Friday, March 11, 2011

¡Y nos creíamos dioses!






















Pues bien, como decía anteriormente, la naturaleza tiene su propia manera de poner al hombre en su lugar, a veces dolorosamente, otras, de manera que las personas puedan ir lentamente comprendiendo, a través de procesos, algunos agotadores, pero procesos al fin y al cabo, que la vida que vivimos, no nos pertenece, que nada de lo que tenemos nos pertenece. ¿Y si nada nos pertenece, entonces, a quién?

Las sociedades se han construido de manera que todos quienes vivimos bajo el alero de sus súper estructuras, estemos de acuerdo en que vivir como sociedades modernas y civilizadas, demanda el consentimiento y sometimiento a la vez de los individuos que la componen, a cada una de sus sólidas organizaciones, esa es la manera en que funcionan las sociedades, esa es la forma en que el mundo civilizado logra alcanzar un cierto equilibrio para que la vida en sociedad, sobreviva y a la vez, tenga sentido. Por ello además, es que estos conglomerados enormes son modernos, por ello también son civilizados, otra cosa no podría funcionar, parece ser, en un mundo en donde el ser humano necesita desarrollarse y capitalizar el esfuerzo de toda su existencia, que no tenemos o no contamos con otras formas que puedan abarcar, en toda su magnitud, la casi totalidad de experiencias que produce la vida en sociedad, menos las modernas. Allí, el hombre, sumergido desde siempre en su eterna disputa por la subsistencia, logra asirse de los medios para compensar su soledad, el sistema y la superestructura que ha construido le permiten acceder a todo lo que él quiera, inclusive a lo que no debe, pero bueno, es hombre y por lo tanto no se negará, además, pareciera ser que no posee herramientas en su humanidad, como para negarle a esa misma humanidad aquello que podría dañar sensiblemente su existencia.


Dado de esta manera, la vida se torna dependiente, difícilmente en medio de una dictadura tal, que todo lo transforma en dinero, en experiencias superficiales, el hombre pudiera apreciar las grandes esclavitudes a las que debe someterse por el solo hecho de haber nacido en esta condición, por lo tanto, sin quererlo tal vez, prácticamente se vuelve un esclavo, un prisionero de sus necesidades, de toda una manera de vivir en la que Dios no afecta en lo más mínimo su conducta, se trata de una independencia basada en su propia autodeterminación y elección propia de elementos que se contradicen con la Voluntad expresa de Dios. Viviendo de este modo, se torna egoísta, individual, no reconoce incluso su enorme necesidad espiritual, para ello la súper estructura cuenta con toda clase de medios para inocularlo contra la verdad profética, allí además es donde entra a jugar un papel importantísimo la realidad de La Iglesia de Cristo, que no es otra estructura más de esta sociedad basada en el materialismo y el consumismo, sino, “el conducto por el cual desea Dios corregir la vida del hombre, del hombre común, del periférico, del que habita las grandes urbes”, Dios, en su enorme benevolencia, conocedor del sistemático rechazo a su evangelio de salvación por parte de la humanidad, no dejará jamás al hombre sin un medio de salvación, no es parte de su dinamismo ni de su Amor constante hacia una humanidad perdida.


Las súper economías entonces, prácticamente inoculadas contra el Evangelio, no ofrecen ningún tipo de expectativa espiritual para el hombre cansado y agobiado de la dura tarea que el impone el vivir dentro de dichas esferas de sometimiento, sólo le permite el acceso a disciplinas que tratan el problema periféricamente, nunca en su fondo, para eso es que está La Iglesia, para contradecir al sistema, para dar a conocer el mensaje de Dios a esta clase de personas, no para otra cosa, cada individuo que asume el costo de alzar la voz dentro de esta sesgada realidad, tiene características proféticas de gran importancia dentro del plan de Dios, es que no hay otros, los grandes profetas de la Prosperidad y sus imitadores, solo han sabido sacarle provecho a un sistema corrupto y gracias a ello, no tienen ninguna clase de interés en salvar almas o dar a conocer el mensaje de Cristo a la humanidad. Uno se pregunta entonces, ¿cómo puede hablar Dios a un país blindado contra el propio mensaje de Cristo? ¿Cómo puede dar a conocer Su Palabra a los hombres que se encuentran cautivos dentro de estas súper estructuras, como las de Japón, en donde la persona humana vale solamente lo que produce? Recuerde que Japón tiene en este momento uno de los más altos porcentajes de suicidio infantil y juvenil, ¿por coincidencia acaso? Pero nuestras realidades no toman en cuenta estas verdades, ni siquiera las reflexionan como elementos morales constitutivos de castigos divinos en otras épocas, y ello ocurre porque simplemente el hombre de las sociedades actuales, por muy civilizados que parezcan, por muy educados que se asomen frente al porvenir, carecen absolutamente de vida espiritual, la desconexión, es total, la religión no tiene herramientas como para enfrentar semejante apremio en el que lo pone la Palabra de Dios, por lo tanto, solo aspira a dejar las conciencias de los hombres en una aparente y fructífera calma. En este plano, las grandes estructuras económicas pueden declararse vencedoras, es posible disuadir el alma y el corazón del ser humano, la realidad espiritual, asentada en su provisional conducta de mediocridad, está de acuerdo con todo, no contradice, no enfrenta las divergencias que le ofrece el propio sistema para confrontar La Palabra de Dios con los nuevos faraones del siglo actual, así la desolación para el hombre atrapado en su desdicha, es total.


Esta relación, puede que resulte hasta tediosa, no obstante, el mensaje profético siempre tuvo opositores, siempre hubo quienes hicieron la vida de los profetas, mucho menos llevaderas, adhiriendo a sus espaldas, una carga espiritual y moral verdaderamente más agobiante que el propio mensaje de Dios, es el caso de Jeremías, de Elías, del propio Juan el Bautista. Sin embargo, el mensaje profético, tuvo la fuerza suficiente como para ponerse de pie y hacer de su Llamamiento, una vocación que logró traspasar los propios límites que le impuso inclusive la religión del momento, a esos hombres, y gracias a al poderoso mensaje que Dios les entregó, es que debemos el que hoy, a pesar de las grandes calamidades que asolan la tierra, nuestra fe en la Soberana Voluntad de Dios, permanezca incólume, la Coca Cola, Nike, Intel, Microsoft, y toda una enorme cadena de nombres de grandes compañías que bombardean nuestras vidas a diario, carecen de la fuerza necesaria como para ejercer sobre nosotros, Su Pueblo, algún tipo poder que nos haga retraernos de esta fuerte decisión que hemos tomado frente a la realidad que nos urge, los hijos de Dios, viviendo desparramados dentro de este cruel sistema de libre mercado, pero llena de grandes esclavitudes, tienen ahora la oportunidad de comenzar a ejercer la verdadera vocación a la cual fuimos llamados, porque los modelos asumidos no dan ningún tipo de posibilidad cuando se trata de la realidad, allí, la imagen de los grandes valientes de la fe, debiera inspirar la vida de muchos buenos cristianos que hace tiempo dejaron de proclamar la verdad a la cual fueron llamados para hacerse responsables, y no dependientes de hombres a los cuales les importa un carajo la manera en cómo este mundo se nos cae a pedazos, seguir haciendo lo mismo, bajo las mismas condiciones, será pues, una actitud que marcará el final de una era en donde el cristianismo, teniendo las herramientas y el Llamamiento necesario, no fue capaz de enfrentar la realidad histórica con las armas que Dios le entregó, por lo tanto, no todo está perdido, cada uno de nosotros, al contemplar la desolación que ha producido una vez más la naturaleza, en este caso en Japón, debe activar sus dones y salir de la indiferencia en donde la súper estructura lo detuvo para profetizar, en sus propios hogares, en su barrio, en el trabajo, en donde sea, de manera que la humanidad cuente, en su registro histórico y moral, con el recurso de La Palabra de Dios, tan necesario en momentos como los que vivimos, tan importante en días cuando La Palabra de Dios parece escasear, mientras, gran parte de La Iglesia de Cristo, sumida en sus propias y controversiales mediocridades, simplemente hace caso omiso del Llamamiento que Dios, a través de sus instrumentos, diariamente hace.


Puede ser que todo lo que estamos viviendo, sólo sea el pago de una humanidad que ido rechazando sistemáticamente el Evangelio de La Gracia de Dios, por lo menos es lo que nos obliga a creer el Libro de Romanos, pero, también puede que se deba a la propia indiferencia con que la Iglesia de Cristo, con todos sus entes reflexivos, prácticamente ausentes en estos escenario, haya actuado en tiempos cuando debió haber ejercido su vocación sin prescindir de ninguna clase de instrumentos que Dios le dio. El canto profesional cristiano entonces, deberías estar llegando a su final, la profesión de predicar debería retroceder para dar a luz al verdadero profeta, pero me temo, al igual que en otras ocasiones, que nada de ello ocurrirá, que todo seguirá prácticamente igual, igual como siempre, con la misma clase de Ministros inflados de orgullo gobernando conciencias por una suculenta cantidad de billetes que recibe a fin de mes, en esta condición, parece ser también, que el destino de las grandes y pequeñas sociedades, está dictaminado, la voz de los profetas por lo tanto, una vez más será apagada, ahogada para permitir que la fiesta continúe, que lo ocurrido hoy día a Japón, jamás volverá a ocurrir en nuestras tierras, de ser así, la cristiandad, nuevamente, le habrá negado a Dios, y a la propia humanidad por su puesto, la oportunidad de poner a su servicio, todo lo que ÉL mismo le entregó para cumplir con propósitos específicos como, la predicación honesta y sincera de la verdad revelada en su Santo Evangelio.

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