Tuesday, December 25, 2018

CON DESTINO A LO ETERNO...





Los hijos de Dios que vivimos esparcidos en medio de este mundo, estamos llamados a desarrollar no solo fe en El Señor, sino, valor, coraje, darle la importancia que merece a nuestro estilo o forma de entender y de vivir la vida, no estamos hechos de una naturaleza diferente al común de la gente para que nos adaptemos y vivamos como todos los demás, escondidos, disimulados, con un rostro que nos defina como religiosos tal vez, no, para nada, somos una genealogía que en el correr de la historia, el mismo Dios de toda La Creación, engendró con Su Poder, y luego de criarnos y multiplicarnos, nos esparció sobre estas enormes llanuras en donde hoy día, esperamos el momento en que nuestras almas sean recuperadas, levantadas y finalmente extraídas de dentro de este sistema.

Por lo tanto, no estamos aquí para eternizarnos con este modelo de vida, para dejarnos arrastrar por sus costumbres, sabidas y aprendidas, conocidas y absolutamente predecibles, por el contrario, llevamos dentro de nosotros, una suerte de códigos que nos mantienen alerta de todo lo que este mundo pudiera mostrarnos, para evitar que nos proyectemos en lo que Dios ha preparado de antemano para nosotros, es decir, estamos siendo guiados en esta historia, gobernados por esta realidad de Dios imposible de evadir, lo que ciertos seres humanos hayan creído en un momento, ya no tiene importancia, solo importa lo que hay en nuestros corazones, el destino hacia el cual se dirigen nuestras vidas.

Vivimos en tanto, una gran soledad mientras esperamos que estas cosas alcancen su medida máxima, es una gran verdad, sin embargo, también existe quienes, con su deserción, han aprendido a evadir todo el contenido de lo que debemos aprender antes de partir de este lugar, se quedan en proyectos, viven vidas protésicas, incompletas, son autores y representantes de estilos de vida llenos de miedos y temores que este sistema enseña, para que los verdaderos hijos de Dios, no vayamos a dar un solo paso más allá en busca de nuestro destino eterno, y de este modo, desertar, abandonar el ímpetu y la fuerza de nuestras convicciones para quedarnos con un modelo religioso y tradicional como el de muchas personas.

Aquí entonces se desarrolla El Gran Propósito de Dios, justo en este planeta, no en Marte, no en Júpiter, sino, en nuestras propias vidas, las que a diario son barrida por el estigma de un mundo que rechaza con todas sus energías El Amor de Dios, y de ello dan cuenta nuestras historias, cargadas de emotividad, de un contacto con la dificultad en la cual, constantemente estamos siendo interferidos para que no descubramos hacia dónde ni cuándo dar el próximo paso, lo que convierte a nuestras experiencias, en únicas y valiosas, si, muy valiosas, tanto como para no permitirle a un sistema religioso anticuado y lleno de costumbres repetitivas, que tome la iniciativa de decirnos lo que nosotros como hijos de Dios, debemos entender como Propósito divino .

Hemos sido dotados de dones, de gracia divina, de elementos con los que otros seres de este mundo, no cuentan en sus vidas para luchar, y de todos modos a veces cedemos, nos dejamos embaucar, porque somos de algún modo seducidos por la corriente de este sistema, la cual gira como gigantes molinos metálicos sobre una bella y enorme pradera que pretende sacarle al viento, toda la energía necesaria que implique el movimiento de sus poderosas aspas, y ello no es menor pensando en lo que podemos perder si no comprendemos el riesgo, el peligro que se cierne en torno a nosotros, como hijos de Dios, como seres absolutamente llenos del Propósito divino, como seres que estamos siendo dirigidos hacia un horizonte celeste que se halla mucho más allá de las estrellas que todas las noches advertimos y observamos.

Hacia allá vamos entonces, nos dirigimos con todas nuestras debilidades y humanidad, con todo el arsenal existente en nuestros cuerpos hacia aquella realidad, no hemos venido a este lugar para eternizarnos, de ningún modo, en algún momento desde el cielo oiremos Su Voz, y cuando ello ocurra, sabremos que el día de nuestra redención, ha llegado, por lo tanto, se nos demanda valor, coraje, intrepidez, para no dejarnos alcanzar por nada ni nadie que fomente estilos de vidas espirituales predecibles, sino, solo aquél modelo que Él nos dejara mientras anduvo en esta tierra, en su corta pero prolífica existencia, todo lo demás, es solo permitir que otros tengan la oportunidad de manipular nuestras vidas, permitir que el sistema con sus tentáculos de engaño, sea capaz de maniobrarnos, de operar con plena libertad el contenido de nuestros sueños, el de nuestros anhelos y esperanzas en Dios, y ello, de sucedernos, ello sí que representaría una enorme y poderosa deserción, alevosa, traidora, a pesar de todo lo que hasta aquí hayamos cultivado o hecho con nuestras vidas.

f. navarro m.
cantautor cristiano chileno         

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