Friday, November 19, 2010

La tragedia que se cierne.






















Haití se nos muestra apocalíptico, crónico, letal, solo comparable con aquellas imágenes que en años pasados nos mostraban las grandes hambrunas que dejaron las sequías en África. Pero hoy día no es solo Haití, también es Colombia, Brasil, México, nuestro mismo Chile, y una gran cantidad de países en el mundo que han sido afectados por catástrofes naturales, todos ellos formamos parte de una realidad en donde, inobjetablemente, las fuerzas de la naturaleza parecen estarle diciendo al hombre que su tiempo se acaba, que nuestra humana condición sobre este acongojado planeta está al borde de un colapso inmenso, porque nunca antes habíamos tenido una visión más global de nuestra realidad que ahora, solo en este tiempo sabemos, a pocos segundos de ocurrida alguna catástrofe, qué está pasando con otros seres humanos en otro punto del planeta. Con esa certeza, pareciera que el tiempo que vivimos nos convoca, no nos deja alternativas, intentar una huída no parece ser una buena elección, aún así, es claro que nuestro país no desea detenerse en el dolor propio ni menos en el de los demás, la vida antivalorica y mediocre que promueven los medios de comunicación, solo permite que una enorme cortina de indiferencia separe aún más, a este hombre que camina y sobrevive en medio de la gran metrópoli, de los acontecimientos que hoy día enlutan a la humanidad toda.


El sistema te ofrece de todo entonces para que no pienses en ello, el propio cristianismo se te muestra plácido para que no tengas nada por qué cuestionar la realidad, desde grandes e increíbles recitales, hasta la más burda propuesta que te haga desertar y sacar por fin aquellos pensamientos de tu alma, solo así la mediocridad avanza, solo así las tinieblas se establecen y toman su propio lugar, algunos esperan las imágenes de monstruos con dos o tres cabezas que emerjan desde el mar para creer que el tiempo que vivimos es apocalíptico, otros simplemente dan por hechas todas las cosas y ni siquiera se plantean algo semejante, el caso es que a diario las muertes por acción de la naturaleza parecen estar sobrepasándonos, desde todas las formas, desde hambres hasta diluvios, desde terremotos hasta tsunamis, toda una enorme cadena de hechos que en estas últimas décadas nos han marcado como humanidad y no nos permiten en las noches, cerrar los ojos pensando que todo mañana va a estar mejor. La naturaleza ha despertado, de eso no hay duda, la fuerza con que nos emplaza parece no contar con un ánimo de impartirnos alguna enseñanza, y por qué habría de hacerlo, si la hemos dañado con todo lo que tenemos, con todo lo inimaginable, derrames de petróleo sobre los mares, uso indiscriminado de los recursos naturales, tala de árboles sin reforestación, efecto invernadero, exterminio de especies, y un sinfín de otros hechos más que solo demuestran, la poco o nada conciencia que tenemos los seres humanos cuando se trata de utilizar lo que la tierra gentilmente nos ofrece.


Intentar separar el problema de Haití del gran drama mundial entonces, es algo ridículo, Haití es una de las más claras evidencias de cómo la autodestrucción es una realidad en curso, porque de eso se trataba todo, de autodestruirnos, porque si hubiésemos querido otra cosa, habríamos pensado en el daño, pero nunca hemos estado a la altura, los burladores siempre terminan por enmudecer las conciencias y las voces disidentes, o son ahogadas o simplemente ignoradas, existe una especie de confabulación entre los grandes intereses de las corporaciones y las personas que no toman ninguna clase de actitud frente a esta catástrofe global, y ello no ocurre así no más, se trata de un mecanismo en el que colaboran muchas partes de la sociedad, desde diputados, profesores, doctores hasta actores, todos tenemos algo de responsabilidad, excluirnos, es el camino más fácil, el más asequible, el más predecible, es sin duda, el más recurrente, porque no contradice, carece de autocrítica, es menos conflictivo, no te hace perder tu valioso tiempo en porquerías como cuidar tu espacio, lamentablemente, es el camino que elige la mayoría, por contar con condiciones apropiadas para ejercer la miseria espiritual, cultural e intelectual. En ello, los más grandes responsables son las corporaciones, las que tienen a su cargo la educación de la población, en cualquiera de sus estratos, porque si la protección y conservación de la especie fuera su más grande y fundamental principio, hubiesen luchado por ello mucho antes, antes que detonaran todas estas realidades, sin embargo, detrás de sus enmascaradas realidades pintarrajeadas de serias y formales, y hasta decentes, se esconde el verdadero propósito que es, ofrecer a las personas comunes, la entretención suficiente como para encubrirles la verdad y así desarraigarlos de una conciencia ciudadana en donde la vida humana sea respetada y puesta en el lugar que corresponde, desde contar con servicios de salud pública DECENTES, hasta ofrecer a la población una educación que les haga sentir que están siendo tomados en cuenta. Pero nada de ello ocurre, lo peor, es que la decadencia moral y espiritual se va apoderando cada vez más de las conciencias ya dormidas, y el monstruo de mil cabezas ya no parece estar emergiendo desde las profundidades de un mar en completa calma, como muchos pensaban o esperaban, el monstruo apocalíptico, disfrazado de bienes materiales y concordantes actitudes con un sistema arrogante que no acepta la verdad en todas las formas posibles, emerge con toda su violencia desde nuestros propios y seguros hogares, los que creíamos estaban a salvo, desde allí, nos imprimen toda su miseria, utilizándonos, manipulándonos, sojuzgándonos, de manera que la inactividad pase a ser una de las más determinantes actitudes que asumamos contra la realidad, y que nos quedemos finalmente sin alma, sin vida espiritual, resignándonos al proyecto tradicional que nos ofrece la dictadura de la indiferencia, la cual, sin contar con un mensaje siquiera que nos provea de luz para nuestros días, absorbe nuestras vidas como si fuera una esponja, dejándonos en quiebra, observando como la marea va subiendo y desencadena su impactante fuerza sobre nuestras frágiles realidades.


Nada podrá evitar que lo inevitable se cierna sobre nuestras realidades, no existe, al menos en este mundo, algo que pueda guarecernos cuando la naturaleza, en un día de estos, cobre finalmente todo, absolutamente todo lo que le hemos quitado, y con una violencia atroz, todo lo que le hemos robado. La tierra sin duda se prepara, el hombre, en medio de ella, no puede obviar el mensaje que Dios ha venido dando a través de muchos de sus emisarios con el correr de los años para que se prepare, hacerlo, parece ser que nos deja sin ninguna clase de esperanza, la omisión sin embargo, es una constante, en nuestras cultura urbana, en nuestras estadísticas, en nuestros modelos económicos, hablar de Dios y de sus propósitos en un mundo en donde la fuerza y el poder se concentra en el bienestar que te ofrece el dinero y sus derivados, no parece ser una buena oferta, salvo si esta oferta está alterada o adulterada para que los nuevos adictos de la fe, no tengan interrogaciones al respecto, es decir, para que todo parezca, sin importar lo que se es, así el modelo funciona, así se puede estar en todos los frentes, si no tengo esto, tengo aquello, y el principio de... “no te dejes mover fácilmente de tu modo de pensar”, que plantea el mensaje bíblico, simplemente desaparece, ello ya no tiene importancia, el cristianismo entonces ha desertado, la única posibilidad que nos queda está en lo que nos provea de certezas, y en quién más, sino en Cristo.


Toda sociedad se derrumba desde adentro, de eso no hay duda, ocurrió con Grecia, Roma, ¿y la nuestra? ¿Acaso es distinta? Para nada, si bien nosotros no tenemos los dramas que tienen países como Haití, es claro que tenemos otros, otros que tarde o temprano se convertirán en terribles pesadillas, ¿y acaso no es lo que está ocurriendo? Porque todo tiene su costo, nada es gratis en este mundo, los que nos gobiernan y gobernaron jamás nos dijeron que deberíamos pagar por todo lo que tenemos o deseamos en esta realidad, la delincuencia no es un tema menor, salir de noche es casi un sueño, descansar tranquilo para reponer fuerzas es solo un chiste, un mal chiste, nuestras vidas urbanas ya no dan para más, bandas de niños son capaces de invadirte y ponerte un cuchillo en tu cuello dentro de tu propio hogar y así poner en riesgo la vida tuya y la de tu familia. La policía no está preparada para tanta tragedia humana, los recitales de grandes artistas en nuestro país no auguran nada, absolutamente nada, la manzana se pudre por dentro, es una realidad, el panorama profético no deja ninguna clase de dudas, estamos en la mira de un Dios que no va a tomar en cuenta ninguna de nuestras pequeña acciones a favor de la paz, porque la dimensión de La Voluntad y Obediencia a sus preceptos, no está relacionada con las decisiones que pueda tomar el corazón transgresor y fornicario del hombre actual, sino, con la premisa suprema de la fuerza moral y espiritual con que Él nos amó a través de Su Hijo Jesucristo. Es inobjetable. “Al que sabe hacer lo bueno y no lo hace.”


Todos hemos de lamentar por Haití, nadie debe vivir así, nadie debería permitir que otros seres humanos en el mundo estén privados de los bienes mínimos para acceder a una vida sencilla por lo menos, pero me temo que en este momento, en este desolador y oscuro panorama, las dictaduras de la mediocridad, establecidas como prioridades dentro de nuestras vulnerables realidades, no permitan que padres, hombres comunes, madres incluso, policías, obreros, etc., seamos capaces de evaluar las dimensiones de una tragedia como la que se está desencadenando con toda su fuerza y crudeza en Centroamérica, para hacerlo, tendríamos que dejar de ver porquería en la tele, como, programas basura, farándula, comedias, noticiarios inmorales, toda esa trágica cadena de miseria que nos ofrece el espanto televisivo, además, dejar de leer diarios estúpidos en donde la medida intelectual está determinada por hombrecitos a quienes les importa un carajo la condición de nuestros hijos frente a determinadas encrucijadas que le ofrece la vida antivalorica. Dejar de oír música sin propósito, y una cantidad enorme de otras demandas más que deben estar dispuestos a asumir quienes deseen vivir en un mundo mejor. Es cierto entonces, nada habrá de detener lo que parece inevitable, solo pido a Dios que seamos guardados, que nuestras almas y vidas sean protegidas, que si debe ocurrir lo inevitable, sea Él quien nos sostenga. La tragedia se cierne entonces sobre nuestras vidas, no estamos mejor que Haití, no somos mejores porque el Cólera aún no nos alcanza, el tiempo es quien determina cada cosa, el tiempo es quien finalmente nos dirá si estuvo bien traer a este país tanta miseria y haber olvidado el destino de los que más sufren. Lo cierto es que la verdad profética no tiene varias lecturas, los apóstoles de la miseria no concordarán con alguien como yo, tampoco espero algo semejante, sin embargo, tengo la más plena certeza de que mis palabras no han de caer en una especie de desierto, jamás, siempre habrá un remanente, siempre habrá alguien que crea y se disponga a tomar la responsabilidad sin importar en el costo, por amor al Señor, por guardar fidelidad al que nos amó y guardará nuestras vidas en completa seguridad.

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