EL BENDITO AMOR DE DIOS...
Cuando de verdad amas lo que haces para El Señor, intentas
que en cada expresión, en cada manifestación con la cual te entregas por entero
a dar testimonio de ese Amor a los demás, exista una clara y tangible evidencia
de que todo lo que haces dentro de ese ámbito, esté completamente bendecido por
este gran Amor que a veces desborda nuestra propia forma de entender la vida
que vivimos.
El Amor de Dios, para los que creemos y esperamos por
completo en Él, es una realidad inadmisible, una realidad que se halla manifestada
en todos los aspectos de nuestras vidas, no podemos negar la influencia que
este bello sentimiento nos hace sentir, aún en los momentos más difíciles que
nos toca enfrentar, no estamos encadenados a una forma de fe que no nos permita
reflexionar en algo tan fundamental para nuestras vidas, por lo tanto, le debemos
a Dios y a Su Bendito Amor, todo lo que somos y por lo cual intentamos
constantemente mantenernos firmes y no ceder a los engaños de este sistema.
Amar es un don de Dios, y cuando amamos, reflejamos a los
demás esa parte bendita que aún queda dentro de nosotros, es decir, somos
portadores de una experiencia única en este planeta, como si los seres humanos
que hemos creído en Él, tuviésemos la facultad venida de Él para que podamos
afectar otras vidas, otras existencias con esa clase de sentimiento, se trata
de una auténtica experiencia de vida, una que, a quienes lograremos tocar y
bendecir con este Amor, de seguro les cambiará la forma de sentir y de pensar.
A mí me ocurrió cuando conocí al Señor, mi vida desde ese
momento no fue la misma, todo se vio afectado, todo finalmente debió sucumbir
frente a una clase de Amor que jamás había experimentado en mi ser, creo que
ello marcó de tal forma mi existencia, que aún hoy día no puedo dejar de
proclamar que El Amor de Dios no solo es real, sino que posee toda la veracidad
para liberarnos de la amargura y la soledad que nos provocan las malas
experiencias con otras personas de este mundo, y ello nos debiera poner en
alerta, sobre todo porque en estas fechas, la tendencia es a mezclar todos los
sentimientos y echarlos por la borda, como si pudiéramos homologar El Amor de
Dios con nuestras mezquinas y humanas expresiones acerca de los que sentimos en
cualquier instante.
Separar el amor de La Persona del Señor Jesucristo es habitual
en este sistema, sin embargo, no todo lo que se proclama como amor en los
cantos románticos, que los hay por miles y miles, y en otros tipos de cantos
que también existe en la realidad, tienen su origen en Dios, por su puesto que
no, el ser humano, creado a imagen de Dios, es capaz de experimentar esta clase
de sentimiento, y por lo tanto, no es extraño que en nuestras expresiones
diarias se halle la necesidad de amar a quien queramos al modo más humano
posible, pero, cuando expresamos esta forma de amor sin que ella conserve la
parte divina que se halla solo en La Persona del Señor Jesucristo, hablamos de
amar someramente, superficialmente, casi sensualmente, lo cual deja inconclusa
una cantidad enorme de cosas que solo El AMOR de Dios puede proclamar a través
de nuestros corazones.
Vivimos en tanto, en medio de una sociedad que posee sus
propios intereses e interpretaciones acerca del amor, se canta al amor, se
escribe del amor, se cuentan historias que hablan de amor, como una gran cantidad
enorme de película que dicen hablar del amor, es decir, el tema del amor está
presente en muchas de las manifestaciones del espíritu humano, no obstante, es
importante recalcar que cuando practicamos o expresamos el amor, cualquiera sea
la forma de este, sin considerar el concepto de “caridad” inmerso en lo que
decimos o compartimos con otras personas, estamos dejando sin sustento muchas de
las cosas que solo Cristo en Su Gran Amor puede reafirmar en nuestras vidas con
Su Misericordia y Piedad, por lo tanto, separar El Amor de Cristo del concepto
del amor que practicamos a diario, nos deja huérfanos en muchos aspectos,
porque aún en la relación de pareja, es decir, en el amor entre un hombre y una
mujer, es necesaria “la caridad”, de lo contrario, no veríamos la necesidad y
el dolor que hay en el otro cuando amamos, ya que el verdadero Amor, el que
incluye a Cristo, no busca lo suyo propio como dice La Escritura en l de
Corintios 13, sino, el bien de quien es objeto de nuestro amor, es decir, el
del prójimo.
En medio de un mundo que hoy ha revivido las filosofías de
los antiguos atenienses y romanos, hedonismo y otras, sin olvidar el
materialismo y el daño que nos produce el consumismo a todos, es claro que la confusión
puede llegar a alcanzar la propia vida de los cristianos, por ello es que
debemos reflexionar nuestra fe, darle la importancia que merece a lo que
creemos o sustentamos con nuestras convicciones, y junto con ello, la calidad
de nuestros sentimientos, porque en todo lo que expresamos, como lo he venido
planteando, expresamos también lo que hay de Dios en nuestros corazones, y por lo
tanto, cuando decimos que amamos, debemos estar claros que buscamos con ello no
el bien nuestro nada más, sino, el de quienes nos rodean, y con ello, estaremos
colaborando a que el orgullo y la soberbia humana, cedan frente a la dulzura y
frescura de una clase de Amor que es capaz en lo concreto, de disipar todo lo malo y perverso que hay en
el corazón humano sin experiencia con Cristo.
f. navarro m.
cantautor cristiano chileno