Una forma de cristianismo sin solución.
Después
de casi 25 días en cama, en esta oscura y fría tarde de invierno, día en que ya
me siento un poco más recuperado de esta última crisis, tengo palabras de
profunda gratitud para con todos los que al saber de mi delicada condición, nos
han prestado toda clase de ayudas, desde oraciones, las que son sinceramente
muy bien acogidas por mí y mi familia, hasta ayudas materiales, todo esto,
unido al cariño con que mis amigos y hermanos en Cristo nos acompañan en este
difícil trajín por la vida. No obstante, nuestra mayor gratitud, desde luego,
la ofrecemos al SEÑOR, desde luego que sí, porque muchos cristianos,
egoístamente y además, afectados por la filosofía imperante en este tiempo
dentro de las propias filas del Evangelio, creen que un hijo de Dios, por el solo
hecho de serlo, no debería enfermarse, y por lo tanto, tal condición, solo se
debe a un castigo venido de parte de Dios.
Doy
gracias a Dios entonces, porque no pienso como todo este enorme ejército de diabólicos
seres humanos que hoy día forman parte del llamado “evangelio de la prosperidad”,
porque según creo, desde que Dios nos echó al mundo, desde la caída, no solo la
enfermedad existe, sino, toda clase de desviaciones y males propios de seres
que se han alejado de la Voluntad de Dios, créanme, si yo no creyera en esta
realidad, hace tiempo que habría desertado de la fe, sin embargo, todo el pesar
que me provoca a diario este mal, con el inmenso costo que debemos sobrellevar
como familia, opuestamente, me ha permitido reafirmar una vez más, que el Señor
Jesucristo sigue siendo nuestro Señor, por sobre todas las cosas, y que Dios
además, es nuestro proveedor, lo que no es menor, ya que el Ministerio de fe
que Dios me ha dado, ha tenido en este tiempo, un verdadero florecimiento en lo
concerniente al uso que Dios le ha podido dar, incluso dentro de una realidad
que hasta puede jactarse de contar con todos los medios para adorar a Dios,
como es la realidad espiritual evangélica chilena. De este modo, es como, con
la ayuda de Dios, y solo cuando la salud me lo ha permitido, que he podido armarme
de fuerzas y viajar muchas veces a la ciudad de Santiago, otras a Rancagüa, y a
muchos y distantes lugares más de mi hogar, con el único fin de servir a Dios a
través del sencillo Ministerio que muchos de ustedes ya de antes conocen.
Doy
gracias a Dios por ello entonces, porque podría desertar, podría abandonar esta
lucha y simplemente dejarme sobrepasar por esta extraña enfermedad, de modo que
a Dios, y solo a Él, en estas pocas palabras, le doy toda la honra y toda la
gloria, porque sin Él, habría decaído, me habría superado el dolor y el
horrible malestar, y habría dejado de buscar Su bendita Presencia, lo cual, no
se encuentra en mis genes, de ninguna manera y en ninguno de ellos, solo Dios
sabe cuánto y de qué manera muchos de nosotros hemos tenido que padecer, y
seguiremos padeciendo, por amor al que todo lo dio por nuestras vidas, a Él sea
La Gloria y el Imperio.
Muchos
cristianos en el día de hoy, no desean saber de hermanos con dramas como el
mío, prefieren el éxtasis de lo grandioso, “lo inmensa y desbordantemente
espiritual”, de manera que lo humano, lo que aún queda dentro de nosotros,
simplemente sea ignorado, a la medida incluso de silenciar, si es posible, la vida
y el clamor de muchos que debemos vivir en este mundo, con muy costosos y
dolorosos tratamientos. En cuanto a la enfermedad que me aqueja, solo debo
decir que Dios ha sido conmigo, de verdad, porque si bien la dolencia es aguda
en su naturaleza, gracias a Él, he contado con la ayuda siempre a tiempo de
hermanos (nas) y amigos del alma que me han proporcionado, en los más difíciles
y duros momentos, todos esos medicamentos
que sin la ayuda de ellos, difícilmente habría podido adquirirlos, ello, aunque
muchos no lo crean así, en especial los que se hallan pegados a la miseria de
la prosperidad, también constituye en un milagro de Dios imposible de describir
cuando se padece enfermedades de esta envergadura. Sin embargo, es claro que
nosotros, como cristianos, aún no comprendemos la manera en que debemos tratar
el sufrimiento humano, en especial, el dolor, tanto el intangible como el que
no vemos, solo cuando la enfermedad nos sobresalta, solo cuando ella surge y se
queda por algún tiempo en nuestras vidas, solo allí, podemos tener una clara y
certera visión del enorme significado de nuestras dolencias, y por lo tanto,
del sufrimiento del ser humano, de la dimensión y de la importancia que ha de
adquirir en la vida espiritual de alguien que se haya afectado por una dolencia
que no le permite hacer siquiera una vida normal. Es en este punto crucial de
la existencia humana, como experiencia propia lo digo, cuando el alma y el
espíritu humano, tienen la más transcendental oportunidad de acercarse a una
realidad de Dios absolutamente incomprendida por la generalidad, porque es allí
precisamente cuando, postrado por semanas, con tratamientos doloroso en un
Hospital, el ser humano busca, intensamente una realidad Superior que le
permita sosegar o calmar el alma, y de esta forma, aceptar en primer lugar, que
la enfermedad es parte de nuestro proceso como personas en esta tierra, y en
segundo lugar, que Dios, como un Ser Espiritual, nos ha de acompañar en todos
los momentos en que nuestra vida se encuentre en peligro o en profundas y
dolorosas circunstancias.
Aprendemos
por lo tanto también a sufrir, pues muchos de nosotros nos creíamos
omnipotentes antes de llegar a esta condición, lo cual, ya constituye en
ganancia si se mira nuestra existencia humana, como un proceso de aprendizaje,
por lo tanto, una de las cosas más grandes que he añadido a mi vida luego que
la enfermedad me impidiera ejercer mi humanidad con la libertad con la que lo
venía haciendo, es que nosotros, como seres humanos, no tenemos nuestra vida
comprada, nadie puede jactarse de nada frente a Dios, ÉL, en su infinita
Misericordia, no nos desampara, al contrario, nos permite entender que la
dolencia de la enfermedad, si bien nos perjudica físicamente, moralmente nos
enseña a humildarnos, a no tener un más alto concepto de nosotros mismos, de
manera que al mirar nuestra propia condición, ello nos enseñe o nos capacite
para también poder mirar la vida o la condición de otros. En tal caso, El
Espíritu Santo nos hace altamente sensibles a quienes, de una u otra forma,
padecen algún tipo de enfermedad, así que, si bien es cierto, estas cosas han
sido totalmente erradicadas por La Doctrina de La Prosperidad, lo claro es que
Dios sí tiene infinitas formas, como infinita es su Misericordia, de enseñarnos
a ser mejores individuos, y de este modo, ser mejores cristianos, útiles a los
demás, no indiferentes, sino, absolutamente sensibles al sufrimiento,
cualquiera sea este.
La
experiencia con Cristo entonces, nos marca, profundamente en el alma, dejando
en la vida de cualquiera que se atreve a pasar la prueba con Él, una muy inextinguible
huella que hoy día, con toda una industria de soberbia y arrogancia sin igual
en la historia, pretende el cristianismo sin cruz, erradicar de la realidad. La
cobardía en tal caso, comienza a tomar forma, una muy evidente forma que a
pocos centímetros de esa realidad, uno puede palpar sin siquiera esforzarse
para discernir, yo no tengo dudas que así es, lo digo porque a diario Dios
prueba mi vida en el sentido de que si yo, a pesar de la tragedia de la
enfermedad, soy capaz aún de creer que Él me proveerá, a lo cual yo no tengo
absolutamente ninguna duda, porque hasta aquí, junto a mi familia, no hemos
vivido otra cosa que la misericordia de Dios, así que, en mi caso, con
enfermedad, o sin ella, la fidelidad de Dios es absolutamente probada, como
debe ser probada mi fe y mi fidelidad a Dios. Finalmente, todos estos parásitos
que no desean personas con dramas en sus congregaciones, recuerden que el
médico eterno vino a los que están enfermos, ellos, o mejor dicho, nosotros,
los enfermos, somos los que tenemos la prioridad, lo que en la realidad no se puede
distinguir dentro del Reino, ya que si habláramos de plata, es claro que la
cristiandad no está apuntando precisamente a quienes tienen mayor necesidad
dentro del Reino de Dios, sino, a la satisfacciones de las propias y muy materiales
necesidades de quienes por LLAMAMIENTO, deberían ir en pos de los que sufren,
para eso Cristo también trajo este Reino, de lo contrario, dejemos al mundo
como está, todavía hay damas de verde y de rojo en los Hospitales sirviendo al
prójimo. La muerte es inevitable, todos
vamos para allá, con o sin dolor, no obstante el Señor nos ha mostrado un
camino mucho más creíble y honesto, preocuparnos por los que sufren, y no
aportar con nuestro dinero en aquellas congregaciones que no tienen
absolutamente ningún problema que solucionar en el campo de la enfermedad.
Todos moriremos hermanos, es ineludible, y aunque muchos no lo crean o no lo
acepten así, morir en Cristo también es una forma de adoración con la cual
podemos ofrendar lo que hemos sido a Dios, evitar el sufrimiento de manera tan
descarada y desvergonzada como lo establece la predicación actual, es un
poderoso síntoma de que los cobardes no solo han aparecido en el Evangelio,
sino que además y al parecer, han venido para quedarse con nosotros.
2 Comments:
Que el Señor le bendiga mucho hermano, y que el sea torre fuerte en momentos de dolor y angustia.
Un abrazo!
Agradezco tus palabras hermano (a), agradezco al Señor por la fuerza y el poder con el cual nos sostiene en este mundo, sé que su Regreso se aproxima, estemos alerta entonces, preparémonos, no permitamos que este sistema nos adormezca, por nada del mundo.
En el Amor entrañable de Jesucristo.
Florencio Navarro
elrecolector
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