Thursday, December 15, 2011

Caminando cerca de Dios.

















Servir a Dios ha sido siempre la razón más poderosa que mueve a mi existencia y además, a seguir luchando en esta vida, aunque sé que nunca voy a comprender bien todo lo que debiera, lo que no obstante, y pesar de todas las honestas limitaciones que además forman parte de mi antigua naturaleza, alcanzo a percibir, con la ayuda y el auxilio invaluable de su gran misericordia, que sin Él, sin la valiosa compañía de Su humilde Presencia manifestándose en cada momento, mi vida simplemente carecería de sentido, aquí, dentro de esta alma, dentro de este corazón que nunca deja de latir, que a veces pareciera que se quiebra en mil pedazos, pero que gracias nuevamente a Su abnegada compañía, vuelve a ser reconstruido y a palpitar cuántas veces quiera Dios que así lo haga. Por ello es que también defiendo mis convicciones, con toda la fuerza de mi carácter, con toda la sudorosa experiencia de mis años extenuados respaldándome, aún transgrediendo ciertos parámetros que a la mayoría indican, no debieran quebrantarse, aún así, por ÉL, siempre estaré dispuesto, sin medida hasta que mis días se apaguen, hasta que el silencio se vuelva en mis oídos deslumbrados por su amor, en una constante.

Cada uno de nosotros entonces, que vive esta maravillosa y singular experiencia de fe, es un libro que no termina cuando dejamos o abandonamos este mundo, muy por el contrario, la vida sublime que nos proporciona el Santo Espíritu de Dios, nos insta a creer a diario que nuestras vidas, a pesar de lo pequeñas que se ven cuando observamos la grandeza del Señor expresándose libremente sobre el ancho firmamento, en forma de plegarias, de luces en el cielo, han sido proyectadas para que vayamos en procura de una forma de existencia mucho más allá de las estrellas, tan lejos que no llegan los cohetes ni tampoco los satélites, se trata de un lugar totalmente distanciado de las frías condiciones de este mundo que se apaga, solo para que tengamos la oportunidad de llegar a vivir un día, una vida mucho más plena que la que hemos llegado a vivir aún estando con Él, mucho más llena de todo aquello que rodea y llena el mundo de Jesucristo, por ello, la muerte, de la que no acostumbramos a hablar, la muerte es solo un signo en medio de todas las maravillosas bendiciones que nos esperan cuando seamos absorbidos por la Luz, la de Su Presencia, la de su constante compañía, y de ese modo, se cumplan en nosotros, todas las promesas que un día nos hizo cuando el perdón era tan solo un pequeño granulo de experiencias dentro de un canto aún cierne, bellas experiencias dentro de una breve vida que recién comenzaba a germinar, a todas sus eternas y eminentes riquezas. Recuerdo no obstante, con absoluta claridad, el día en que fui tocado por Su Amor, lo recuerdo porque antes de ÉL, era otro, otro que casi no recuerdo, otro que simplemente fue absorbido por la vida de Jesús, y así, me mantuve casi dos años de mi vida en un constante llanto, en un llanto que hasta hoy me permite refrescarme en la pureza de un Amor que todos ustedes conocen, porque sé que lo han vivido en su intimidad, intensamente, aunque tengamos grandes o pequeñas diferencias separándonos, y sé también que es casi imposible con palabras definirlo, por lo extenso, por lo imperecedero, por todo lo que ha significado para sus propias vidas experimentarlo.

No obstante, recuerdo el día, pero no recuerdo el año, no soy bueno para los números, nunca lo fui, ello me permite estar mirando aquella experiencia con una claridad y una constancia casi abismante, casi reteniendo en mi memoria de los olfatos, aquél bello aroma de Su Presencia circulando por mis venas. Ustedes lo saben, es imposible dejar de recordar ese momento, porque ese es el momento cuando todo se inicia, cuando todo cambia y por lo tanto, cuando comienzan a tener sentido todas la cosas, porque es la hora y el día en que nos reconciliamos con todos y con todo, pero, principalmente, con Dios, eso es la vida, reconciliarse con uno mismo, incluso con la naturaleza, justo en un momento en que le hemos asestados tantos y tan fuertes dolores, como de parto, como un estallido de cuchillas quebrantando los océanos, los ríos y los valles, aunque la naturaleza desangrándose nos haya perdonado tantas veces, y de este modo, poder encumbrarnos a la montaña más alta libremente, sin temor a los castigos, a las sanciones, a la culpa, solo porque un día le abrimos la puerta de nuestro corazón y ÉL entró, con todo ese fantástico cúmulo de experiencias que compone Su Bendita Misericordia, con todas las estelas de los barcos parpadeando en nuestras almas Su Perdón. Allí nos hemos detenido, aunque igual avanzamos, pero nos hemos quedado absortos frente a Su figura, intangible, al menos para el mundo, para los que no creen que Él exista, pero para nosotros, una entrañable figura de un Dios inacabable, inexplicablemente bello.

Cristo se nos ha manifestado en nuestras almas para siempre, para que jamás nos olvidemos que el perdón es una realidad total y absoluta que nos permite seguir viviendo, en compañía de los nuestros, en mi caso, de nuestros pequeños retoños, y por supuesto, de mi querida hija Danielita, y pensar además, que a pesar de los años que ya tengo, 50, han despertado en mi ser, en medio de un mundo saturado de violencias y confusiones, una ternura incomparable, debido a la dulzura con que Dios nos ha ido expresando Su Fidelidad, en ello, hay muchos que han sido verdaderos puentes de Su Amor, nombrarlos a cada uno de ellos no tiene importancia, pues ellos me conocen, y yo les conozco, porque Dios me ha dado el tiempo suficiente para acercarme a sus vidas, para recibir con humildad todo lo que ellos han sido capaces de transferirme, el cariño, la fraternidad del Amor de Dios, sin la cual, difícilmente podría mantenerme en pie, todos ellos forman parte de una bella familia que Dios me ha dado y que por Su Misericordia, me ha enseñado a confiar, a dejar que Dios pueda sanarlo todo, para que por fin comiencen a aparecer las cicatrices.

El dulce amanecer sobre el pausado paisaje de un verde territorio, inyecta en este instante mis arterias de su aroma, dictando a mi conciencia que la hora y el día de su retorno, no está tan lejos como yo pensaba, y por lo tanto, lo que hemos venido a capturar con nuestros hijos y mi esposa a este espacio de sagradas colinas, deberá convertirse pronto en más bendiciones para nuestras almas, en fortaleza para nuestros propios cuerpos cansados, para que cuando reiniciemos la jornada de la dura batalla por la subsistencia, no nos quedemos dormidos como la gente sin propósito, por nada del mundo, teniendo tanto que decir en Su Nombre, teniendo tanto que contar a todos del que todo lo hizo, del que todo lo sustenta con la fuerza de Su Amor. La luz del alba desplegándose en el cielo, me trae a mi memoria, recuerdos de enormes territorios que algún día pude ver y conocer en esta tierra, en este país llamado Chile, que amo, por el cual estoy dispuesto a decirlo todo con tal de ver un día, que quienes abusan y atropellan a sus hermanos como objetos, comprendan que el mayor y más importante legado que nos ha dejado el Carpintero de Galilea, es precisamente el amor a ese desconocido ser que es mi vecino, el próximo, el que ignoramos.

La luz finalmente ha llegado, los rayos de un sol maravilloso nos anuncia que la jornada viene pronto, muy luego subiremos a los valles, con nuestros hijitos “al apa”, aunque pesen, aunque nos cueste subir, total, estamos acostumbrados a ello y para eso vinimos. En mi alma recorre mientras tanto, la dulce gratitud a este Dios que nos ha invitado, a través de un par de amigos que recién hemos conocido, a un espacio rodeado de árboles y de naturaleza, de una exuberante pero humilde bendición natural, pero que por esas cosas de la vida, inexplicables y extraordinarias, ellos no sólo nos han abierto las puertas de su hogar, sino que además, las de su alma, lo que para nosotros constituye un verdadero milagro, un enorme y misterioso milagro de amor, porque Dios, que aún existe, que aún palpita su poder en nuestras vidas, a través de Nelson, junto a su esposa Isabel, y sin haber ni existir entre nosotros lazos familiares, sin estar siquiera de acuerdo en el campo de la fe, nos está enseñando que el amor, aunque se haya convertido en una simple boleta de la luz para esta sociedad, aún se encuentra vigente, aún se encuentra al alcance de quienes lo necesiten, y no solo para que podamos disfrutar de sus cuidados, sino que también para alcanzar con ello, a nuestras propias familias, a las que debemos cuidar, por las que debemos orar, incansablemente, infatigablemente, el enemigo del alma ya sabemos que no descansa, por ello, mientras dure en nuestras vidas el poderoso aliento que nos brinda Su Presencia, seguiremos esforzándonos, haciendo todos los esfuerzos para seguir aguardando con paciencia su retorno. La guitarra y la voz de éste, Tu canto Señor, han de seguir vibrando en medio de la inmensidad, de seguro sobre las alas de un viento enérgico y constante ha de emprender su vuelo, nuevamente, por mucho tiempo tal vez, a muchos lugares de este mundo, a muchos recónditos lugares del alma que tanto lo necesita, para que nos despertemos de un momento a otro junto al encanto de toda clase de renovadas misericordias, a la esperanza, a la que nunca debemos renunciar, a la que nunca debemos desertar, por la inminencia de Su Retorno, por la cercanía de su regreso. Cristo lo predijo, habiéndose multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará, y yo, por nada del mundo voy dejar que esto suceda con mi vida, por ningún motivo, menos ahora que necesitamos, imperiosamente, que el amor genuino de Dios nos fortalezca y nos acompañe, hasta el final de nuestros días, hasta el momento mismo en que termine la jornada por la subsistencia.

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