EL REINO DE LAS BUENAS NUEVAS DE JESÚS.
Las
Buenas Nuevas, o Evangelio que Jesús predicó en la vieja Palestina, hacen referencia
al Reino de Dios, un Reino que los judíos esperaban se cumpliese en un momento
en que uno de los imperios más poderosos de la tierra, como el imperio romano,
ejercía su dominio por toda la amplitud del mediterráneo y su alrededor,
gobernando con mano fuerte y decididamente inflexible con quienes se tornasen
opositores o contendientes con aquel sistema.
Para
controlar y mantener al imperio sin ningún tipo de problemas como los
levantamientos populares, los romanos contaban con mecanismos de castigo tremendamente
convincentes, como la propia crucifixión, que no es de origen romano sino,
griego, solo que ellos, los romanos, como medio para imprimir dolor al ser
humano, la perfeccionaron, llegando a ser esta forma de castigo y mutilación, una
de las más violentas y dolorosas formas de dar muerte a los asesinos, ladrones
o revolucionarios que se levantaban para protestar contra el gobierno por ellos
ejercido. En medio de esta problemática circunstancia, Jesús tomó la iniciativa
de poner en el oído de las personas, el mensaje de las buenas nuevas, y, precisamente,
no se trataba del mejor contexto, no obstante, Él no dudó, aún sabiendo que su
mensaje produciría irritabilidad en la mente y en los corazones de los
religiosos de su tiempo, siguió adelante, lo que inevitablemente y bajo estas beligerantes
condiciones, se puede explicar entonces lo efímero de Su Vida Ministerial y existencial.
El
Evangelio, o evangelium, latín, (euaggélion en griego), son las buenas noticias,
las del Reino de Dios, por lo tanto, el predicar o exponer públicamente un
mensaje que anunciaba un nuevo reino, obviamente con un distinto rey o gobernante
al natural de los romanos, puso el mensaje de las buenas nuevas, en contradicción
con la aspiración romana. Sin embargo, no fueron los romanos propiamente tal los
que se opusieron a su predicación, ellos estaban acostumbrados a que en ese
entorno histórico, los profetas y mesías no fueran un tema de pura coincidencia
en el hecho cultural de esa sociedad, sino que, era constante la aparición de
este tipo de personajes que anunciaban diferentes mensajes basados en los
escritos proféticos, Juan el Bautista fue uno de ellos, así que por lo tanto,
para los romanos, Jesús era uno más, salvo que los religiosos de su tiempo, los
cuales, debido a convenios hechos con las autoridades romanas, al considerar y
ver en peligro sus propios beneficios, conspiraron contra Él, llevandole a la
cruz, la que finalmente le quitó la vida.
En
el mundo de los judíos del tiempo del Señor, todo estaba centrado en la
realidad del Templo de Jerusalén, el cual, en esos días, aún no se terminaba
como obra originada por el rey Herodes, aun así, la obra era magnÍfica, era
considerada una de las maravillas del mundo, aunque era solo una sombra de lo
que fue la construcción hecha por el Rey Salomón, hijo de David, y fue una de
las maneras en que este hombre, que no era de origen judío, llegó a tomar
acuerdos con las castas religiosas y sacerdotales para poder gobernar y mantener
un sistema de status quo, permitiendo que dentro y fuera del templo, se desarrollaran
todo tipo de intercambios comerciales que eran custodiados por los soldados
romanos, es decir, la religión de los judíos de ese tiempo, en vez de proteger
al pueblo que estaba siendo sojuzgado, hacían uso de todos los medios
permitidos por los romanos para enriquecerse y gozar ellos de privilegios que
Jesús, como profeta de Israel, denunció y combatió duramente a pesar de la
oposición de los religiosos y las castas sacerdotales.
Pero
el Ministerio del Señor era el cumplimiento exacto de varias profecías bíblicas,
fueron profetas como Ezequiel, Isaías, Jeremías, y otros más, muchos años
antes, los que anunciaron la llegada de este Mesías. Jesús a través de su
andar, dio muestras, señales tangibles de que Él era el que ellos aguardaban,
Él apunto precisamente a un volverse de corazón al espíritu de La Ley escrita o
Torá, Torah en hebreo, que significa, instrucción, enseñanza, doctrina, y que está
dirigida a lo que hoy llamamos el Pentateuco o cinco primeros libros de La
Biblia, y esto se debe a que en su tiempo, La Ley escrita o Torah, no era más
importante que los libros de interpretación escrito por sabios judíos como, la
midrash o el talmud, lo cual centraba el pensamiento judío en aspectos irrelevantes
desde el punto de vista de una nación con un llamamiento tan importante como el
que Dios les hizo a ellos, sumado a que en su cometido diario, no solo no había
Arca de la Alianza en el ejercicio sacerdotal, lo que era bastante grave, sino
que además, como ya es de conocimiento de todos, la religión de ese momento tenía
convenios con los romanos, lo que convertía todo aquello en algo inútil.
El
Evangelio en tanto, el de Las Buenas Nuevas del Reino de Dios proclamado por El
Señor Jesucristo, es la respuesta y la certeza de que Dios no ha olvidado a Su
Pueblo, que Su Misericordia no era un cuento, solo que ellos esperaban otro
tipo de reino, uno tal vez con poder militar suficiente como para extirpar de
ese territorio a los ejércitos de roma. Pero Jesús traía consigo algo mucho más
enorme que la aspiración judaica, Él mismo era la respuesta a todas las grandes
interrogantes y necesidades de las personas comunes y corrientes, las que, en
su realidad diaria, debían soportar el peso de un sistema político corrupto y
cruel, en donde los impuestos eran cobrados por los propios judíos, y que
mantenía a la gente de los pueblos más humildes, en una pobreza tal, que la
vida solo se limitaba a la subsistencia. El mensaje de Jesús, por lo tanto,
representa, o pretende ser, un acto liberador en medio de tanto sufrimiento, y
si bien Él proclamó este Reino a los judíos de su tiempo, inevitablemente en Su
mensaje se deja ver claramente que esta bendita promesa cumplida en Él, ahora
no se limita solamente a ellos, sino que también, a quienes tuvieran humildad para
arrepentirse y volverse de su mal camino, incluidos los samaritanos, los
propios romanos y gentiles todos.
Dios
en Cristo nos ha acercado este Reino bendito, y desea instaurarlo dentro de nosotros:
“Y
haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y
los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en
medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y sabrán las naciones que Yo Jehová santifico a Israel, estando mi
santuario en medio de ellos para siempre.”
(Ezequiel 37: 26 – 28)
Esta
era la promesa hecha al pueblo israelita, este ha sido el deseo de Dios desde
siempre, habitar con quienes son Su Pueblo, ahora, incluida La Iglesia de
Cristo, porque en Su proclamación y final demanda a sus discípulos, les ordenó
que fueran a todas las naciones, no solo a Israel a proclamar Las Buenas Nuevas
del Reino de Dios, y que enseñaran además, todas las cosas que Él les ordenó (S.
Mateo 28).
Jesús entonces, no dejó ni dejará jamás de lado absolutamente a nadie que le necesite de corazón y de alma, todos están invitados a vivir esta experiencia con Dios, la experiencia de saberse partícipes de un Reino lleno de promesas y realidades en donde el hombre puede llegar a conocer al verdadero Dios y Creador de todas las cosas, es una expectativa universal, en donde La Bondad y Misericordia de Dios, son un hecho en el acto de La Redención a través del sacrificio en La Cruz por parte del Señor Jesucristo.
Jesús entonces, no dejó ni dejará jamás de lado absolutamente a nadie que le necesite de corazón y de alma, todos están invitados a vivir esta experiencia con Dios, la experiencia de saberse partícipes de un Reino lleno de promesas y realidades en donde el hombre puede llegar a conocer al verdadero Dios y Creador de todas las cosas, es una expectativa universal, en donde La Bondad y Misericordia de Dios, son un hecho en el acto de La Redención a través del sacrificio en La Cruz por parte del Señor Jesucristo.
Si
bien en Jesús el Reino se había acercado, ahora este mismo Reino se halla
manifestado, en nuestros corazones, y en el corazón de cada persona que ha
aceptado La Soberanía de este Rey que sobrepasa en gloria y majestad, a todos los
reyes de la tierra, se trata de un Reino espiritual, de allí parte el gobierno
de Cristo, el Mesías habitando en la vida de los hombres, ignorar que El Reino de
Dios se encuentra entre nosotros no tiene sentido ya, hay evidencias, tangibles
de que Dios ya habita en medio de su pueblo, por lo tanto, a pesar de la
resistencia de los judíos de su tiempo, que no quisieron aceptar su mesianismo,
Cristo, El Señor, reina en nuestros corazones:
“Le
dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey.
Yo para esto he nacido, y para esto he venido a este mundo, para dar testimonio
a la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye Mi Voz.” (S. Juan 18: 37)
Exactamente,
para ello nació El Señor, para reinar en el corazón de los hombres, y si bien los
hombres no hemos comprendido el verdadero propósito que hay en Cristo al desear
Él habitar en nuestras propias vidas, el mensaje y la propuesta de Dios están
en evidencia, El Reino se encuentra en dinamismo, en tanto que los hijos de
Dios de este tiempo, proclamemos con nuestras vidas que Él, el que nació y vino
para reinar, está presente en lo cotidiano de nuestra existencia, porque finalmente,
es lo que Él deseó desde un principio, estar y ser parte de la vida de su máxima creación,
el hombre.
f.
navarro m.
cantautor
cristiano chileno.