Saturday, August 22, 2009

Una imagen que mucho de nada nos dice.



No es fácil enfrentarse a los gigantes de hoy, no es para nada fácil saberse con ciertas responsabilidades y vivir con ellas sin que los demás sepan del costo que conlleva el tener que lidiar a diario con tal realidad. Aún así, es fácil hallarse a diario con personas que viven de manera que nada les afecta, y lo hacen notar, en sus modos de vivir, en sus formas de interpretar el presente y toda su angustiosa procesión de encrucijadas. Para algunos es mucho mejor huir, de manera que nadie sepa que estuviste allí y no hiciste nada por cambiar tal situación, paro otros en cambio, ninguna oportunidad es clara en la vida como para poner en juego todo lo que uno piensa sin tener que pasar por los rutinarios métodos que posee la ingeniería espiritual, para evaluar cuándo debemos o no inmiscuirnos en los siempre clásicos y muy repetidos problemas de la vida cotidiana.


Es por ello que cuando comencé hace años atrás mi andar en Cristo, tuve la impresión de que lo verdaderamente importante del cristianismo, debía ocurrir dentro de nosotros mismos, y por supuesto, sin ignorar lo que estaba sucediendo a unos cuantos metros de nuestras propias vidas. Porque la calle, con toda su vertiginosa entramada de vidas en oposición, ofrece múltiples posibilidades para aquellos que intentamos al menos, ver la realidad de un modo diferente, de una manera en que podamos poner a prueba nuestras capacidades y ser lo suficientemente creativos como para dar a luz, alguna honesta propuesta artística, un trabajo que permita a las personas que circulan por esas vías invisibles que nos rodean, hacerles notar el inmenso vacío en el cual nos encontramos viviendo aquí, si es que Cristo no gobierna o no ha tomado el control de nuestras vidas. De hecho, nos ocurrió, alguna vez formamos parte de este enorme ciclo de vidas sin propósitos que deambula por las calles de este mundo, y cuando menos lo pensamos, fue Jesucristo quién nos detuvo y nos hizo pensar que las mismas calles que nos hacían olvidar que alguien, muy en el alma, muy dentro de nosotros, nos ama de continuo, en todo momento, en cada situación de nuestras vidas, en las más extremas, cuando el día se oculta y la noche enviste con su punzante realidad de vidas sin rumbo, allí también, Dios nos observa y constata que nuestras vidas se encuentren a salvo, sólo que con el paso de los años pudimos darnos cuenta de aquello, antes, imposible, porque nuestros ojos estaban cerrados a tal realidad, y por lo tanto, no alcanzábamos a ver lo que Dios nos mostraba, percibíamos tan solo un pequeño rayo de luz, que no por ser pequeño dejó de ser importante, al contrario, justo al momento en que más necesidad de Dios tuvimos, nos fue de mucha utilidad, pues pudimos escapar, pudimos dar un salto enorme con nuestras vidas, del mismo modo como las aves se alzan en sus vuelos cortejando nuestros sentidos para que sigamos creyendo que la libertad existe, que no hemos nacido ni sido creados para ser esclavos de este mundo sino, luz para quienes aún se encuentran en la misma o peor situación que nosotros antes de emprender el vuelo.


El día nos ofrece por lo tanto, un sinnúmero de oportunidades, enormes o pequeñas, pero oportunidades al fin y al cabo, las secuelas del costo por supuesto, algunas se hallarán a la vista, las otras, permanecerán, en nuestro interior, en silencio, son las intangibles, las que nadie ve, las que nadie percibe, y que a pesar de no estar a la vista, duelen también, en el alma, en el corazón del cristiano, éstas, además, son la que “otros”, no conocen ni saben de su existencia, porque han vivido vidas aparentes, vidas con entornos protegidos de tal forma que nada pueda afectarlos. Portones blindados, seguridad en las puertas y todo aquello que pueda servirnos para ponernos a salvo del que hurta, del que roba y maldice nuestra calles con sus improperios, allí también se encuentra el cristianismo, protegido, sin dolor, sin presencia de sangramiento, una patética a veces demostración de indiferencia que ciertos prototipos de la vida espiritual actual han patentado y han puesto un nombre, APÓSTOLES, DOCTORES, PROFESIONALES. Allí se encuentra entonces, atada, como en una pesada y colosal roca en el fondo del océano, una gran cantidad de cristianos que nada hacen, que su conformidad se traslada a su forma habitual de vida, sin afectar en lo más mínimo a quienes aman, a quienes necesitan de su ayuda, es allí es cuando de nuevo todo empieza a heder, un olor insoportable de cobardía mezclada con indiferencia se convierte en la moda de muchos seudo-cristianos, y de este modo, la pequeña luz que muchos necesitan en las calles se extingue, no por lo pequeña, no por lo inusitada, sino, por el comportamiento de quienes sólo se han preocupado de construir con sus vidas, una imagen, sin historia, sin dolor, sin aroma, sin quejidos, porque ellos han olvidado que todo se trataba del Amor, de un Amor que nadie comprende, porque de a poco se va extinguiendo de nuestras existencias y nos encontramos faltos, de tantas cosas, miserables, pobres, hasta ciegos, porque si al tener la luz no permitimos que otros la vean, nos constituimos en ciegos, entonces, ¿de qué nos sirve haber conocido a Jesucristo?, ¿por qué la vida me duele tanto si muchos hoy celebran?, ¿por qué mi alma cavila y se angustia cuando el cristianismo se encuentra de fiesta?


Ya nada de lo mío importa, nada de lo que yo piense y declare en este espacio hará cambiar en algo la realidad, pero las palabras seguirán fluyendo, siempre fluirán, el universo es demasiado bello como para ignorarlo, pero es seguro que los clarividentes de la fe comercial harán un nuevo trato, una nueva propuesta, un nuevo acto de mediocridad creativa que implantarán sin oposición alguna en la matriz de esta realidad intoxicada de placer. Los que no hemos firmado ninguna clase de convenio con ellos, poco a poco iremos dejando esta realidad, retroceder será imposible, el tiempo no se detiene, y el límite de nuestras fuerzas en Dios nos impide retroceder, afuera hay seres humanos, aquejados y angustiados, enfermos, desnudos, alguien deberá acercarse a ellos, alguien deberá intentar traspasar los límites para que quede al menos, alguna evidencia de que ese alguien, en este tiempo, en este mundo, no resistió permanecer allá inmóvil, distante, lejano, y que aunque dejó en entredicho su futuro espiritual para ir en pos de los que de verdad, le necesitaban, no dudó en nigún minuto que su deber estaba afuera y no dentro de su propia comodidad.

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