Friday, May 14, 2010

La precaria fe que me acompaña.






















Pero nos encontramos sitiados, al menos es lo que yo siento, es lo que yo estoy viviendo, si bien el enemigo del cristianismo no nos quita la vida de cuajo, nos ataca el alma, con su carroñera y distintiva forma de hacer lo que no es debido, nos va agobiando de a poco, de manera que en algún momento ya no tengas ni la fuerza ni el deseo de continuar. Esa es la naturaleza, a mi modo de pensar, de la guerra que hoy día estamos sosteniendo, no nos deja ninguna clase de alternativas, nos cierra de pronto todas las puertas y nos vemos indigentes, desnudos, empequeñecidos, casi invisibles para una realidad llena de acciones costumbristas que no contribuyen a nuestra edificación, al contrario, añaden a nuestra precaria realidad un vacío más, un espacio que no sabemos cómo podríamos llenar. En este intertanto comenzamos a gemir, a gritar a veces, pero es inútil, resulta que Dios no nos oye, eso es lo que sentimos, y no mientan, porque nos ocurre más de las veces, es que nos cuesta comprender que nuestras vidas están llenas de procesos, lentos y abismantes para el entendimiento de una mente que surge en las mañanas para intentar de nuevo reconstruir el presente.


El mundo se nos presenta entonces como una fuerza arrolladora, destructiva e incoherente, por lo menos para la forma de pensar de alguien que ha conocido la realidad de un Dios que nos jura guardarnos hasta el día de su Venida. Pero si aquello no tuviese la fuerza que yo creo tiene, estoy seguro que hace mucho tiempo atrás hubiese dejado de creer, porque tengo todas estas razones atragantándome los huesos como para dejar de pensar en etéreas realidades que a veces me parecen distantes y lejanas para una realidad llena de angustias y sufrimientos que no nos permiten a veces cerrar los ojos por la noche y descansar. Así el cristianismo, nuestro cristianismo, no sé si se fortalece más o se debilita más, no lo entiendo, ni tampoco en este instante deseo entenderlo, porque la vida se nos ha puesto cuesta arriba y todas las fuerzas son necesarias para continuar, entonces, cualquier giro en nuestro modo de pensar y de creer la fe que tenemos, puede ser lapidaria, más aún si nos hemos puesto en el lado de la vertiginosa y contradictoria verdad, es algo que no quisiera ni pensarlo, pero es así, soy un hombre como cualquiera de ustedes, y si Dios me ha dado este pequeño espacio, no será para mentirles ni hacer como si la realidad no me afectara, no soy un súper hombre que responde a parámetros actuales de fe, por el contrario, añoro otras cosas, pienso me planteo otras ideas de continuo, para no quedarme estancado en la realidad, para no sucumbir a los encantos de la mediocridad que nos ofrece este espanto de vida llamado globalización. Dios no me permitiría mentirles un solo párrafo, saldría volando de inmediato si me pusiera novelesco y pintoresco, Dios desea que hable de mis desencantos, de lo aburrida que me parece la vida que estamos viviendo, de lo predecible que suelen parecerme los programas basura que nos ofrece la televisión comercial.


Mi fe entonces, se debilita, necesito orar, apartarme de vez en cuando y traer a mi alma toda clase de palabra que me vuelva perentorio al propósito por el cual Dios un día me llamó. Pero no creo ser el único, sé que muchos de ustedes, si no están en la misma condición, por lo menos en algún momento se han sentido así, desgastados, ahogados por un sistema que desea la completa destrucción de tu alma, a cualquier precio, y en cualquier lugar. De esta manera, la sangre comienza a fluir dentro de nosotros mismos, nos urge aquella voz, aquél sonido que se precipita desde la misma montaña y entre los árboles a veces, y que nos vuelve a mostrar la senda que hemos dejado atrás, la de la sencillez, la de la humildad, la de pararnos en esta realidad sin dejar de pensar en un Dios que en vez de apartarnos de Él, nos llama, a cada momento, en cada espacio de este planeta, porque Él es capaz de hacerlo sin que la televisión pueda percibirlo ni menos comprenderlo, sin que los grandes paradigma de esta realidad colapsada de estupidez, lo puedan advertir, para ellos, la fe no tiene problemáticas, no tiene contradicciones, es tan obvia, como sus vidas, como sus creencias, se han producido para inmunizarse contra lo desconocido, contra lo que no pueden entender, por ello recurren a los tarotistas, a los numerólogos, a los altruistas, a los astrólogos, de los cuales se encuentra llena nuestra sociedad, allí concurren hasta presidentes de las grandes naciones, juran que allí está la respuesta, no tienen otras iniciativas como para aguardar una respuesta de la propia naturaleza que nos rodea, por ello tampoco no la protegen, la utilizan como mercancía, porque los únicos que ganan con el derrame de petróleo en cualquier parte del mundo, son los millonarios que ven aumentadas sus arcas porque el precio de este vital elemento de la naturaleza, sigue subiendo a las nubes y nosotros desde aquí solo atinamos a mirar, porque, como decía antes, se trata ahora de otra clase de poder.


Por ello también, es que no subo a la montaña ni voy al bosque solo para contemplar y contemplarme como hacen los de la New Age u otra clase de institución basada en la meditación trascendental, voy en busca de respuestas, subo por razón del propósito, sé cuál es el color de las hojas en otoño y el olor que expele la tierra cuando se humedece, pero lo que busco va más allá de ese estrato, más allá de la raíz incluso de estos árboles que nos rodean, que nos ofrecen sus súplicas, que convergen en silenciosos movimientos, señalándonos el cielo que se abre de pronto y nos deja un pequeño espacio por donde deberían emprender el vuelo nuestras oraciones, por humanas que fuesen, por lo simples que parecieran, oraciones al fin y al cabo que nos muestran como somos realmente en nuestro fuero interno, “humanos”, “extinguibles”, “frágiles”, desnudos en medio de un mundo que burla el andar de nuestra precaria fe, la que naufraga por culpa de un mundo que no acepta el hecho de que Dios ha querido subsanar el daño que el pecado ha producido en nuestra alma, enviándonos a su propio hijo Jesucristo a morir por nuestros pecados. Todo lo ha burlado el hombre por culpa del pecado, todo lo que podría mejorar su condición, todo lo que pudo haber cambiado en gran parte la realidad que nos acongoja, por eso hay que seguir orando, hay que continuar rogando, el cristianismo es una de las pocas formas o filosofías de vida que van quedando en este mundo que pretenden mostrar al hombre lo más humano posible, desde el hecho de reconocernos pecadores frente a un Dios que todo nos ha dado para que seamos diferentes, hasta la gracia de darnos cuenta que no estamos solo en este mundo para multiplicarnos o hacernos esclavos de alguna droga, por el contrario, una simple plegaria en el pequeño cuarto en donde se desarrolla nuestro mundo interior, puede hacer colapsar la seguridad de un sistema que no desea que los hombres ni los niños hablen ni proclamen a Jesucristo como el Señor de sus vidas, al contrario, lo objeta, lo niega, lo contradice, se burla de nuestras convicciones, por ello, muchos de los que pertenecen y sirven a este sistema, eligen la religión, para no tener que perder el tiempo en reflexionar si es o no verdad que Jesucristo perdona nuestros pecados, para no perder los estribos cuando Dios pareciera no estar oyendo nuestras oraciones, es más simple ser un religioso, un antipático creyente de todo y de nada, un protector de verdades que sólo se proclaman dentro de una realidad templista, pero que no afecta en lo más mínimo a quienes deberían tener una larga y honesta conversación con Dios.


Entonces ya no estamos tan solos, entonces la montaña o los lugares en donde aún quedan vestigios de la naturaleza que Dios creó, también pueden ser un templo, sin murallas, sin límites para mirar y contemplar a Dios, un lugar en donde podamos huir del ruido espantoso de la ciudad y tengamos la ocasión de escuchar a los demás, sin interrupciones, sin tener que demolernos los oídos con la música de moda que hoy día destruye a gran parte de nuestra juventud y adolescencia, el gran y valioso tesoro de nuestra humanidad. Allí podemos llevar nuestras inquietudes y abrirnos de manera que nuestra fe no se malgaste en lujuriosas ni sensuales propuestas que están desmantelando la verdad de Dios en el corazón del ser humano, allí todavía podemos poner a salvo lo que nos cuesta tanto defender y proteger en nuestra lucha diaria, de otro modo, solo estamos condenados a depender una vez más de lo que nos ofrezca la cartelera religiosa o el menú comercial de la fe actual. Romper con el estigma no será para nada fácil, por lo menos así lo siento yo, hay que pagar un precio, algo hay que dejar atrás, tal vez la mentira que hemos sostenido por muchos años, la cual solo conocemos nosotros, algún tipo de esclavitud que no hemos sido capaces de confesar para que Dios nos haga libres y al fin podamos proclamar al mundo entero, que Dios perdona y libera, no sé, cual sea la condición, de algo si estoy seguro, y es que Dios aún sigue perdonando, aún sigue ayudando al hombre agobiado que está dispuesto a elevar una sencilla oración y pedir perdón, eso es cabal, inobjetable, el cielo para aquellos, aún representa una ventana, una puerta que se abre, para muchos quizás solo un enorme espacio lleno de luces y planetas inhabitados, pero, jamás un lugar, como el enorme y constelado universo que a diario vemos, puede seguir siendo el mismo, como el alma del hombre luego que éste ha conocido y despertado a la verdad de un Dios que en lo profundo de su genuina y distante naturaleza, nos sigue amando, nos sigue oyendo, a pesar de todas y cada una de nuestras inevitables contradicciones.

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