido pesada como en los días de Babilonia, y he aquí como Daniel a Nabucodonosor has sido hallado falto. Por el momento celebra, gózate de tu logro, los discípulos de la porquería que tú llamas Democracia, han cumplido al pie de la letra tus mandatos, pero no olvides, el Dios de la misericordia no será jamás burlado, jamás nunca, ni lo sueñes.
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