Saturday, May 14, 2016

LA COMODIDAD QUE HOY DÍA MATA LOS MILAGROS.






¿Qué pido ahora a Dios, a la vida, con qué podría consolar Dios mi pena, el sentido de la pérdida? Me lo he planteado varias veces, desde que comencé y entré en este proceso. Las vidas que vivimos, son bastante diferentes unas de otras, como el color de los árboles en otoño, ninguno se parece al otro, uno, un verde claro refulgente, otro, morado, degradaciones en café de diferentes tonalidades que hacen que la vista pueda recrearse y detenerse en esta maravilla que es la naturaleza que Dios nos ha dado, así somos también los seres humanos, hechos de fibras interiores finas y muy delgadas a veces, que damos también frutos, que procreamos nuestros propios colores, nuestras propias policromías con la vida que tenemos y vivimos, que a pesar del rigor y del dolor que nos impone la vida, somos capaces de producir poesía, de escribirnos y contemplarnos en lo que hacemos, de no quedarnos detenidos como objetos sin vida al alero de un paradero del transantiago.

Acumulamos horas entonces observando, mirando a nuestro alrededor, percibiendo el frío, el cómo vuelven los abrigos y las bufandas, intentando deletrear con nuestras propias imágenes, el sentido que tienen las cosas que nos rodean, sin ser poetas, sin ser escritores conocidos o famosos, simplemente porque el frío, la pequeña lluvia que cae, las hojas derramadas como alfombra delante de nuestros pies, nos vuelve sensibles, impresionables, podemos ser capaces en nuestras estructuras de súper hombres y mujeres con que nos ha tildado el sistema, de sentir que estamos hechos de piel, de sentimientos, de lo que al final estamos hechos todos, todos los que caminos por este mundo, incluidos los perversos, los malignos, es la hora de mirar y de observar como las hojas van desprendiéndose una a una de la copa de los árboles, como la vida va renovándose delante de nosotros, sería trágico no verlo, no poder percibirlo, pasarse la oportunidad esta que nos da la vida.

Camino entonces, me perfilo hacia la avenida mayor, voy cruzando las esquinas, me voy llenando de todo esto que es el otoño, alimento mi espíritu, oro en mi caminar, elevo una plegaria eterna, una constante, una que me eleve por un momento y me lleve hasta Dios, en donde Él me pueda escuchar, en donde Él pueda sentir lo que estoy tratando de decirle con estas pequeñas palabras, con este decir de infinita necesidad que hay en mi alma. Nutro de colores mi alma, de inmensas montañas de hojas desparramadas en la vereda, en la orilla, al borde de la solera, camino lentamente, no me agito, aprovecho este momento para oír alguna música grabada en mi celu, traigo a Nick Drake, traigo música clásica, en fin, una gran cantidad de música que siempre me acompaña, pero quedo con Drake, me quedo con su melancolía de niño, con su arte de hacer cantos irrepetibles, con su método de llevarme a su misma poesía y hacerme sentir que nosotros, los seres humanos, vivimos para la piedad, para la misericordia, para ofrecernos toda clase de bienes y no para odiarnos, para alejarnos el uno del otro, en eso me mantengo, siempre caminado, lentamente, para no agitarme y que no me duela mi pecho.

Si tuviera que pedir algo a Dios entonces, podría partir con pedirle que reparara lo que he perdido, todo lo que se ha quebrado en mí vida, pero Él lo sabe todo, no le he escondido nada al Señor, Él conoce por lo tanto mi corazón, y comprende que no haría por retornar a ese espacio y a ese hogar que sé que ya perdí. Y en ese mismo pensamiento, pienso por un momento, en cuanto niño por este mundo que vaga sin hogar, sin cuidados especiales, pasando frío, teniendo hambre, en los que están enfermos, en los que no pueden caminar, y me olvido por un buen momento de todo lo que a mí me falta o he perdido, y me detengo en aquello, en eso que Dios le dio a sus Apóstoles, para que ellos pudieran decir en un momento, “…no tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy, en El Nombre de Jesús de Nazareth, levántate y camina…”

¿Cuánto más útil puede ser esto que lo otro en medio de un mundo que lo ha perdido absolutamente todo por ganar, por tener, por sentir que podemos ser superiores al otro?

Desde luego que no todos pensamos igual, ya lo dije, no somos iguales, damos diferentes frutos, procreamos el color de nuestras hojas de manera personal o individual, bajo nuestras propias circunstancias, así que no vamos a estar de acuerdo con esto y otras cosas más, pero si estoy claro que esos hombres que siguieron y creyeron en Él, no centraron sus vidas en ellos mismos, desde luego que no, ellos fueron capaces de sobrepasar sus propios límites auto impuestos o como sea, y creyeron que al dar un paso más allá, de las limitaciones con que enfrentamos el diario vivir, había algo más, mucho más intenso incluso que el color de las hojas en otoño, estaba el prójimo, el herido, el lastimado, el abandonado, el que cojea, y actuaron de manera que los inobjetables de su tiempo no lo percibieron, se llenaron de amor, se llenaron de piedad, y fueron hasta donde estaba el dolor y lo concibieron, lo tocaron, luego hicieron uso de lo que Dios les entregó, de ello es lo que da cuenta La Escritura, de sanación, de salud, de todos esos grandes y portentosos milagros como dar vista a un ciego, enderezar un brazo, hacer caminar a una persona que jamás pudo, en fin, y muchas cosas más que no fueron escritas pero que quedaron inscritas en el corazón de los que las vieron y o fueron bendecidos con esos milagros.

¿No podría el Señor de nuestras vidas, en el día de hoy, bendecirnos con el mismo don que les fue otorgado a esos hombres de ese tiempo? ¿O estas cosas quedaron pautadas solo para enseñarnos lo grande que es nuestro Dios y nada más? Yo no pido que Dios me sane a mí, sé que esta enfermedad un día de estos me quitará la vida, y no temo a cuando llegue ese momento, es más, a veces lo he deseado, con todo mi corazón, pero sí creo que cada día que pasa, impuestas como estampillas nuestras vidas sobre la superficie de esta realidad, material, consumista, hedonista, concupiscente, jamás podremos entender siquiera, la enorme necesidad que hay en este mundo de la sanidad divina, de la enorme cantidad de dinero que se echan al bolsillo entre doctores y farmacias solo por un dolor de cabeza, la sanidad era una de las señales que debió haber seguido a todo servidor del Señor Jesucristo, pero desde el día que se institucionalizó la fe del Hijo de Dios, las cosas caminan por otros senderos, desde luego que sí, los olvidados y enfermos, los desprovistos y descalzos, pasaron a ser una molestia para los burócratas de la fe, y desde entonces, la religión solo sirve para parpadear, para hacer como que si ve, pero en realidad no se interesa en ver, es mucho más cómodo pasar inadvertido, que otro tome la responsabilidad, que otro se vuelque por completo a Dios y nosotros, guardados y que Dios les bendiga a todos.


LA COMODIDAD está matando a diario al cristianismo actual, es inobjetable, quienes deberíamos andar sanando enfermos, hoy día nos pasamos la vida proyectando nuestro futuro, haciendo labores domésticas, lo que sea para llenar el vacío que provoca un LLAMAMIENTO DE ESTE PORTE que nos hace Dios desde el cielo para que cambiemos de actitud. Sin duda que los grandes representantes del poder religioso fallaron, en todo, no lo van a reconocer, jamás, ellos no van a decir que en vez de haber preferido sanar y curar enfermos, prefirieron LA COMODIDAD que te ofrece un buen sistema religioso que te paga absolutamente todo por lo que hagas supuestamente para Dios. Muchos de estos paradigmas actuales de la fe, comenzaron ofreciendo al pueblo de todo, y ya ven en lo que terminaron, lucrando hermanos, para qué le sirve a Dios la compra de un gimnasio, lo que sea, lo que Dios desea es otra cosa, otra cosa que está claramente establecida en Su Palabra, sin embargo, los CÓMODOS, no desean hacer caso a lo que dice Su inobjetable Amor, Jesús, al morir en la Cruz, clavó en su cuerpo el egoísmo con el cual nos conducimos en este mundo, sin opciones para los que no pueden defenderse, sin posibilidades para los que de verdad necesitan de un verdadero milagro. Mi caminar se vuelve contradictorio, no puedo pensarme solamente en este espacio, bordado de hojas, no amigos, mi mente y mi espíritu van más allá, están ahora con los que sufren, con los que apenas logran sacarle algo a la vida, mientras, otros, algunos disfrazados de piedad incluso, lucran con la fe. Quiera Dios que cuando Él decida volver, algo de fe genuina en Dios nos vaya quedando, no vaya a ser de cuentas que al seguir pensando así, se nos pase el tiempo y ya no sea el momento de arrepentirse, sería trágico, ojalá despertemos antes, por el bien nuestro, por el bien de los que más nos necesitan.     

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