Wednesday, June 09, 2010

¡El Don no debe claudicar, jamás!























He finalizado mi segundo libro de poesía y estoy muy agradecido, agradecido en primer lugar, de mi mujer, de mi esposa, porque no todas las mujeres viven junto a alguien que escribe en todo momento, que cuando ves una noticia que pudre aún más este mundo de sueños inconclusos, te expresas con todas tus fuerzas, y ella, a la distancia de un par de metros, es capaz de entender lo que te pasa y el por qué te duelen tanto las palabras que no se dijeron. Ahí ves tu ganancia, no en la cantidad de libros que pudieras con suerte vender si el destino te acompaña, tu labor comienza en la comprensión que tienen los demás, los que te rodean, los que viven contigo, de lo que eres capaz de hacer, aún con el dolor precipitándose en tus huesos, aún con la precariedad de quellos que no cuentan con respaldos económicos estatales para lanzarse al difícil precipicio de la creatividad.

Doy gracias a Dios también, porque no escribí estos versos para cantantes de moda cristianos, incluso para cristianos que siguen cantantes de moda, muy por el contrario, elegí el camino estrecho de la voz inquieta de los soñadores que no temen a los frios ni a las montañas, que para ver el mundo como es, siempre será necesario encaramarse un poco más alto que los demás, y nunca para sentirse superior o algo por el estilo, es más, aquí estoy, llevo más de una semana envuelto en mis sábanas soportando un dolor tangible que me vuelve inoperante, indigente para las pretenciones de un mundo que todo lo ha de traducir en dinero, pero que al final, no sirve para comprar la dicha que solo te proporciona lo que haces con más amor para que este mundo sea cada día un poquito mejor. Aquí, parapetado, alejado del bullicio de los músicos predecibles de la alabanza comercial, he culminado un sencillo trabajo que me tomó una infinidad de horas, minutos y tiempo que se tornaron interminables cuando en las noches el frio parecía congelar mis articulaciones, y yo, junto al ruido del mar, procesando lentamente las ideas, iba coleccionando las imágenes hasta convertirlas en lo que ahora son, un cuerpo, un pequeño y leve cuerpo de expresiones poéticas, una manifestación sincera del dolor que te provoca la mentira instalda en nuestras vidas, como si se tratara de algo sin valor o sin importancia, allí también reside el valor que tiene el trabajo de todos quienes, haciendo un gran esfuerzo, toman sus dones, se arman en la vida, y luego asumen, que aunque nada podrá cambiar el curso de los días que vivimos, el color, las formas, o el sonido que agragamos con amor a nuestras músicas, pertenecen a una cultura extinta en la conciencia de la gente que no entiende el valor de una sencilla pintura, un escrito, un poema, o una canción.

Hoy día todo es trivial, todo es pasajero, a nadie le importa si una madre, luego de atender a sus hijos y de hacer los quehaceres cotidianos, es capaz de armarse para emprender algún tipo de arte o artesanía, a eso yo le llamo en mi nuevo libro, "asesinato", "asesinato cultural", "asesinato espiritual", "asesinato moral", porque las manos de los hombres hoy día están manchadas, manchadas con la sangre de tantos hombres con talento que la religión hipócrita sepultó en el olvido, en la segregación espiritual, para dar a conocer a los hermanos, la última producción de un cantante cristiano mexicano que nadie sabe si lava o no los platos en donde come a diario. Pero eso a nadie le importa, el servicio ha sido reemplazado hace tiempo por el "servirse", es decir, pasar por alto a los demás y transformarlos en útiles, para cualquier cosa, hasta para lavar los neumáticos del auto del Obispo, para cualquier miseria inexplicable, lo trivial me inspira a continuar escribiendo entonces y animando a quienes tienen algo o mucho que decir, no está todo escrito ni dicho, Dios nos ha dado las manos y la ciencia del conocimiento para ponerla en práctica, no sólo para contemplar la escena de la vida cotidiana, sino que también, para claudicar, para hacer sentir nuestra desazón con un sistema religioso colapsado de miseria espiritual y cultural, en donde el creativo prácticamente es tratado como un paria.


Al finalizar éste, mi segundo libro de poesía, tengo la certeza que la muerte a que me había confinado la religión actual, no podrá con la fuerza de una resurrección que más que letra es una completa realidad en mi propia vida, por eso ignoro las críticas en este instante, carezco de palabras para los críticos que desdeñan desde sus plácidos horizontes de mediocridad, el trabajo honesto y perseverante de todos aquellos que colaboran en la creación de un mundo lo menos predecible posible. El alma, mi alma, abierta como un abanico de portentos, me indica que el silencio, más que silencio, llegará a ser un día, una forma de expresión que permita a los artesanos y creativos de la fe cristiana, los verdaderos guías de un pueblo que en sus rruinosas realidades templistas, no hacen más que vegetar y dormir, mientras, las manos de algún bondadoso ser humano, lleno de interrogantes y contradicciones tal vez, asume el rol por el cual la materia necesita ser tratada y transformada, hasta llegar a convertirlas en palabras, en mobiliarios, en rústicas propuestas, en artesanías que la nueva propuesta de la fe comercial, jamás podrá ser capaz de lograr, aún con todos sus millones y apoyos corporativos de por medio, porque no es el dinero lo que te hace ser lo que eres en el mundo de la fe, sino, lo que eres capaz de hacer aún careciendo de todo y estando lejos de todos.

Por ello tal vez es que estos nuevos representantes de la fe incapaz y sensual, no han sido capaces de entender ni menos hablar del carpintero de Galilea, si no saben ni conocen siquiera el nombre de las herramientas, ¿cómo podrían hablarnos de Él? Aún así se las han arreglado, aún así seguirán diciendo que lo conocen, que lo han oído y que de verdad lo siguen y siguen sus enseñanzas, lo extraño es que Él, como buen Carpintero, jamás prometió a sus discípulos dinero, por el contrario, solo contradicciones, problemas que a lo largo de la vida de cada uno de ellos, hizo que la fe en Jesucristo se transformara finalmente, en una forma de vida y de expresión original y sincera, más que en una escuela de cobardes y aturdidos que están llenos de temor porque la tierra sigue aún moviéndose y los mercaderes de profecías temporales, hacen nata dentro de la casta espiritual de los que viven y se nutren del miedo.


Gracias a Dios entonces, por darme la fuerza y el coraje de expandirme en medio del océano de los verbos para comprender que la vida que hoy vivimos, lejos de sentirla más humana, más cerca de Dios quizás, nos aleja diariamente del sentido verdadero por el cual un día Dios, nos dejó en este lugar para que pudieramos quererla, amarla y respetarla. Ningún minuto, ningún día que me tomé en la construcción de este trabajo, estuve lejos del mar, allí, la fuerza arrolladora de sus olas me hizo compreder que nuestras vidas, etiquetadas y formales, no son más que pequeños e inservibles granos de arena, y que si tienen algún sentido en ésta, nuestras frágiles existencias diarias, es solo porque Dios así lo quiere, de otro modo, nada en el mundo que vivimos tendría el valor que tiene, si cada una de nuestras pequeñas pero importantisimas experiencias fueran solamente producto de la coincidencia.

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