Un cristianismo sin contradicciones.

Pero nuestra búsqueda y nuestro amor por la causa de Cristo no culmina cuando se nos cierran las puertas de los templos, o cuando simplemente se pretende ignorar el valor de nuestro servicio a Dios, el cristianismo puede prescindir de todo esto, de hecho, lo hizo, en sus comienzos, pero hoy, cuando la comodidad se ha instalado como forma de vida dentro del propio cristiano, el templo y toda su agotadora liturgia de alabanzas, ha terminado por inmovilizar a quienes deberían en este instante, estar haciendo todo lo posible por llegar a quienes tanto necesitan de una palabra, de un afecto, de un sentimiento tal vez. Detener de este modo un movimiento que comenzó en un villorrio congregando a gente humilde y sencilla en torno a La Persona de Jesús, no ha sido cosa tan fácil, para ello, fue necesario mutar, producir una verdadera metamorfosis dentro del propio pensamiento de quienes se dejaron seducir, para abandonar finalmente, aquello que debieron haber defendido con todas sus fuerzas.
Esto es lo que tenemos hoy, con esto contamos, no sé cuántos creerán realmente que el cristianismo actual, educado para evadir circunstancias históricas, logrará revertir la condición en que se encuentra, y hará que la gente pueda entender al fin, que no es el rito ni la pertenencia a tal o a cual agrupación lo que te hace cristiano, sino, tu convicción, la certeza de serlo sin necesidad de ser representado por institución alguna, solamente porque así debemos vivirlo, sólo porque así lo concibió El Señor, lo demás, es carroña. Pero la fuerza con que las grandes instituciones humanas pretenden ahogar el grito de libertad que proclama el Espíritu Santo desde la profundidad del alma del cristiano, nos hace dudar a veces, nos hace creer que estamos demasiado solos como para dar una lucha y querer enfrentarlos, así, muchos desertan, muchos vuelven sus espaldas a Dios y se entregan, se cansan, olvidan el principio que mueve nuestra fe, olvidan que una fe como la nuestra, jamás se debe doblegar a las pretenciosas y siempre corruptas intenciones del alma humana, aunque ellos hayan dado incluso, algunos indicios de su poder, devastador a veces, con la propia vida humana, con la dignidad de los que fueron el centro de la obra y del mensaje de Cristo.

Es probable que el protestantismo entonces haya nacido alguna vez para mejorar lo que otros echaron a perder, no voy a contradecir semejante verdad, histórica por lo demás, es probable que la honestidad haya sido parte de quienes pretendieron revertir la condición de una humanidad a la que se le negó una interminable lista de verdades y valores espirituales, como la Justificación por la Fe, en tal condición, podemos acceder a la historia y comparar, de qué modo realmente los primeros cristianos protestantes llevaron a cabo semejante iniciativa, la historia, en tal sentido, no ofrece lados oscuros al respecto, al contrario, detalla la condición decadente y vergonzosa del cristianismo imperante, frente a lo cual, Lutero, el gran reformador, no tuvo miedo en confrontar y dar una de esas luchas que rayan en lo heroico. Pero no fue sólo Lutero quien debió tomar tal decisión, otros en la historia también fueron capaces de pararse contra el sistema y declarar el mensaje de Dios para ese momento, así aparecen los profetas, los apóstoles mismos, el apóstol Pablo, los cristianos que murieron en las catacumbas, Los Cátaros, Los Valdenses, gente como ésta, no se quedó indiferente frente a la realidad, ninguno de ellos esperó que algún día las cosas cambiaran, por el contrario, ellos hicieron todo lo que pudieron para que, precisamente, los cambios ocurrieran, aunque ello haya significado destierro, sufrimiento, muerte, la conciencia de cada uno de ellos estaba demasiado despierta como para cambiar el rumbo de sus actos. Así fue como nació el protestantismo, ese es el verdadero y único origen de él, no hay otro, debía ocurrir lo que ocurrió, para que las condiciones del acto salvífico, fuesen y estuviesen al alcance de quienes realmente lo necesitaban. El cisma se hizo real, no era sólo un grupo de personas, no era sólo un pequeño rebaño atado de manos y pies, eran muchos los que gemían y clamaban, tanto como para que la Noche de San Bartolomé se hubiese teñido con la sangre de los mártires.

Hoy sin embargo, el protestantismo ha callado, ha enmudecido, ha mutado, ya no tiene por qué protestar, tiene lo que necesita, leyes que le protejan, reductos en donde expresar libremente su fe sin que nadie los persiga por ello, filiación con el Estado, amistad con el sistema, de este modo, el único beneficiado con tal situación, no es el hombre que aún padece en su problemática diaria de vida, sino, todos aquellos que nunca dieron algo importante de sus vidas y de su tiempo para que el mundo en que vivimos, fuese distinto. ¿Y para qué podría ser distinto? ¿Será ésta una inquietud del cristianismo actual? Es que las condiciones actuales para ejercer la fe cristiana, carecen en el día de hoy, de contrariedades, es más, no hay para qué hacerse problema, ¡eso no te dejará dormir por las noches!, ¡además, ya te lo han dicho!, “Dios es un Dios de paz”, y si Dios es un Dios de paz, ¿por qué permite entonces la guerra? El problema ahora se convierte en una lucha de convicciones, es que cuando alguien no tiene nada importante que decir, no sufrirá jamás sobresalto alguno, es el cristianismo de las costumbres, de los ritos, de la corbata, de los TE DEUM, de la mediocridad, de las JERARQUÍAS, de las CASTAS, de las CONVENIENCIAS, de la negación absoluta de la verdad.

Ser cristiano en este tiempo, nos hace ser entonces, seres inofensivos, sensuales e hipócritas, convencidos que el peor enemigo del alma humana, no es ni será jamás capaz de permear la vida del cristiano común, solo porque su atuendo dice que es cristiano, aunque la forma en que ha construido su mundo interior, carezca de revelación e inspiración divina. En tal condición, para sobrellevar semejante realidad, no es necesario tanto contacto con La Palabra de Dios, el cristiano en cuestión, puede eximirse, La Torá, Los Profetas, el mensaje apostólico, el histórico, el contextual, el escatológico, sólo representan ciertas figuras que jamás podrán impedir que un cristiano, saturado de gozo y de alabanzas, deserte de tal condición para que vea la pobreza y miseria espiritual en la que se encuentra. No hay renglones, no hay textos oscuros, no hay revelación, el espíritu del ecumenismo logró desentender a los protestantes de su verdadera vocación, y allí los tiene, celebrando, de fiesta, una interminable y agotadora oferta de cantos predecibles tomando el lugar de La Palabra.
Sin embargo, aunque parezca una locura, aún deben quedar los que no descansan hasta que Dios les responda, aunque tambaleen sus piernas, aunque la noche se haga

El cristianismo verdadero ahora, debe migrar, no puede aceptar que se antepongan

Mientras tanto, aquí permaneceremos, hasta que las fuerzas ya no queden en nuestras entrañas, no vamos a permitir que este mundo, con toda su condenada tragedia de maldad nos vuelva silencio, si somos capaces aún de gemir, si somos capaces aún de hacer oraciones, de creer, de perseverar, de defender las convicciones, aún sin ligaduras eclesiásticas, aún sin techo que cobije nuestras creencias, es porque el tiempo aún no ha llegado. ÉL, no obstante, VOLVERÁ, pero no porque ello solo sea parte de nuestras creencias, como piensan muchos, sino, porque ÉL LO PROMETIÓ, Y POR TANTO, CUMPLIRÁ.