Thursday, January 03, 2019

EL BENDITO AMOR DE DIOS...




Cuando de verdad amas lo que haces para El Señor, intentas que en cada expresión, en cada manifestación con la cual te entregas por entero a dar testimonio de ese Amor a los demás, exista una clara y tangible evidencia de que todo lo que haces dentro de ese ámbito, esté completamente bendecido por este gran Amor que a veces desborda nuestra propia forma de entender la vida que vivimos.

El Amor de Dios, para los que creemos y esperamos por completo en Él, es una realidad inadmisible, una realidad que se halla manifestada en todos los aspectos de nuestras vidas, no podemos negar la influencia que este bello sentimiento nos hace sentir, aún en los momentos más difíciles que nos toca enfrentar, no estamos encadenados a una forma de fe que no nos permita reflexionar en algo tan fundamental para nuestras vidas, por lo tanto, le debemos a Dios y a Su Bendito Amor, todo lo que somos y por lo cual intentamos constantemente mantenernos firmes y no ceder a los engaños de este sistema.

Amar es un don de Dios, y cuando amamos, reflejamos a los demás esa parte bendita que aún queda dentro de nosotros, es decir, somos portadores de una experiencia única en este planeta, como si los seres humanos que hemos creído en Él, tuviésemos la facultad venida de Él para que podamos afectar otras vidas, otras existencias con esa clase de sentimiento, se trata de una auténtica experiencia de vida, una que, a quienes lograremos tocar y bendecir con este Amor, de seguro les cambiará la forma de sentir y de pensar.

A mí me ocurrió cuando conocí al Señor, mi vida desde ese momento no fue la misma, todo se vio afectado, todo finalmente debió sucumbir frente a una clase de Amor que jamás había experimentado en mi ser, creo que ello marcó de tal forma mi existencia, que aún hoy día no puedo dejar de proclamar que El Amor de Dios no solo es real, sino que posee toda la veracidad para liberarnos de la amargura y la soledad que nos provocan las malas experiencias con otras personas de este mundo, y ello nos debiera poner en alerta, sobre todo porque en estas fechas, la tendencia es a mezclar todos los sentimientos y echarlos por la borda, como si pudiéramos homologar El Amor de Dios con nuestras mezquinas y humanas expresiones acerca de los que sentimos en cualquier instante.

Separar el amor de La Persona del Señor Jesucristo es habitual en este sistema, sin embargo, no todo lo que se proclama como amor en los cantos románticos, que los hay por miles y miles, y en otros tipos de cantos que también existe en la realidad, tienen su origen en Dios, por su puesto que no, el ser humano, creado a imagen de Dios, es capaz de experimentar esta clase de sentimiento, y por lo tanto, no es extraño que en nuestras expresiones diarias se halle la necesidad de amar a quien queramos al modo más humano posible, pero, cuando expresamos esta forma de amor sin que ella conserve la parte divina que se halla solo en La Persona del Señor Jesucristo, hablamos de amar someramente, superficialmente, casi sensualmente, lo cual deja inconclusa una cantidad enorme de cosas que solo El AMOR de Dios puede proclamar a través de nuestros corazones.

Vivimos en tanto, en medio de una sociedad que posee sus propios intereses e interpretaciones acerca del amor, se canta al amor, se escribe del amor, se cuentan historias que hablan de amor, como una gran cantidad enorme de película que dicen hablar del amor, es decir, el tema del amor está presente en muchas de las manifestaciones del espíritu humano, no obstante, es importante recalcar que cuando practicamos o expresamos el amor, cualquiera sea la forma de este, sin considerar el concepto de “caridad” inmerso en lo que decimos o compartimos con otras personas, estamos dejando sin sustento muchas de las cosas que solo Cristo en Su Gran Amor puede reafirmar en nuestras vidas con Su Misericordia y Piedad, por lo tanto, separar El Amor de Cristo del concepto del amor que practicamos a diario, nos deja huérfanos en muchos aspectos, porque aún en la relación de pareja, es decir, en el amor entre un hombre y una mujer, es necesaria “la caridad”, de lo contrario, no veríamos la necesidad y el dolor que hay en el otro cuando amamos, ya que el verdadero Amor, el que incluye a Cristo, no busca lo suyo propio como dice La Escritura en l de Corintios 13, sino, el bien de quien es objeto de nuestro amor, es decir, el del prójimo.

En medio de un mundo que hoy ha revivido las filosofías de los antiguos atenienses y romanos, hedonismo y otras, sin olvidar el materialismo y el daño que nos produce el consumismo a todos, es claro que la confusión puede llegar a alcanzar la propia vida de los cristianos, por ello es que debemos reflexionar nuestra fe, darle la importancia que merece a lo que creemos o sustentamos con nuestras convicciones, y junto con ello, la calidad de nuestros sentimientos, porque en todo lo que expresamos, como lo he venido planteando, expresamos también lo que hay de Dios en nuestros corazones, y por lo tanto, cuando decimos que amamos, debemos estar claros que buscamos con ello no el bien nuestro nada más, sino, el de quienes nos rodean, y con ello, estaremos colaborando a que el orgullo y la soberbia humana, cedan frente a la dulzura y frescura de una clase de Amor que es capaz en lo concreto,  de disipar todo lo malo y perverso que hay en el corazón humano sin experiencia con Cristo.


f. navarro m.
cantautor cristiano chileno