Tuesday, May 20, 2008

En medio de una gran tempestad.


















Nadie podría enagenarse en las circunstancias actuales y hacer como si nada ha ocurrido. La verdad es que todos, cual más cual menos, hemos sido golpeados fuertemente por la embestida de una naturaleza que más temprano que tarde, despierta, y al despertar, simplemente acomete, sin consultar a nadie la forma en que irrumpirá, dejándonos con una desesperanza a veces, más enorme que la nube de cenizas lanzadas por el Volcán ese que no para de ahogar nuestras miradas, absortas en este momento, porque si pensábamos que ya nada iba a sorprendernos en este mundo, estábamos completamente equivocados, aún no acabábamos de comprender el cómo la tierra puede generar tal violencia y poder destructivo, y supimos que ahora Chaitén y sus alrededores se encontraban cubiertos de agua. ¡Como para no creer!

Buscar en nuestras conciencias el por qué, podría tardar mucho tiempo, años tal vez, siglos a lo mejor, y hoy día, más que comprender lo que ha pasado, debemos todos hacer un esfuerzo por que esta enorme y bella cadena llamada Chile, no se rompa, no se quiebre, que por el sólo hecho de que exista en nuestra Patria una montonera de vagos tanto en la Televisión como en el Senado o Cámara de Diputados, vayamos a desertar, justo ahora, justo en el momento en que la naturaleza ha despertado. Yo siempre lo he dicho en este blog, y he recibido consejos, críticas y escupitazos por intentar decir las cosas como son, no soy bueno para orar, no tengo ese maravilloso hábito que otros sí tienen, aún así, siento que Dios me escucha cuando dejo todo de lado y me aparto a esos lugares en donde puedo conversar a solas con Él y contarle todo lo que me pasa, por lo menos, esa es parte de las convicciones que me mueven a seguir adelante, y por supuesto, a seguir creyendo en Él.

Hoy decidí apartarme, pero a pesar de mi enfermedad, quise estar muy cerca de la naturaleza, de esa que golpea, de esa que es capaz de arrastrarnos y llevarnos hacia donde no queremos ni estamos preparados para ir, de esa que posee el poder destructivo de una enorme tormenta y desata, con la fuerza de los mil demonios, todo su enjambre de angustiante poder, y nos pone los pelos de punta, haciéndonos sentir pequeños e insignificantes frente a tal demostración de una naturaleza que se torna cada vez más impredecible. Es que todo hoy día pasa por nosotros, nos creemos impenetrables, absolutos, irreprochables, tan importantes que ni siquiera Dios podría impresionarnos como lo hizo con Moisés, hablándole desde una miserable rama en medio de una montaña triste y seca. Hemos creado nuestros propios parámetros en torno a la naturaleza que nos envuelve, para hacer nuestros propios pronósticos acerca del clima de mañana, los que luego de oírlos en la antesala de una podrida y aburrida programación de algún canal nacional, pensamos y creemos que todo está bajo control, que la naturaleza actuará tal como lo hemos predicho. Pero en la realidad, a veces ello no ocurre, la naturaleza impredecible, suele tener sus propios parámetros, su propio modo de actuar, dejándonos a la intemperie, sin posibilidad alguna de comprender, como hoy, lo que está pasando con nuestra tierra.
Se trata de miles de decenas de muertos, vidas que se llevó la misma naturaleza que a veces no extasía, que nos hace sentir que somos de verdad especiales, no sólo por estar rodeados de ella, sino, por darnos cuenta de lo grande e increíble que es vivir en un mundo como este. Eso es lo que pensamos cuando todo está en calma, cuando nada parece hacernos pensar que algo podría acontecer en cualquier momento. Pero, otra cosa es cuando estamos cerca de lo impredecible, cuando tenemos conciencia de lo enorme que es el mar, por ejemplo, de lo poderoso que puede ser si toda la calma que posee se transfiere en tormenta, en movimientos imposibles de controlar, allí no hay nada que pueda ayudarte, sólo la fe, sólo las convicciones, las mismas que necesitamos ahora para capear este inmenso y poderoso temporal que asedia al mundo entero, sin exclusión, sin límites, la tierra gime, y con dolores de parto decía el Apóstol, y no estaba lejos, en absoluto, sin saber de meteorología, puso en medio de la cristiandad floreciente, un tipo de reflexión en la que el comportamiento de la naturaleza ocupaba un lugar preponderante y llena de Propósito. La tierra hoy está gimiendo, fuertemente, algo nos está diciendo, algo nos quiere decir, pero, estaremos preparados para comprender, en medio de tanta secularidad y relativismo, el lenguaje de una de las más potentes manifestaciones y demostraciones del poder creador de Dios?
La tarde avanza para la humanidad, se aproxima la noche. Mientras, el mar nos declara en su lenguaje de olas y sonidos indescriptibles, que la hora de la humanidad ha llegado, que ya nada mejor podemos esperar de la política, que nada habrá mejor en este instante que salir a capear el temporal asidos fuertemente del que un día calmó la tempestad. Allí, en una especie de barca extinta en el tiempo nos espera, nos aguarda silencioso con la misma Palabra y el mismo carácter de antaño y nos dice, “Venid a mí todos los que estéis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. ¿Despreciaremos tal invitación? ¿Ahora que todo se ha vuelto impredecible? ¿Ahora que nada resulta ser igual que antes?

Fotografía: Janett Campos.

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