La Ética del olvido en plena práctica.

Debe ser algo muy bello habitar un lugar en donde el viento ni la lluvia golpean tu morada en invierno, donde no te llueves, un lugar en donde la enfermedad simplemente no existe, y por lo tanto, no existe la muerte ni el temor a ella, un lugar de paz, un lugar en donde se puede hacer vida espiritual sin tener que lidiar con toda la mugre que nos asedia y nos rodea día y noche, sin tener que tomar tu teléfono a las 3 de la madrugada para intentar conectarte al 133 de los Carabineros, solo porque algún estúpido no deja dormir a la vecindad oyendo a todo volumen su infame Reguetón. Existe un lugar así, y ese lugar es el cielo, y obviamente no se encuentra en este planeta ni en ningún otro, es el espacio en donde vive Dios, nuestro Dios. Pero a veces me pregunto, si acaso esta misma condición de vivir en un lugar de esta naturaleza, bajo condiciones de privilegios inalcanzables para un hombre común, ¿no habrá provocado en el alma de Dios un cierto grado de indiferencia con respecto a la humanidad y sus necesidades?

Porque lo último humanamente bendito que hemos recibido aquí en la tierra de parte de Dios, se llama Jesucristo, nuestro Señor, pero eso, hace 2000 años atrás, que es bastante para una vida con tanta limitación como es la vida humana, de allí en adelante, mejor ni hablar, la mentira se apoderó del corazón de los hombres y jamás supimos en dónde quedó la verdadera Iglesia de Cristo, simplemente desapareció de la historia, porque todas las versiones que hemos conocido hasta hora, han sido simplemente invenciones humanas, intentos materialistas por querer darle a una edificación espiritual como es la Iglesia, un carácter material. Pero bueno, no podemos juzgar a aquellos que no teniendo claro, qué o cómo es La Iglesia de Cristo, han logrado unirse y hacerse fuertes frente a La Persona del Señor Jesucristo, y así crecer y seguir con mucha austeridad las enseñanzas del Maestro. Pero existe también de los otros, los leídos, los electos, los simplemente mejores, los invulnerables, aquellos que teniendo claro los conceptos, viven más preocupados del edificio físico y de todo lo concerniente a la construcción material de La Iglesia de Cristo, que de la vida de los creyentes y sus necesidades.
¿Quiénes están mal? − Juzguen ustedes mismos.
Pero con respecto a ese lugar bello y etéreo de la eternidad, pareciera ser que a veces, nuestras plegarias, no logran llegar hasta aquella habitación celestial, y desde allí, precipitar desde el corazón de Dios, algún tipo de respuesta que nos haga comprender que no estamos solos en esta batalla, y que el fundamento espiritual en el cual hemos puesto todas nuestras convicciones, está en práctica y completamente actualizado, y que por lo tanto, no siempre somos nosotros los culpables de que el mundo que nos rodea se encuentre en la condición que está, porque si hay culpables, debieran pagar por ello, porque la justicia existe, no sólo como concepto, pero la verdad, es que nunca pagan, siempre hay una cobertura sobre ellos, siempre están protegidos para que la justicia tanto humana como divina los alcance, allí debemos mordernos el alma porque pareciera que al final, los malos siempre ganan. Yo sé que muchos no quisieran hablar de esto o escuchar hablar a


Pues bien, como esta clase de meretrices y mariquitas del sistema no tienen ningún tema trascendente que transmitir, alguien debe intentar poner el cascabel al gato, aunque el tal, quede mucho más machucado que antes. Decía entonces, que esta clase de “mojones”, jamás están en conflicto con Dios, la vida o el sistema, como viven regalados sin trabajar un día a nadie, gracias a las rentas que los propios cristianos vendidos les cancelan, urgen en sus predicas a sus seguidores al gran tema de este tiempo, al tema del DINERO, EL VIL BILLETE, por el cual, decía el Apóstol Pablo, muchos ya se perdieron, por la codicia y el amor a él, pero sus palabras no han sido tomadas en cuenta, quiera Dios que él se halle descansando y no tenga conciencia de esta lacra, que Dios lo guarde, porque si existe algo que pueda definir o caracterizar a los “santos hombres de Dios de este tiempo”, es el amor al dinero, un mal que hoy día corroe el alma tanto de buenos como malos cristianos, y que al final, no los deja descubrir el verdadero propósito del Llamamiento del cual están siendo objeto por parte de Dios, porque hasta la hormiga más pequeña que hay en todo este formidable pero inteligible universo, entiende para qué o por qué existe, sin embargo, todos quienes nutren su alma de estas y otras pestes de este siglo, no alcanzan ni a tientas a comprender el gran Propósito de Dios, por ello leen lo que leen, oyen lo que oyen, siguen a quienes siguen, porque sin un “líder”, como ellos les llaman, no son capaces de ver por sí mismo las grandes verdades que el Evangelio del Señor Jesucristo trajo a la humanidad, ellos mismos no se dan cuanta que están siendo alimento para que este mundo se vuelva cada día más miserable, con su ignorancia, con su permicibidad, con aleación y actitud silenciosa frente a las injusticias que a diario comete y se nutre este podrido sistema. Es claro que en sus Centros Cristianos o matrices espirituales, jamás analizaron las razones que tuvo finalmente Dios para permitir la división del reino de Israel y su final destrucción, eso está más que claro, porque en el reino de los ciegos el tuerto es rey, así que ni siquiera hay inquietudes, ni siquiera una reflexión, porque si el gran tema de la Prosperidad material es el centro hoy día del cristianismo, y que para ello, hubo que dejar atrás el gran tema de La Justicia social, tema sin el cual, el Antiguo Testamento, lice y llanamente no existiría o no tendría sentido, estamos entonces completamente perdidos, y ni a tientas llegamos.

Pero ese es el caso de ellos, no es el mío ni de quienes tienen la película clara, tampoco vamos a escupir al cielo y pensar que tenemos toda la razón, si apenas entendemos algo, pero son los profetas que hoy día se hallan ilustrando al mundo evangélico los responsables de dar a conocer esta clase de temas, no otros sino, ellos mismos, hombres incapaces de confrontar sus dudas y sus miedos, hombres incapaces de llevar un reflexión frente al pueblo de Dios que haga cambiar los

El alcance profético entonces, ha sido alevosamente pasado por alto por quienes hoy se hallan disfrutando de la bonanza material que les brinda La Prosperidad, el siglo en cuestión, se plantea doloroso, la fuerza de la naturaleza ha despertado con una violencia formidable, mientras tanto, la vida mediocre de un cristianismo lleno de placer y absorto en porquerías, y en donde además, las necesidades nuestras no son tomadas en cuenta por los tecnócratas, inoculando a la realidad toda de la fe evangélica contra cualquier germen de reflexión que surja desde las realidades que ofrece el panorama espiritual, parecen estar claramente sentenciando a nuestras realidades, pareciera ser que lo inexorable, de un momento a otro, se hará realidad.