Thursday, September 09, 2010

La voz que ignoraron los desertores.





















He estado pensando últimamente que tal vez, todos aquellos que se hallan sumidos en este materialismo que a mi parecer, distorsiona las enseñanzas de Cristo y su divino Evangelio, tengan un gran punto a su favor, la sagacidad, la avaricia, el egoísmo, antivalores fundamentales como para sostener una realidad que invoque tales elementos en su construcción. Es probable también que yo haya estado equivocado por largos años, y que nunca tuve en cuenta este importantísimo elemento, por lo tanto, la distancia que ellos me llevan me hace pensar que estoy pasado de moda, que no tengo herramientas para recuperar el tiempo perdido y que por supuesto, estoy en vista de desaparecer y perderme en la noche de los tiempos.


El gran misterio o la piedra filosofal por ellos descubierta, en relación a esta gran epidemia del consumismo y materialismo religioso, pasa a ser el gran centro de la vida espiritual de este gran MALL por ellos construido, aquí ya no tengo ninguna probabilidad, me he quedado abajo del bus y deberé comenzar a hacer dedo, como todos los demás, como todos los que han creído que hacer las cosas por amor, y para Dios, no son síntoma alguno como para que uno si quiera piense en condescender con tal y monumental realidad, y por supuesto, sea capaz de echar pie atrás a lo que siempre estuvo dispuesto a defender hasta la muerte. Es que hoy día la deserción está de moda, como está de moda intrometerse en los bolsillos de otro y darse el lujo de viajar por poca plata a donde nunca nadie nos envió, la función de Jonás entonces se encuentra patentada, en las vidas de los propios ministros de Dios, los cuales, con una tozudez este porte, son capaces de incorporarse a la dinámica de este mundo globalizado, sin perder en el intento la compostura.


Ayer, misioneros de la fe de Cristo, hoy día, simples bravucones que adoptó la filantropía de la miseria intelectual y espiritual, y que por poca o mucha plata, son capaces de ignorar hasta a un verdadero Apóstol de Jesucristo, al cual, doy con toda seguridad mi palabra, podrían prácticamente con esa clase de vida religiosa, no solo ignorar, sino que, peor, no reconocer, porque el discernimiento simplemente en tales realidades no cuenta, no es necesario, el poder y la seguridad que te ofrece esa clase de mendicidad espiritual, no te permite ver las consecuencias a que te expones cuando te excedes y transgredes los límites que Dios ha puesto en nuestras vidas no como adornos, sino, como verdaderos e incuestionables parámetros de vida. Mi error en tales circunstancias sería, el no haber cambiado mi manera de pensar y aferrarme a ciertos principios, que por honestos, me parecen imposibles de pasar a llevar, la Ética, la que me fue enseñada por mis padres, y que por añeja que sea, agradezco de rodillas a Dios, me indispone contra tales presuntuosos que no encontraron nada mejor que, arropar sus vidas de miseria material y dieron al Evangelio del Señor Jesucristo, una muy enorme y falsa interpretación de lo que realmente es y debe ser la vida de un Ministro de Dios, dejando para no se cuando, importantísimos aspectos sin tocar, como son la actividad sacerdotal y profética del Evangelio de la Cruz, la Ética de Cristo en la cuestión material, pilares fundamentales que a mi modo de pensar, no pueden evadirse.


Pero ya, no estamos en condiciones de volver atrás, el tiempo ha corrido velozmente y muchos de estos paradigmas espirituales en la actualidad, después de pasados los acontecimientos y en cierne frente a otros tal vez de peor naturaleza, hacen como si la vida que ellos han llevado hasta ahora, no tuviese ninguna implicancia, obviando el parlamento y dominio escritural bíblico, distribuyen su misericordia haciendo las de Sor de Calcuta para que nadie indague en las raíces de este asunto, es que no están dispuestos a peder de vista los logros, las menciones, los títulos, todo ese conjunto de bajezas con que este apolillado sistema ha ultimado lo que quedaba de sus podridas conciencias. En fin, como pertenezco a una generación que hacía las cosas porque le nacía, porque entendíamos que la vocación había sido instaurada por El Señor, no voy a precipitarme en cuestionamientos que nada van a lograr, por el contrario, simplemente voy a invocar el argumento bíblico en toda su magistral y pedagógica instancia para dejar muy en claro, una cosa, que no es posible desviar el corazón de un creyente que se ha propuesto hacer lo que Dios manda y requiere en este tiempo, por lo tanto, me considero una persona sin otro mecanismo de defensa que la verdad que me ha sido incubada desde mi niñez por quienes pensaron que, hablarle de Cristo a un ser como yo, era una bella oportunidad para sembrar valores que la sociedad, en ese tiempo ya, se encontraba perdiendo. Así, no puedo dejar de ignorar a muchos hermanos que fueron piezas de vital importancia en la formación de mi carácter, pero en lo que respecta al tema que nos convoca, es claro que la formación pedagógica en cuanto a esta clase de verdad, mis padres son quienes han influido mayor y prioritariamente a la hora de decidir con respecto a estos y otros valores, no hay otra prerrogativa, por ello es que El Evangelio del Señor Jesucristo tiene para mi, aún ahora, aún pasado los años, ese típico aroma a té que nos hacía estar juntos a todos mis hermanos cuando en esos días de invierno construíamos nuestras vidas en torno a conversaciones familiares y hogareñas, nada más cercano a la verdad por Cristo predicada, lo demás, sigue y seguirá siendo una deformación, porque no existe explicación para que podamos comprender esta voracidad en la que hoy día se encuentran tantos y tantos fieles que algún día dijeron estar ofreciendo sus almas a que hizo el cielo y la tierra, no hay manera de entender, por lo menos dentro de una realidad normal de vida, tantas y tantas horas, y días, y años de predicación en torno al vil dinero, tantos tiempo perdido en cuestiones que en nada han aportado a la vida cristiana.


El costo ha sido enorme, desde desertar de problemas profundamente proféticos hasta ignorar aspectos fundamentes e invaluables del Evangelio de La Cruz, Evangelio que en la realidad se haya en retirada, por ser incapaz de absorber las necesidades de estas putrefactas realidades en donde el dolor y la problemática humana, son solamente aspectos menores frente a la gran prioridad que convoca a toda esta curia de desertores que no tienen ninguna clase de vergüenza cuando se trata de hablar de dinero. Es probable entonces que yo me haya equivocado, que me encuentre intoxicado con el olor de la vejez que se aproxima, que éste Misterio del materialismo cristiano impuesto por las castas privilegiadas de la realidad espiritual, sea algo que yo no haya considerado siquiera, cualquiera sea la razón, en medio de mi corazón, jamás podría caber semejante principio que mueve hoy a la rapiña, por el contrario, el costo de servir a Dios en medio de tantas y potentes dificultades como, carecer del apoyo que podrían ofrecerte las nunciaturas evangélicas, o simplemente, seguir haciendo las cosas porque simplemente te nacen, es algo irrenunciable, no voy a dar un solo pié a tras en este predicamento que ha movido mi existencia, por el contrario, voy a seguir luchando, voy a seguir creyendo que el amor sigue siendo una fuerza indestructible que nos provoca al bien, a esas cosas que determinan la clase de persona que eres, y si eres capaz o no dejar tu comodidad para ir en busca de quienes te necesitan ya, en este momento y ha esta hora.


En tanto, la responsabilidad ética de quienes han transgredido el espíritu de La Palabra en este tiempo para tener logros de este tipo, se encuentra vigente, el recurso bíblico nos habla no sólo de Jonás, sino, de una realidad como la de Israel, prácticamente colapsada de apostasía y desigualdades sociales que no encontraron algo mejor que, depositar e incrustar el germen de la lujuria, la sensualidad espiritual y otras perversiones más, en el corazón mismo de la vida espiritual y religiosa de esa nación, los propios sacerdotes fueron contaminados, sus familias, sus castas, toda su forma de vivir, el pensamiento y filosofía de vida fue concebido desde una perspectiva puramente materialista, dejando expuestos a los estratos más humildes de la sociedad israelita, al más absoluto desamparo. Finalmente el castigo llegó, aunque Dios se tardó algunos años, llego el momento en que la sentencia profética se hizo realidad, primero fue la división del Reino, 931 a.C., llamándose el Norte, Israel, cuya capital era Samaria, y el Sur, tomando el nombre de la tribu fiel de Judá, cuya capital era Jerusalén, luego, la caída de Samaria, en el 721 a.C., terminando con el momento en que los babilonios toman la ciudad y deportan a los judíos a Babilonia en el año 586 a.C. Una realidad que había sido levantada con tanto esfuerzo y a costo de muchas vidas humanas, era ahora escarnio y alimento de las grandes potencias que en ese momento sirvieron de instrumento de justicia en las manos de Dios. La deportación sin embargo, a manos de los babilonios, fue una realidad contextual e histórica, ya no había nada que hacer, la cuerda se debilitó y debió cortarse, todo, absolutamente todo fue afectado, nada fue porque sí, el gran tema del Antiguo Testamento aún no considerado siquiera por los ilustres desertores de La Palabra, fue finalmente la razón que Dios tuvo para que Su Nación, Su Pueblo, fuese prácticamente barrido de aquella realidad y convertido nueva mente en esclavo. De este modo, Israel pasó a convertirse en una Nación, pero en el Exilio, lo digno de considerar en tal circunstancia, es que nadie que sufrió con las decisiones de los corruptos y afrontó la perspectiva histórica y social que les tocó vivir, desde la visión y enseñanza que les había sido traspasada por quienes se mantuvieron fieles a los principios de La Ley de Jehová hasta el final, no sufrieron ninguna clase de mal, por el contrario, fueron protegidos y no quedaron exentos de bendición, además, como queda demostrado con el recurso de La Palabra, ellos no tuvieron que vivir conceptos tan doloroso como la deportación y exilio, sino que, disfrutaron en muchos de los sentidos, de todas las bondades que les brindó una dictadura que ahora sí tuvo en cuenta las enormes y angustiantes injusticias que sus propios hermanos patentaron en la tierra de Abraham, dando a luz la noción de Remanente, noción que solo permanecía incubada en los escritos proféticos y que luego servirá para definir, en muchas de sus formas, a la propia Iglesia de Cristo en su modelo terrenal. Así queda determinado entonces por los parámetros bíblicos e históricos, por lo tanto, la fidelidad a los predicamentos que les fueron inculcados desde la niñez a aquella generación, no sólo salvó la vida de aquellos seres humanos que veían, cómo una realidad como la israelita se iba quebrajando diariamente sin poder evitar su final colapso, sino que además, recibieron bendición por haber protegido conceptos fundamentales de La Ley que Dios amorosamente les entregó.


El caso ahora entonces se aloja en nuestra propia forma de vivir, de qué es realmente importante y decidor para nuestras vidas, puede que esté en nuestras manos en determinarlo, carecer de tal poder de discernimiento pueda ser fatal en momentos en que la súper-infraestructura espiritual, no permite la confrontación de ideas ni menos la disidencia, por ello se hace urgente permanecer fiel, dentro de lo humanamente posible, a los preceptos y predicamentos bíblicos que nos han sido enseñados por inspiración divina, es probable que el tiempo que nos ha tocado vivir, tenga mucho de profético, más incluso de lo que habíamos pensado, intentar evadir la circunstancia desde la perspectiva que nos corresponde como hijos de Dios, puede resultar fatal, hoy día, nadie está seguro de nada, ni siquiera nosotros, no deberíamos, la única certeza que estamos en condiciones de blandir desde aquí, desde esta siempre complicada convergencia, es la fidelidad a Dios, nada más, para ello, sí estamos en condiciones de soportar, hasta que Cristo nos venga a buscar, hasta que Su Palabra se cumpla a cabalidad, y el remanente ofrecido, esté en condiciones de abandonar el lodazal en el cual nos hayamos por causa de la verdad.

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