Thursday, January 22, 2009

El milagro del río Hudson.
























Por fin, ya no hablaremos más de él, se ha ido, deja por fin nuestras conciencias para convertirse tan solo en un recuerdo. Y como muestra, comenzaron los milagros para esa nación, tan solo a horas de que él se despidiera, un avión sobre el río Hudson cae y no se pierde ni una sola vida, eso si que es un milagro. Los invidentes, los ateos, los incrédulos dirán que es pura coincidencia, yo no pienso igual, yo creo que los milagros sí existen, existe Dios, por lo tanto, los milagros son posibles, y no es un juego, después de oír tantas desgracias venidas desde el país del Norte, una buena, hay que tenerla en cuenta, justo ahora que se da inicio a otra etapa, otro pormenor, otras condiciones, otras ganas, pareciera que con este milagro, Dios le estuviera diciendo a Estados Unidos, “siempre estuve allí”. Pero bueno, los gringos también son seres humanos, y se equivocan, y como todo ser humano que se equivoca, también tienen derecho a una reivindicación, y tal vez, aunque nos parezca cosa de sueños, esta sea la oportunidad que Dios les da para arrepentirse y comenzar a tratar a todos los vecinos del mundo como verdaderos seres humanos que somos.


Mientras tanto, mientras Obama se probaba el traje de ceremonia que daría inicio a su mandato, la cosa no se la deja fácil el mediocre de Bush, con una guerra con costos increíbles, con deudas exorbitantes, con una Banca absolutamente sentenciada, con índices de cesantía totalmente desbordados de la realidad, tanto como para no dormir tranquilo, Obama deberá hacerle frente a una tempestad que él no creó ni dio pié, son los propios Norteamericanos quienes deberán asumir el costo moral de la decadente realidad que deja tras de sí semejante patán, ellos, con su soberbia, son quienes alimentaron y sustentaron los sueños de poder de un hombre que pasará a la historia, no por su inteligencia ni su capacidad de gobernar, precisamente, sino, por hacer realidad las pesadillas más espantosas que ningún ser humano jamás quisiera vivir alguna vez, salvo los que no entienden conceptos valóricos que hoy día tienen prácticamente por el suelo la propia moral de la nación del Norte.

El milagro entonces, el del avión sobre el río Hudson, viene a contribuir con los sentimientos y valores de un hombre que se abrió camino en una Nación que, aparte de discriminar a otros seres humanos por el color de su piel, jamás permitió que un hombre de color fuese Presidente, así de caras duras han sido ellos, los propagadores de despertares espirituales, los herederos del protestantismo europeo, nada les ha salido bien en este tiempo, desde hace algunos años han tenido que ver como su espantoso y sangriento “sueño americano” se desmorona, se desvanece, aunque los predicadores de moda no entiendan nada de lo que ocurre, aunque sus cantantes tipo hamburguesa sólo continúen con el Circo, la verdad es que Estados Unidos ha perdido vigencia en el campo de los valores, desde que aceptó la muerte como concepto para gobernar, para invadir, para ocultar información, ésta entonces puede ser la oportunidad que Dios les da para cambiar de actitud, para que por fin Guantánamo pase al olvido y los presos reciban sus debidos procesos en un mundo en donde el Derecho debe primar.


Pensándolo bien, Bush será recordado, como un inepto, que gracias a la colaboración de una Nación que no está ni ahí con Dios, pudo gobernar las conciencias de quienes dicen estar viviendo en la tierra de la Libertad, por lo menos, eso es lo que muchos esperan, que cambien, que después de todo lo vivido hayan aprendido algo, no obstante, aún quedan muchas interrogantes, muchas dudas de por medio como para pensar en cambios radicales, para ello hace falta verdaderas voces proféticas, no como los bailarines de moda que alimentan y sustentan el corazón incrédulo y apóstata de la nación del Norte, esa clase de hombres es muy difícil hallarla en tal realidad, tal vez en la sierra Boliviana, en cualquier cerro de Valparaíso, en medio de la selva Amazónica, en África, pero allá, en la mismísima Norteamérica, con todas las realidades espirituales colapsadas de fervor y hedonismo, será muy difícil que Dios logre siquiera un solo ser humano que se ponga en la brecha, los más optimistas deben pensar que soy un extremista o algo por el estilo, pero no es así, no olviden que antes de levantar a esa Nación, ellos deberán pedir perdón, por todos los crímenes de Bush, por todos los niños asesinados en el nombre de esa Nación, por las invasiones, es decir, antes de todas las cosas, ellos deberán ponerse a cuenta con Dios, para ello tendrán que poner en práctica todos y cada uno de los consejos que sus “enviados” nos trajeron, por largos años de historia a nuestro país. No será fácil entonces, aún así, el milagro del río Hudson, puede que sea la señal más audible que jamás alguna Nación haya recibido de parte de Dios en este último tiempo, de eso no tengo duda alguna, los pasajeros del avión lo deben tener muy claro, en un mundo que está lleno de catástrofes y noticias tristes, ellos fueron salvados de las aguas para iniciar otra clase de vida, a menos que ellos no hayan entendido nada de lo que les pasó, y que a pesar del milagro, seguirán viviendo del mismo modo que antes del accidente.


Pues bien, Obama es el nuevo Presidente de la Nación del Norte. Los buenos sentimientos y deseos para quien no intenta seguir los pasos del desalmado de Bush, a Dios le rogamos por él, porque de seguro, en una Nación que está llena de enigmas y contradicciones, y que además es capaz de asesinar a sus Presidentes, él no está totalmente seguro de su destino ni a salvo. A la Nación Norteamericana, convertimiento, nada más, que alguna vez dejen de cantar y de alabar a Dios, y escuchen lo que Dios quiere decirles a través de sus voces proféticas. Por ello pienso que monumental propósito será muy difícil de lograr, aún en una Nación con un Llamamiento tan grande y enorme como su orgullo,

ellos de seguro pensarán que lo están haciendo muy bien y que nada ni nadie los hará cambiar, aún así, Dios tiene algo que decirles, algo que deberán oír aunque no les guste, porque ellos no pueden ni deberán olvidar jamás, que quienes tienen la más grande responsabilidad de todos los hechos acontecidos desde que eligieron y reeligieron al criminal de Bush para gobernar el destino de esa Nación, son los propios Norteamericanos, no hay más responsables, no hay cartas astrales para solucionar los problemas, lo único claro, es que Dios aún puede y quiere hacer milagros, aunque muchos pensemos que ya es demasiado tarde, Dios entonces tiene la última palabra, los norteamericanos, el poder de decidir si quieren cambiar o seguirán siendo colaboradores de criminales como el ex presidente Norteamericano, Jorge Bush.

Saturday, January 17, 2009

El resultado de la indiferencia.


















¿Cómo escribir algo acerca del conflicto entre Israel y Palestina y no derramar una sola lágrima? ¿Cómo obviar el dolor de tantos y tantos seres humanos y seguir viviendo como si nada hubiese pasado? Todas las imágenes son constantes, insacables de tu al alma, te vas a la cama con ellas, sueñas con ellas, y luego te despiertas al otro día para decir, ¿hasta cuándo? ¿Quién tiene la razón?

Siento que mi alma se atraganta y quisiera echarme a llorar, de modo que por un momento, tan solo por un momento, todas esas tristes y lamentables imágenes, nos dieran la posibilidad de detenernos y permitirnos por esta vez, respirar un poco de aire puro, sin tener que retornar nuevamente a la desdicha de las almas, a la de los cuerpos amputados por el odio, un odio atroz que no permite a seres humanos inocentes, vivir la vida como uno quisiera, con esperanzas, con juegos, con sueños, con espacio para desarrollar aquello que el alma guarda en silencio, un silencio que no sabemos hasta cuando durará, sólo el sonido de la guerra, sólo el impacto de las balas y de los proyectiles, allí permanece estancada la vida humana, allí se ocultan las miradas y se adormecen por largos siglos de historia las añoranzas. En esta nueva tempestad de rencores y violencia, el dolor se agudiza aún más, como el antiguo dolor de una herida que nunca sana y por la cual, se nos inyecta de continúo, filosas y escalofriantes formaciones de cristales, allí, lentamente, cada trozo va tomando su lugar dentro de este consternado pero siempre añorado mundo, hasta cuando ya no quede nadie indiferente, hasta cuando las ventanas del alma de los hombres se hallen totalmente cansadas y abatidas, sólo allí la batalla ha de concluir, pero antes, jamás.

El día sin embargo, nos obliga a mantenernos lúcidos y observantes, mientras tanto, allá, a lo lejos, un pueblo, una nación, un enorme grupo de personas son sacudidas como el viento sacude al polvo y nadie, absolutamente nadie hace nada para evitarlo, y pienso, ¿tan poco valen las vidas de los Palestinos asesinados? ¿Quién determina el precio de las almas en este mundo? Yo me quedo por un momento detrás de un silencio atónito y expectante, sin poder esbozar mis oraciones, sin poder articular si quiera una mísera plegaria, algo que pueda ayudar en parte a detener el fuego destructor de los cañones, de los misiles lanzados desde lugares estratégicamente elegidos en donde las personas caminan y comparten como si la vida fuese a durar, toda la vida. Pero el día aún no culmina, las voces de los niños y de las madres desangrándose se oyen detrás de aquella puerta, tal como si la tragedia estuviese golpeando a mis oídos, tal como si unos de esos endemoniados misiles fuese a caer justo aquí, justo sobre mi cabeza, para luego desconectarme de todo lo que existe aquí abajo y finalmente, un eterno momento que se extiende por los campos, por las ventanas de mis ojos que ahora sí pueden derramar todas las lágrimas que no pude derramar mientras vivía en esa vida, esa vida que todos conocemos, esa vida de la cual no queremos perdernos ni un solo minuto, todo porque ella nos arrebata, nos enmudece como el mar infinito, como la noche estrellada que nos consterna y hasta nos absuelve con su incontable formación de luminosas estrellas repartidas a lo largo y ancho de todo este magnifico firmamento.


Allí, ahora la piel no tiene sentido, las heridas han sido sanadas, en un momento la circulación de mi sangre alborotada por el miedo, quedó sin movimiento, sofocada en las arterias, ahogada en las laderas de mis venas, se petrificó, y yo dejé de ser ese montón de átomos y arterias divididas para convertirme en otro ser, distante de las guerras fraticidas, alejado del suburbio sofocante de los trágicos sonidos, la estridencia de los cruentos estallidos son sólo cosas del pasado, de un pasado que mutiló cientos y millones de vidas, vidas que quedaron sepultadas en el recuerdo de una humanidad que jamás aprendió el valor de la vida y de la paz, de esa paz que pudo habernos hecho mejores seres humanos, mejores individuos, pero la verdad es que no fuimos capaces, no estuvimos jamás a la altura, era mucho más fácil armarnos y gastarnos millones de dólares en armamentos que utilizar esos mismos millones en alimentar a los cientos de miles que en este mundo no tienen qué comer. Nuestra hipocresía nos hizo creer que estábamos cerca de Dios, para ello construimos grandes catedrales, nombramos Vicarios de Cristo aquí en la tierra, incluso, les dimos el carácter de “infalibles”, aún así, los muertos y la sangre de ellos corrió como ríos por los valles y laderas de este mundo, hasta llegar a las ciudades, a las mismas ciudades en donde creímos que el hombre libre debía crecer, todo quedó absolutamente teñido y sepultado con la sangre de los muertos que dejó la indiferencia, la propia ceguera de todos los que pudieron haber evitado tantas muertes y sin embargo, se cubrieron los ojos y vivieron hasta saciarse, tal como si aquello nunca hubiese ocurrido.

Los sueños entonces fueron truncados, porque la muerte de un solo ser humano es la muerte de toda la humanidad. Así, sobrevivimos rodeados de cadáveres, en cada espacio construido los cadáveres vivientes deambulaban, como sonámbulos, sin memoria, sin recuerdos, todos amputados para pensar en el daño, en las heridas, en el gran cortejo fúnebre que antecede a nuestras vidas. Nuestra piel entonces se construyó de rocas, de sólidas paredes que evitaron sentir el dolor de los que más sufren en este mundo, dejamos de ser carne alguna vez para convertirnos en metales, en algún momento de la historia sucumbimos al horror y decidimos mirar el horizonte sin conceder ningún tipo de recuerdo a quienes desaparecieron, nos reímos incluso, algunos se pintarrajearon e hicieron circo de la historia, pero a pesar de ello, desde algún lugar de esta inhóspita realidad, los gritos y alaridos de los niños que caían, sirvieron para desamordazar la historia y las esperanzas, los sueños nuevamente florecieron, un milagro de enormes dimensiones nos hizo pensar que la paz llegaría a nuestro mundo, como una bendición, como un regalo, inmerecido tal vez, pero una regalo al fin que nos hacía pensar en las vidas que aún se podrían salvar, en las que aún, con sólo un poco de preocupación de los representantes de las grandes naciones del mundo, podrían ser guardadas y protegidas, porque de otro modo, simplemente nos extinguiremos, como seres afectivos, como personas que han nacido dentro de un mundo en el cual, todos podemos y debemos vivir en paz, en una autentica y casi bucólica estadía que nos haga creer que la vida eterna se encuentra allí, a solo unos pasos de esta existencia, a solo unos metros de nuestras ingenuidades, todo ello sería posible si tan sólo fuésemos capaces de entender, que el dolor de unos pocos es suficiente para darnos cuenta que la guerra, en todos los sentidos, es demencial, que en un tiempo como el nuestro, volver al arte rudimentario de tener que invadir a otro en el Nombre de Dios, o de quién sea, es una completa estupidez que no resuelve los conflictos en cuestión, y nos pone en la misma condición de animales irracionales.


De cualquier modo, las personas seguiremos viviendo a diario todo lo que tenemos que vivir, las noticias no serán lo suficientemente elocuentes como para remover conciencias, de eso no hay duda, hay que disfrutar, hay que pasarlo bien, esa es la premisa esencial de esta absurda sociedad hedonista, a como dé lugar, cual sea el precio, de esta forma nos habremos desprendido rápidamente de un concepto de hermandad y de humanidad que hoy día necesitamos urgentemente, dentro la familia, en la sociedad, en los servicios públicos, en la política, en la administración de Justicia, en la religión formalizada y comercializada que ya no corre riesgos y vive protegida bajo enormes costos de producción, en todas las disciplinas deportivas en donde las empresas no miden los costos humanos que pueden llevar a un grupo de personas a convertirse en indeseables, como las barras bravas, en el cine, en la televisión basura, en la literatura, etc., todos necesitamos ver las imágenes de niños amputados por la guerra entre Israel y Hamás, para que de una vez por todas sintamos vergüenza por lo que hemos construido, puede que ello nos vuelva más que sensibles a la hora de impartir clases en la Universidad, o simplemente, a la hora de elegir lo que vamos a decir cuando estemos en la noche o en cualquier lugar del día por ahí, y tengamos necesidad de comunicarnos con Dios, tal vez nuestras plegarias ahora sí tengan verdaderos propósitos, sólo de este modo, pienso yo, las vidas de todas y muchas más que en el mundo mueren y son victimas a diario de la estupidez humana, tendrán algo más que sentido para nuestras propias y desoladas existencias.

Sunday, January 04, 2009

Israel no respeta la dignidad humana.


















¿Cómo escribir algo acerca del conflicto entre Israel y Palestina y no derramar una sola lágrima? ¿Cómo obviar el dolor de tantos seres humanos y seguir viviendo como si nada hubiese pasado? Todas las imágenes son constantes, insacables de tu piel, te vas a la cama con ellas, sueñas con ellas, y luego te despiertas para decir, ¿hasta cuándo? ¿Quién parará la matanza?



Siento que mi alma se atraganta y quisiera echarme a llorar, de modo que por un momento, tan solo por un momento, todas esas tristes y lamentables imágenes, nos dieran la posibilidad de detenernos y permitirnos por esta vez, respirar un poco de aire puro, sin tener que retornar a la desdicha de las almas, a la de los cuerpos amputados por el odio, un odio atroz que no permite a seres humanos inocentes, vivir la vida como uno quisiera, con esperanzas, con juegos, con sueños, con espacio para desarrollar aquello que el alma guarda en silencio, un silencio que no sabemos hasta cuando durará, sólo el sonido de la guerra, sólo el impacto de las balas, allí permanece estancada la vida humana, allí se ocultan las miradas y se adormecen por largos siglos de historia las añoranzas.


En esta nueva tempestad de rencores y violencia, el dolor se agudiza aún más, como el antiguo dolor de una herida por la cual se nos inyecta filosas y escalofriantes formaciones de cristales, allí, lentamente, cada trozo va tomando su lugar dentro de este consternado pero siempre añorado mundo, solo hasta cuando ya no quede nadie indiferente, solo hasta cuando las pupilas de los ojos de los hombres se hallen totalmente cansadas y abatidas, sólo allí la batalla ha de concluir, pero antes, jamás.


El día sin embargo, nos obliga a mantenernos lúcidos y observantes, mientras tanto, allá, a lo lejos, un pueblo, una nación, un enorme grupo de personas son sacudidas como el viento sacude al polvo y nadie, absolutamente nadie hace nada para evitarlo, y pienso, ¿tan poco valen las vidas de los Palestinos asesinados? ¿Quién determina el precio de las almas en este mundo? Yo me quedo por un momento detrás de un silencio atónito y expectante, sin poder esbozar mis oraciones, sin poder articular si quiera una mísera plegaria, algo que pueda ayudar en parte a detener el fuego destructor de los cañones, de los misiles lanzados desde lugares estratégicamente elegidos en donde las personas caminan y comparten como si la vida fuese a durar, toda la vida. Pero el día aún no culmina, las voces de los niños y de las madres desangrándose, se oyen detrás de aquella puerta, tal como si la tragedia estuviese golpeando a mis oídos, tal como si uno de esos endemoniados misiles fuese a caer justo, justo aquí sobre mi cabeza, para luego desconectarme de todo lo que existe aquí abajo y finalmente, una eterno momento que se extiende por los campos transitorios, por las ventanas de mis ojos que ahora sí pueden derramar todas las lágrimas que no pude derramar mientras vivía en esa vida, esa vida que todos conocemos, esa vida de la cual no queremos perdernos ni un solo minuto, todo porque es ella la que nos encumbra, nos enmudece como el mar infinito, como la noche estrellada que nos consterna y hasta nos absuelve con su incontable formación de luminosas estrellas repartidas en el ancho de todo el firmamento.


Pero la noche finalmente llegará, como una inmensa y tétrica nube de oscilantes pájaros de estrellas, volverán los cañones a iluminar el cielo de Gaza, serán sin embargo, nuevas e intensas formas de rayos misteriosos los que han de quebrar las oscurecidas murallas de la vieja Palestina, las que aún permanecen erguidas, las que aún, a pesar de la enorme diferencia, soportan estoicas el impacto de la muerte y del estadillo ensordecedor con que los israelitas avanzan sobre territorio que no les pertenece, pisoteando y maldiciendo, vociferando con sus voces de cañones la tragedia, allí no habrá espacio para el sonido del arpa, nadie recordará el sonido de la flauta, David nuevamente habrá llenado sus manos de sangre, el enlutado estallido de la noche volverá y las estrellas volverán también a brillar, pero las lagrimas de todos los oprimidos que allí permanecen, seguirán siendo iluminadas por el reflejo de las luces que vomitan los cañones, nunca se detendrán, nada los detendrá, nadie lo podrá evitar, nadie lo asumirá. Esta noche no obstante, la luna ensangrentada igual brillará, mientras, a lo lejos, retorcida entre las ruinas de una antigua construcción, las manos inmóviles de un cuerpo yacen, sin memoria, sin voces cúlticas de espanto derramando una oración, sólo una sombra, una pequeña y delicada sombra de átomos infinitos vueltos hacia las constelaciones, mientras tanto, allá, en ese mismo infinito de lejanas constelaciones, las almas de quienes esparcidos como hojas sobre el polvo de la tierra fueron dejados, aguardan en silencio, esperando a sus hermanos, a todos sus hijos que en las noches de tétricas miradas extraviados se quedaron, y mientras permanecen en silencio, la luna aún no ha dejado de brillar, permanece y permanecerá solo hasta que Dios así lo quiera, antes, nadie se dormirá, todos aguardaremos, expectantes, agónicos tal vez, aunque nos cueste la vida, solo así, porque sólo así, si Dios así lo quiere, algún día volveremos a soñar, no antes.