Tuesday, June 21, 2011

El intrincado andar hacia la inmortalidad.






















El dolor entonces, es una parte importante en la formación de nuestro carácter, no solo el dolor tangible, sino que además, el intangible, el que va por dentro, como una procesión, el que te aguijonea el alma. Revisando Las Escrituras, uno puede comprender que el cristianismo original lo valoriza, no lo excluye, en ninguna de sus formas, es intrínseco a la doctrina, imágenes como, "llevar la cruz, entrar por la puerta estrecha, amar a tu enemigo, negarse a sí mismo", y muchas otras expresiones más que salen de la boca del Señor, tienen como verdadero propósito, hablarnos del costo, del enorme significado que tiene el sufrimiento en la vida de aquellos que han decidido seguir a Jesús, su palabra nos insta por lo tanto, a no ceder, a no dejarnos convencer, a no permitir que los tentáculos de la holgazanería espiritual nos vuelva predecibles, autómatas, y que seamos capaces de entender que la vida lleva en sí mucho dolor y sufrimiento, más aún si se es cristiano.

Ser cristiano en tanto, nos demanda diariamente una enorme cantidad de sacrificios, porque además, muchos de nosotros debemos vivir por fe, porque no sólo los Ministros de Dios viven de fe, sino que también, muchos de los hijos de Dios que deben cada día, armarse de fuerzas para ir en procura de la bendición que los ha de volver a casa con el pan de cada día. Allí, la poderosa Palabra de Dios, tiene un efecto claro y directo, no hay manera en que un verdadero hijo de Dios pueda sucumbir al encanto de la vida que te ofrecen los grandes centros comerciales, no señor, un hijo verdadero de Dios, no detiene su mirada en semejantes ilusiones, son demasiado plásticas como para hacer declinar tus convicciones y dejarte a la deriva, justo en un momento en que la vida se nos presenta cuesta arriba y debemos doblegar nuestros esfuerzos para hacer con nuestras vidas lo que Dios nos demanda. Así nos vamos alejando y dejando atrás finalmente este sistema, un sistema que nos ofrece de todo para evadir la importancia de las dificultades y sufrimientos propios de ser llamados, hijos de Dios en medio de un mundo que no parece tener conciencia de las horas que está viviendo, las tarjetas, los créditos y toda la enorme montaña de ofertas que van día a día apareciendo frente a nuestras miradas, han de cobrar nuevas víctimas, inocentes muchas de ellas, pero en general, una gran mayoría sabiendo que ninguna franquicia que te ofrece el podrido sistema, te saldrá gratis.

Todo ha sido diseñado y construido para que no dudemos en ningún momento que aquello que nos ofrecen desde las sensuales y excitantes tiendas comerciales, es precisamente lo que más añoramos y necesitamos, lo que nos quita el sueño, y frente a ello, no tenemos capacidad para enfrentarnos y destronar definitivamente a una realidad que no permite otra significación para nuestras vidas, menos si llevamos la señal de hijos de Dios sobre nuestras conciencias, por lo tanto, una de las pocas herramientas que nos va quedando para confrontarnos con verdadera fuerza contra este sistema, es el dolor y el sufrimiento con el cual estamos construyendo y dando sentido a nuestras vidas, otra cosa no sirve, Cristo nos llama a sufrir, aunque la prosperidad diga otra cosa, aunque el mundo pretenda lo contrario, con toda esa montaña de artículos y ofertas miserables rondando nuestras vidas, ÉL, desde las páginas del libro santo nos dice, “en el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo”, es decir, su sufrimiento es un garante que prevalece y nos da la certeza de que nos encontramos en el lugar que nos corresponde, ¿o acaso dice en vano La Escritura, Bienaventurados los que sufren?

Llevo varios años escribiendo y reflexionando acerca del dolor, no solo de mi dolor, sino, del dolor de muchos, de muchos que ni conozco y que nunca conoceré, pero si es un ser humano, tiene importancia para mi, porque yo no soy esa clase de cristiano que culpo a los demás por sus desgracias personales, no tengo ese ánimo, camino por el otro lado de la vida, infundiendo confianza a las personas que padecen males, extraños a veces, costoso e incurables, tediosos e interminables, poniéndome yo en el lugar de los que sufren y padecen primeramente, ¿y cuánto recibo yo por ello?, ¿quién costea mis gastos? Nadie, Dios me ha enseñado que por esta clase de trabajo no tendré ganancias en esta tierra, y que por lo tanto, más allá de toda ambigüedad humana, mi recompensa se encuentra allá en los cielos, en ese mismo lugar en donde el alma extiende su morada y se despliega, como un eterno atardecer de luminosas construcciones oceánicas, en ese lugar, mi alma un día, un día que aún yo no conozco, despertará aliviada, serena y apaciguada para ver también la gloria de Dios, la bendita gloria de un Dios que de seguro, aguarda también la hora de abrazarnos, de tenernos junto a Él para vivir, eternamente la experiencia del amor, del amor que no termina en nuestras dolencias, en nuestras renuncias o en nuestras debilidades, sino que permanece, más allá del horizonte que despierta nuestra curiosidad y nos detiene, inmovilizando nuestras miradas en ese bello atardecer sobre aquél mismo océano que ayer, tan solo ayer golpeaba con violencia y descarnado ímpetu la costa de la tierra en que vivimos. Sé que voy a ese lugar, lo sé porque así lo he recibido, porque además, aún no dejo de luchar, a pesar de todo lo que significa transigir, con una enfermedad de la que no me avergüenzo sobre mis espaldas, por no haberme dejado seducir por este sistema, por haber librado muchas batallas en el Nombre de un Dios que me ha enseñado a valorar el costo de mis creencias, de mis fuertes y es forzadas convicciones, esa es la enseñanza que me llevaré algún día de este mundo, esa es una de las más importantes herencias que dejaré a mis hijos cuando yo me vaya de esta tierra, más que esto, no puedo pedir, solamente fuerza para seguir luchando, para seguir creyendo, para seguir defendiendo lo que creo, es lo justo, es lo que a Dios agrada.

Friday, June 10, 2011

El Amor que nos vincula con el dolor.






















Yo sé que es más fácil callar y evitar hablar de lo doloroso que significa para cualquier ser humano, amar a Dios, es un tema que no nos gustaría tocar bajo ninguna circunstancia, pero alguien debe hacerlo, alguien debe traspasar los linderos del miedo con el cual se nos han inculcado la fe cristiana, desde muy pequeños, para decir y hablar de estas cosas que parecen no existir, y que por el hecho solamente de creer en Dios, ello nos inocula para sentir y percibir el dolor con el cual, obviamente nos vamos construyendo.

Dios es un ser Omnipotente, Poderoso y sin el cual no podríamos existir, le debemos por lo tanto, no sólo la vida, sino que además, todo lo que somos y por lo cual vivimos, sin embargo, cuando hablamos del tema de Dios, siempre intentamos como esconder el hecho de que, aunque se trate de Dios, el dolor sí está presente, en todas sus formas, en todas distintas y muy expresivas maneras, es inherente al ser humano, incluido el cristiano, que también es hombre, que también se duele, que también resiste, no puede haber en tanto en este mundo alguna clase de amor que no lleve en sí mismo una muestra del gran significado del dolor, y digo que es inherente por que hoy día, en medio de una sociedad en donde el exitismo y el hedonismo forman parte de la vida del hombre, pareciera ser que esta singular manifestación del espíritu y conciencia del ser humano que llevamos todos, el dolor, como premisa fundamental de la experiencia y conservación de la especie humana, pretende a lo menos, ser ignorado, lo que me parece de una enorme irresponsabilidad y falta de misericordia de parte de quienes tienen la posibilidad de ayudar al ser humano, como son, el cristianismo en particular y todas sus profundas e incoherentes manifestaciones.


Ya hace mucho que se entendió y se demostró que solo en Estados Unidos, la aparición de grandes predicadores y profesionales de la fe, ha permitido una forma de perversión que tiene mucho que ver con el tema que estoy tratando de escribir esta noche, como es el dolor. Muchos de estos seductores de almas han visto en el terreno de los afectos y deserciones humanas, una manera muy cómoda y rentable de obtener ganancias a través del dolor con que tantas personas deben lidiar a diario, desde cáncer, hasta niños en sillas de ruedas, todos entran en esta diabólica política de la miseria espiritual, para aportar con el precario y siempre necesario dinero, a las podridas arcas de estos traficantes de almas, los que indudablemente viven, a destajo y sin poder percibir desde sus indiferentes realidades, el verdadero efecto que tiene en las vidas de los seres humanos, el dolor, el que te provoca la enfermedad por ejemplo. Así viven muchos de ellos, lucrando con el dolor, sin ni siquiera, como se ha podido demostrar, que con ello ayudan a la mitigación de una necesidad tan humana como es la enfermedad.

¡Para ellos, el infierno!


Sin embargo, también, como ha sido la característica de esta forma de vida espiritual que hemos adoptado en este últimas décadas, como prototipo omnisciente y poderoso de vida, la forma de vinculación con Dios pretende, desde la perspectiva del hombre que produjo la mediocridad televisiva y abusiva de los medios, ignorar que la conservación de un Amor como el de Dios, carece de imperfecciones y desequilibrios, es que nos acostumbraron a mantener la boca cerrada por tanto tiempo, que no deseamos hablar de nuestras grandes angustias y problemas que nos llevan directamente al dolor, al dolor incluso del Amor que pretendemos mantener a la distancia, lejos de los demás seres humanos, lejos de la habituales contradicciones de esta vida que nos va cerrando el camino para enrostrarnos nuestras falencias, solo para sentirnos protegidos, exentos de cualquier tipo de intervención humana y disidente. Pero es claro y evidente además, que todos quienes profesamos una fe irrenunciable a los principios de Dios y a Su indestructible Amor, no estamos inoculados para evitar sentir en el alma, esta trágica a veces realidad del dolor como parte de nuestra existencia, para nada, quienes pretenden aislar del cristiano semejante condición, estarían desvirtuando el razonamiento al que nos introduce el propio concepto de La Palabra de Dios, que dice literalmente, en una de sus partes, … que el amor, o mejor dicho, que la caridad es sufrida, por lo tanto, hablar de nuestro dolor y de lo que sentimos, no tiene porque hacernos sentir menoscabados, amar u honrar a Dios no parece ser una tarea fácil, aunque muchos de los partidarios de la economía espiritual lo hagan ver de ese extraño modo, el dolor es una de las partes menos tratadas y menos comprendida por el cristianismo actual, la velocidad en la que nos movemos a diario, no nos permite siquiera detenernos en el dolor propio, menos tenemos el tiempo suficiente como para enrolarnos en el dolor de los demás, entonces, ¿para qué somos cristianos?, ¿para qué nos congregamos si el dolor no forma parte de nuestra experiencia diaria con Dios? A veces me pregunto, cuán difícil debe ser para un padre o una madre que debe absorber la problemática de tener que lidiar a diario con un hijo que ha nacido con una enfermedad incurable, y además, tener que amar a Dios en medio de una realidad espiritual que juzga a los personas, como convictos, de ser ellos los culpables de tal o cual enfermedad. Este tipo de basura es la que me ha ido alejando de la realidad podrida de la fe actual, porque un pensamiento tal, solo me hace entender que para muchos que se jactan de ser intachables, aunque no lo son ni lo han sido jamás, su paso por Cristo nada les ha dejado, el vacío mismo, por ello prefiero la naturaleza, me inclino ante el movimiento de las hojas en otoño y el color de la tierra que mantiene vivas mis constantes esperanzas, tengo mucha más confianza en lo que ella me pueda entregar que en lo que algunos dictadores espirituales pretenden hacerme comprender.


Quien pretende hoy día culparme por la enfermedad que me aqueja a diario, solo puedo decir que Dios se compadezca de él, que cuando llegue el ocaso de su propia existencia, si es que ya no ha llegado, la verdad con la cual me está enfrentando, sea tan verdadera que sirva también para que él reconozca que no siempre tenemos toda la razón en lo que hacemos y decimos, que mayormente en la vida, nos equivocamos, porque somos personas, seres de carne y huesos, espíritus y almas que en algún momento abandonaremos esta enorme cúpula de lágrimas y nos dirigiremos hasta Dios, para que allí, finalmente, sean enjugadas todas nuestras tristezas y lágrimas, mientras tanto, nos queda aún el tiempo necesario como para reconocer, como para arrepentirnos, de todas la “chuecuras” de las que hemos sido parte en esta vida, ¿o no? ¿O es que pensamos que Dios no cuenta con la sabiduría ni el conocimiento de nuestras propias vidas como para ignorar en cuántas veces le hemos fallado? No es tiempo de jugar entonces con estas cosas, porque el dolor finalmente es una demanda del Evangelio verdadero de Cristo, Él mismo dijo:

“Cualquiera que quiera venir en pos de mí, tome su Cruz, y sígame”.

¿Y de qué sirve una cruz sin dolor?

¿De qué sirve una experiencia en la vida sin sufrimiento?


Mientras aguardo la llegada de mi mujer a nuestro hogar, yo en mis brazos acurruco el pequeño cuerpo de mi bebé, Mateo, de solo dos meses, al instante en que Efraím, de 2 años y unos meses, duerme en su cuarto. Los visto y los baño, e intento ser una buena madre y un mejor padre para ellos, aún sin lograrlo, sin haber comprendido el enorme significado de procrear, de llevar en el vientre un pequeño ser para luego finalmente desprenderlo de mi, soy capaz de aquello a pesar de mi dolor, a pesar de mis flaquezas, de mi frágil condición, el intentarlo tal vez una vez más me recordará el día de mi partida, que fui lo suficientemente humilde gracias a Dios, para no escuchar las voces de quienes me agraviaban, de quienes habiendo conocido alguna vez, no fueron capaces de entender un solo y minúsculo segundo de mi existencia. Todo esto es lo que me ha enseñado que la vida no es fácil, que nunca lo ha sido, que nunca lo será, que existimos seres en este mundo que no trepidaremos en seguir luchando hasta el final, día tras día para que los nuestros puedan ver un tiempo mejor el día de mañana, ello pienso yo, sí que tiene valor, seguramente ninguno para quienes pretenden darme cátedra de ética espiritual, ahora que la vida me ha tumbado, ahora que esos años han llegado, y yo en cambio, he decidido enfrentarlos con todo el candor y el valor que sea necesario para que Dios un día, cuando vea mi vida entera, no sienta vergüenza de mis actos. A Él le doy gracias entonces, por la fuerza, incluso por el dolor, por la extraña pero enriquecedora experiencia de haberlo conocido, pero que a pesar de la inmensa desdicha que une como delgados filamentos las vidas de tantos seres humanos en este mundo, nunca dejaré de llamarle Mi Señor, Mi Dios en quien siempre confiaré, ello para mí es suficiente.

Thursday, June 02, 2011

No hay otro Evangelio.
























Cuando el cristiano se cansa de luchar, la comodidad de lo predecible es una de las mejores herramientas con la que cuenta el sistema para detenerlo en su búsqueda constante del amor y del propósito de Dios. Yo sé que muchos buenos cristianos se han quedado en el camino pagando favores a este cochino sistema, otros simplemente, deslumbrados por la corriente del actual sistema de la fe burgués y material, han preferido abdicar de cualquier forma de disidencia con tal de tener la oportunidad, a como de lugar, de disfrutar de algunos de los placeres que te brinda la objeción y renuncia a tan grandes verdades reveladas en La Palabra de Dios. Este es el estilo de la realidad inobjetable que determina el carácter de una apostasía generalizada y en marcha, porque ella está relacionada íntimamente con nuestras deserciones, con nuestros modos y estilos de vida, tan dependientes y copias fieles en muchos de los casos, al estilo de vida que han impuesto los predicadores vacíos de la rancia realidad espiritual norteamericana.

Nos han leído el Evangelio de Cristo a la manera de ellos, nos han vendido por muchos años sus interpretaciones, en forma de canciones, en forma de libros, en forma de predicaciones totalmente aprendidas en colegios teológicos, pero a pesar de la obviedad y su patético nicho de planteamientos, la realidad nos obliga a pensar en hechos más que en teorías, porque de eso finalmente se trata el cristianismo, de hechos, no de tantas palabras, de lo que somos capaces de hacer con el Evangelio del Señor Jesucristo por los demás, e indudablemente, también por nosotros mismos. Esto requeriría que la vida de muchos grandes y pequeños ministros de Dios, pudiesen ser conocidas, por todos, de la misma forma que hemos conocido, solo por nombrar una de ellas, la vida del Apóstol Pablo, así sabríamos quién miente, quién descaradamente utiliza el Evangelio para cualquier cosa, y menos para salvar almas o ayudar a sus hermanos que se encuentran en problemas. En lo personal, yo no tengo nada de qué jactarme, de verdad, es que desde hace mucho tiempo estoy intentando llevar una vida que me permita estar en contacto con cosas reales y no con fronteras imposibles de alcanzar, además, nuestras vidas, con todos sus defectos, con todas sus negaciones y renuncias, pueden ofrecernos la oportunidad precisa para que ninguno de estos grandes capitalistas de la fe actual, nos alcancen con sus insaciables y destructivas mandíbulas de plata, aunque mantenerlos a la distancia, como ustedes comprenderán, no es una cosa fácil, más aún si vives en medio de una realidad urbana en donde todos chocamos uno contra otro, y de este modo, aunque no quieras, te tienes que cruzar alguna vez en el día con uno de ellos, los tienen que escuchar por consiguiente, aunque sea a la pasada, cuando el semáforo te indica detenerte, solo ahí tienes la certeza, o de estar completamente separado de ellos, o simplemente dejar que digan todo lo que tengan que decir.

El cristianismo, aunque muchos no lo crean así, dejó para mi, hace mucho tiempo, de ser una experiencia comunitaria de verdad para llegar a formar ahora, todo este enorme conjunto de grandes organizaciones que pueden hasta jactarse de contar en sus registros, con todas estas cantidades de personas, tantas que casi no tienen conciencia que el tiempo no les permite ni siquiera, conocerse ni visitarse, dejando uno de los aspectos más importantes como es el de compartir, prácticamente sin uso dentro de la realidad espiritual de La Iglesia de Cristo. Las comunidades cristianas de hoy, pareciera ser que no necesitan de este tipo de prácticas, las ven octogenarias y fuera de foco, induciendo a los cristianos de hoy, a llevar vidas menos comprometidas con el dolor de sus hermanos, para poner al servicio de la comunidad, un tipo de cristianismo Light e inconsecuente que solo se remite a absorber experiencias carismáticas, y por supuesto, todas originadas y en uso dentro de la realidad templista y de adoración. Esta es una mecánica que viene dando sus frutos desde hace mucho tiempo a los mercenarios de la fe, y seguirá dándolos por muchos más, la codicia disfrazada de piedad no parece ser un problema para el cristiano que vive embebido de esa práctica, por nada del mundo, los intereses centrados en estrategias americanas de fe, suelen proporcionar cierto estatus dentro del fuero clerical, logrando enmudecer hasta las disidentes voces proféticas que intentan decir algo en contra para dar a conocer que no todo es ventura cuando se trata de alterar los principios de fe.

Tener una postura contraria y clara al respecto, es indudable que no ofrece a tan enorme realidad, ninguna clase de problema, las estructuras se han mancomunado para eludir el fuerte peso de la siempre contestataria verdad bíblica, de modo que no existe nada que pueda detenerlos en su afán mesiánico de prosperidad material, así, la concluyente y decidora plomada escritural, nos induce a pensar que el planteamiento profético tiene su hora y su cumplimiento, que al igual que las pequeñas rameras del Apocalipsis, estas realidades tienen sus días contados, porque prácticamente actúan estimuladas por el principio que movió a muchos hombres en la historia, a valerse de la vida espiritual y del alma de otros seres humanos, para tener acceso a las mal llamadas “bendiciones de Dios”, que no son otra cosa más que una deformación de la verdad que Cristo desea que todos los hombres conozcan de Su Evangelio. Pero cuando hablo de bendiciones, no estoy diciendo obviamente que las bendiciones materiales sean malas, bajo ningún aspecto, y quiero ser claro en ello, todos queremos vivir un poco mejor, todos queremos y necesitamos tener acceso a mejores sistemas de salud y educación, es una realidad inobjetable, pero cuando un predicador o un Ministro de Dios cualquiera se vale del Evangelio de Cristo para acceder a comodidades mundanas y fuera del ámbito de La Palabra de Dios, es claro que allí se está dando lugar a una especie de práctica perversa en donde no solo es responsable el que dirige, sino que además, el que es dirigido, por permitir y no cuestionar al que intenta respaldar con Las Escrituras una perversión de este tipo.

¿Cuántos habrá en esta situación dentro de este sistema? ¿Cuántos habrá que lo saben pero que no renunciarán? ¿Para ellos no hay críticas? ¿Nadie se atreve a confrontarlos? ¿En dónde están los acusadores de semejantes apostatas? ¿Cómo es que los dardos jamás apuntan a ellos? ¿Cómo es que el cristianismo actual se llenó de cobardes? Bueno, sé que mi reflexión no agradará, desde luego que no, siempre lo he sabido, mucho antes de comenzar a escribir en este blog, sé también que el cristianismo actual, no permitirá que la idea de la reflexión se propague por las vidas de las personas, culparán una vez más al que se atreve a reflexionar, no al que da motivos para que este tipo de reflexión se de dentro de nuestra realidad. Este es uno de los obstáculos más grandes que debemos enfrentar a diario los que no aceptamos convocatorias ecuménicas ni invitaciones para que nivelen nuestras realidades ministeriales en base a mediocres y siempre predecibles estrategias de hombres que no saben de costos cuando se habla del Evangelio del Señor Jesucristo, no señor, los verdaderos ministerios, no gozan de preferencias, todos quienes tenemos por Llamamiento que ejecutar una obra para engrandecer el Nombre de nuestro Señor Jesucristo en esta tierra, estamos absolutamente comprometidos, primeramente, con la vocación que se nos ha impuesto, luego, con la verdad que vigoriza tal experiencia, de manera que nuestra única alternativa se baraje dentro de la esfera de Su Palabra y no dentro del siempre vanidoso escrutinio humano.

Parece ser mucho más fácil entonces, vivir de ciertos recuerdos y no atreverse a desarrollar una cultura de nuevos valores que provean al hombre de Dios, de algún tipo de opción que le permita alternar con otras formas de expresión dentro del campo del evangelismo, por ejemplo, muestras fotográficas, exposiciones de pintura, esculturas, artesanías, poesía, y una gran e interminable lista de formas que podrían fácilmente ser utilizadas como medios para que el mensaje de Cristo no estuviese circunscrito solamente al acto de la predicación en su forma exhortativa o de púlpito. Aportillado en tal situación, el hombre de Dios actual, solo verá que sus palabras tienen algo que comunicar, y en la sola manera que él conoce y defiende, que al no existir para él la pequeña posibilidad de que estuviera equivocado o algo parecido en sus planteamientos, el dictador espiritual por lo tanto, emerge de esta realidad como una figura rutilante y llena de pragmatismo, inyectada de un personalismo atroz que no permite visionar si quiera el que otros seres humanos, a la misma hora y en un lugar diferente, Dios, en toda su sabiduría, desee utilizar otra forma de medio para expresar su Palabra y su mensaje a un mundo en constante cambio. Por esto mismo es que muchos no entienden lo que he tratado de explicar o comunicar a través de este trabajo, lo tergiversan, lo ridiculizan, hasta se atreven a escribirme a mi mail, solo porque no pienso como ellos, para decirme estupideces como que mi enfermedad se debe a un castigo divino, sin antes meditar lo que están diciendo o tratando de decir. Mi forma de entender la fe cristiana, no ha sido impedimento para darme cuenta que estamos atrasados queridos amigos, que el tiempo se nos vino encima y aún no hemos hecho nada que pueda poner a este mundo de rodillas frente a Dios, muy por el contrario, con Ministros que solo piensan en el dinero y su uso, estamos prácticamente sin armas para enfrentar lo que aún nos falta por vivir, es una realidad inobjetable que deberemos enfrentar todos y cada uno de nosotros, sin ningún tipo de excusa, porque de pronto, todo se volverá tristemente oscuro, extraño e impredecible, tanto que no sabremos cómo fue a ocurrir que creyendo estar cerca de Dios, no pudimos prever semejante realidad.

Ya no hace falta ser profeta o tener espíritu profético para darse cuenta de lo que estamos viviendo y de lo que vamos a vivir, la realidad nos ha dado tan fuertes lecciones que no podemos dejar pasar por alto ninguna de ellas, son herramientas que tarde o temprano nos serán de mucha utilidad, más aún cuando estas experiencias han llegado a nuestras vidas con el ingrediente letal de las miles de muertes provocadas por las grandes y terribles tragedias con las cuales la naturaleza a asolado a este planeta en estos últimos tiempos. La realidad por lo tanto, nos seguirá golpeando, seguiremos siendo testigos y actores entonces, de una situación predicha hace muchos siglos atrás por los santos hombres de Dios que hablaron siendo inspirados por Dios, no para decir lo que la gente deseara oír, tampoco para condescender, sino que para admitir que el propósito de Dios, en su aspecto profético, nunca dejará de tener vigencia, menos ahora que el cristianismo va cediendo rápidamente a los requerimientos de un sistema que solo ofrece alternativas de una verdad, más que profundas e irrenunciables convicciones nacidas en el corazón de un Evangelio único y genuino.