Monday, June 16, 2008

A los próceres de la indiferencia.























No sé qué cosas podrían ocurrir para que el cristianismo actual pudiese reaccionar, no sé de qué modo podría Dios tocar las vidas de las personas para que tomásemos otra actitud frente a la vida, otra actitud frente a la decadencia espiritual y moral por la que atravesamos como mundo. Son tantas las maneras que ha elegido el cristianismo para evadir la verdad suprema de nuestra fe, que ya no pienso en un despertar de las almas, se hace tarde, muy tarde para ello, muy tarde para pedir perdón a los cuerpos de los vidas desamparadas, a las memorias de las almas olvidadas que yacen en la más completa desolación. Nos hemos estructurado de tal forma que sólo nos interesa nuestro propio bienestar, nuestro propio beneplácito, ignorando que en los atardeceres de las vidas, las almas pululan desorientadas como si se tratase de fantasmas.

Llevo aquí mucho tiempo, bastante tiempo como para darme cuenta de lo que realmente somos, como sociedad, como conjunto, pero también como individualidades, me apesta el silencio en el que la gente dice estar proclamando una enorme verdad espiritual como la verdad heredada de Jesucristo, no obstante, muchos se conforman con sólo absorber, extraer como las abejas el polen de las plantas, pero jamás se dan el trabajo de preguntar si tu dolor te permite vivir en paz, si tu herida con el tiempo ha sanado, ese no es tema para ellos, la jactancia espiritual y la arrogancia en la que muchos viven y defienden a sus íconos, no les permite descender a la altura de la vida de un miserable ser humano que no está de acuerdo con los procedimientos actuales de una religión podrida y vendida al sistema, todo porque hoy día el ser cristiano tiene tintes manifiestos de ser una poderosa y certera careta de doble faz, de doble predicamento, “lo ancho para mi, y lo angosto para los demás.”

Esta representación minusválida y artificiosa de los cultores de la mediocridad espiritual actual, ha ganado muchos adeptos, es que la naturaleza humana de hoy, ya no necesita verdades supremas como para poder seguir proyectándose en el tiempo, se sabe ganadora, se sabe coronada de gloria y sin embargo llena vive de títulos blasfemos, de títulos que logra a través de su propia y ritual prostitución diaria que no necesariamente termina en gestaciones, porque el libertinaje espiritual de la cristiandad del hoy, no tiene como propósito central la reproducción y la generación de vidas nuevas y creativas sino, la de corromper su propia naturaleza y ofrecer un espectáculo decadente y comercial que adula y sensualiza los sentidos de tal forma, que ya no queda ningún vestigio de una verdad tan poderosa como la verdad proclamada hace miles de años atrás por profetas y hombres de valor.

El hombre ha cambiado, ha cambiado su naturaleza, ha cambiado su forma de ser, lo honesto ya no tiene importancia, lo verdadero es considerado nefasto, el ruin y burlador logra satisfacer sus viejos apetitos, el honesto en cambio es segregado, apartado a vivir en soledad, en una soledad de imágenes en donde la palabra surge como una cristalina fuente de agua celestial, y el pensamiento aislado de las sombras no logra detener, con su abismante lentitud, la reflexión de quienes aún no desertan de una fe que no ha podido ser cambiada ni menos afectada por la mugre espiritual de los mercaderes de la realidad.



Aquí estoy entonces, para reavivar mi propio espíritu, para fortalecer mis propias convicciones. Como ven, no ha sido posible que la lacra mediática de la alabanza y de los adoradores me convenza, que se pudran, que se meen en sus propios pantalones, ellos jamás han proclamado una sola verdad que me haga pensar que al menos hoy, me habré equivocado tal vez al no querer oírles ni aceptarlos, al menos por un rato, al menos por un solo momento, lo cierto es que la duda jamás ha rondado en mi cabeza, jamás he tenido un solo sueño en el que Dios, desde su Santa y Gloriosa morada me haga pensar que tales representaciones de una realidad espiritual decadente y mediocre como la actual, puedan tener algo de razón en lo que cantan o dicen, ello no ha sido posible, y debo seguir siendo sincero con ustedes, no lo lamento en lo más mínimo, es más, me alegro que así sea, me alegro que al menos yo, un mísero exponente de la danza olvidada de una fe criolla y maloliente, tenga las agallas suficientes para decirles a ustedes, desde esta propia columna, que con sus cotidianos silencios, con sus traiciones partidarias, representan para mi, la cobardía total y absoluta de gentes que no les interesa en lo más mínimo el que yo sufra o no con lo que estoy diciendo o pensando, por cierto, ¿qué les debo?, ¿qué les adeudo? Nada, absolutamente nada, todo me lo he ganado con mi porfía, con la fuerza de mi propia voluntad que a diario me impulsa a seguir cuando, en una de esas nocturnas emboscadas, advierto el sonido de una filosa estocada mortal que me despierta, pero que luego de una encarnada lucha cuerpo a cuerpo en el interior de un cuarto lleno de historias, me doy cuenta que otra vez, en la propia verdad de mis viejas convicciones, he vencido, en el único Nombre que muchos ya ni nombran, ni cuando se van a dormir ni cuando despiertan, lo consideran demasiado trivial como para recordarlo y nombrarlo.

Me he decidido entonces a enfrentarlos, a decirles lo que pienso de cada uno de ustedes, a no guardarme nada, a enfrentar a los viejos molinos de viento aunque termine desecho, herido de muerte, simplemente porque mis convicciones retratan el que creo, es el sentir de Dios, de un Dios humanizado en la Persona de un Cristo al cual nadie desea imitar, por el dolor de tener que perderlo todo, a cambio de qué? ¿Quién lo imita a Él? ¿Acaso los vendedores de ilusiones espirituales? Jamás nunca, ellos no lo van a logran aunque regalen todas sus miserias y den sus cuerpos para morir quemados, son otras las cosas que han de mover a un cristiano, son otras las certezas que han de llevar a alguien a la gloria de Dios. Yo, siendo muy honesto, no merezco ser llevado a un lugar como ese, he fallado muchas veces a Dios, de muchas formas y en distintas circunstancias, pero lo que jamás voy a hacer para convencerme y tratar de convencer a los demás de que soy o quiero ser un santo, es mentir, es adular, es alejarme del dolor de los que sufren para llenarme los bolsillos de dinero como lo hacen hoy los mercaderes de la alabanza y la prosperidad, no señor, la poca conciencia que aún queda en mi alma, no tiene precio, la sangre de un mártir como Esteban no me permite mentir ni mentirles, y sé que nadie tal vez me agradecerá por lo que les estoy diciendo, de eso estoy completamente seguro.
- ¿A dónde se ha ido la voz de los profetas de Dios?

- ¿En dónde se encuentra el sonido de sus voces?

Hoy nos encontramos rodeados de versiones vulgares y mediocres de un cristianismo que agoniza, tener la honestidad para denunciar a los corruptos de la religión actual ya no es tarea de Ministros de Dios, ellos están en otras cosas, otros proyectos tienen tomadas sus vidas, lo cierto es que el cristianismo actual se ha vuelto inocuo con todos sus procedimientos absurdos para un sistema que vende cuerpos de niños bajo la sombra de la noche, y frente a la más consagrada y antigua reliquia de la religión católica en Santiago de Chile, ¿en dónde están los pastores de esta patria para protegerlos? ¿Ellos no valen la pena acaso, aunque Jesús haya dicho: “Dejad los niños venid a mi, y no se lo impidáis”?
Ellos mismos se han encargado de proteger con sus fachadas de santurrones a los más perversos abusadores y violadores de niños, como son, “los curas de la infamia, los curas del infierno”, de un infierno que precisa de cómplices para funcionar y hacer que la maldad prolifere sin que nadie logre notar lo terrible que resulta para todos nosotros, el que un solo sacerdote, en una nación llena de católicos y gente que dice ser cristiana, sea capaz de violar niños inocentes. A los mismos que salieron a defender la vida, a prohibir la píldora del día después, ¿dónde estaban cuando los sacerdotes en el mundo entero violaban niños? ¿Cuándo hicieron una sola marcha para llorar y rogar por sus vidas?

Sin duda que este podrido mundo nada tiene que ofrecerme ya, nada que me haga cambiar de opinión, lo único que tengo para ofrecer entonces es mi queja, mi alarido constante contra los malos gobiernos, contra los que usan a los niños como mercadería sexual, contra los que maltratan sus cuerpecitos, contra los que venden y envenenan lo que queda de inocencia en este mundo con la maldita droga, fuera o dentro de nuestros colegios, en las universidades, en las instituciones, cualquiera sea, en las calles de nuestra patria.


¡Púdranse todos los que sin un mínimo sentido de la compasión no ayudan al pobre y lo cubren en los días de invierno! Una religión sectarista y llena de contradicciones como las que tienen aquellas que hoy día pretenden ser las más fieles representaciones de Cristo aquí en la tierra, yo no quiero, no las amo, deseo su condenación total, deseo para ellos el más severo castigo por las iniquiedades en el nombre de todos los niños abortados, en el nombre de todos los hombres maltratados por un sistema cruel y lleno de desdichas que no logrará jamás, en las manos de políticos ineptos y faltos de entendimiento, mejorar la condición de ellos.


A los mercenarios les digo, no voy a descansar hasta que la justicia de Dios se haga una realidad completa en esta tierra, y las miserias por las cuales se desviven y luchan, y además ganadas a costa de ignorancia y de ignorar a los hambrientos en el mundo entero, se pudran con todas sus arrogantes y orgullosas mentiras.

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