La Nueva Esclavitud


De esta forma eran trasladados a diferentes lugares en donde se les ofrecía públicamente y a modo de mercadería, quedando bajo la custodia de quienes compraban su libertad y los utilizaban como herramientas de trabajo. La raza negra supo de esta realidad, aprendió, con el paso del tiempo, a sobreponerse al egoísmo de seres humano que sólo por una cuestión de color de piel, humilló, y aún sigue humillando con su conducta retrógrada a quienes no sólo tienen diferente color de piel,

Pero cuando hablamos de esta nueva esclavitud, la cosa se pone un poco más compleja, primero, porque en nuestra conciencia permanece aún latente la antigua idea que se nos ha enseñado e inculcado desde niños, de que la esclavitud ya fue abolida, y segundo, porque como veremos, esta esclavitud moderna, si bien subyuga al hombre en cuestión, no le priva de nada, en tales circunstancias, la persona acepta y no lucha, es decir, acepta sin cuestionamiento la forma de esclavitud que le impone el sistema en el cual



Pero la nuestra, es una sociedad que no quiere ni desea hablar del pecado ni de sus esclavitudes, el tema es bastante incomodo, incluso se le relaciona solamente con predicadores, pastores, sacerdotes, etc., pero nunca con actores de la vida cotidiana, y es que la palabra pecado suele a veces provocarnos cierto recelo, no obstante, y a pesar de nuestra evasiva actitud frente a ella, pecado significa simplemente, “errar el blanco”, es decir, “no hacer lo que nos corresponde”, no dar en el punto exacto, pero en el contexto en que vivimos, tendríamos que decir que pecado es, cuando por ejemplo nuestros padres nos mandaban a comprar al negocio de la esquina y nos quedábamos con el vuelto, eso es pecado, como también es pecado mentir, robar, levantar falso testimonio, es decir, hablar mal de un hermano, como también es pecado cuando gente del o vinculada al gobierno, utiliza los recursos materiales o humanos, destinados a ir en ayuda de los más desposeídos, que no son pocos en nuestro país, en campañas políticas. Por ello existen los pecados nacionales y los individuales.

La Biblia afirma en el libro de Romanos, “que todos hemos pecado”, cual más cual menos, todos, incluso los Apóstoles del Señor, María, la madre de Jesús, todos los santos entronados por Roma incluyendo a los papas muertos y al que hoy día gobierna lo destinos de Roma, todos hemos en algún momento disfrutado del extraño y perverso placer que nos produce el pecado en alguna de sus múltiples y excitantes formas.
Lo judíos del tiempo de Jesús, si bien afirmaban ser hijos de Abraham y de estar siguiendo los preceptos de la Ley, mentían cuando decían que ellos nunca habían sido esclavos de nadie, su orgullo nacional los privaba de reconocer que en su historia se encontraban pasajes realmente elocuentes en lo que respecta a la esclavitud, como su estadía por más de 400 años en la tierra de los egipcios, por ejemplo nada más, también estaba la invasión Persa, la Babilónica, la Griega, y en ese mismo momento, la Romana, es decir, a la declaración de Jesús en cuanto a la verdad que liberta, primeramente mentían, Jesús sabía que estaban mintiendo, Él no ignoraba lo que había en sus corazones, pero de la esclavitud que el Señor quería hablarles, no era de origen histórico como ellos pretendían transformar la afirmación de Él, ésta, era de origen espiritual, y en cuanto a eso, en nada, pero absolutamente en nada nos diferenciamos a ellos, somos una


Pero el pecado, sí, el pecado, con todas sus variables y palpables esclavitudes, está enquistado sin lugar a dudas en nuestra sociedad, en nuestra vida diaria, en nuestros hogares, en nuestros colegios, en nuestras iglesias, en nuestro parlamento, en los programas de televisión sin contenidos valóricos, en la justicia, cuando hace oídos sordos a quienes claman día y noche por solución a sus demandas, en nuestras autoridades, en nuestras Universidades, en nuestro modelo económico, etc., a modo de hedonismo, materialismo, ateísmo, sincretismo, indiferencia, consumismo, injusticias sociales y laborales, en la falta de amor para ponernos en el lugar del que sufre, y un sin número de otras perversiones más que representan, patéticamente, la condición espiritual, moral y ética de una sociedad que práctica y sistemáticamente rechaza a diario, la oferta generosa y misericordiosa de un Dios que no ha quitado la mirada de su máxima expresión de su eterno amor en toda la creación, como es el hombre.

En tales condiciones, si el ofrecimiento de Jesús, y de ser Él nuestro libertador para dar solución a todos nuestros males, pensemos bien en lo que vamos a decir, reflexionemos antes, no sea que vayamos a replicar lo mismo que dijeron los contemporáneos de Jesús, lo cual sería un descaro de este porte. Así que, basta de lloriqueos, a ponerse en pie, así como promovemos campañas para ayudar a los niños de la Teletón, a limpiar nuestras playas, a mantener limpio el ecosistema, hagamos campañas para dejar, o por lo menos a disminuir ostensiblemente nuestra inclinación al pecado, tomando decisiones individuales desde luego, ayudaremos a mejorar en parte lo enferma que se encuentra nuestra sociedad.

La respuesta la tiene cada uno, no los grandes interpretes del gozo, no los grandes exponentes de la predicación actual, no los grandes representantes de organizaciones religiosas en donde la experiencia con Cristo casi no existe, nosotros en forma individual y con lo que Dios nos ha dado, tendremos que asumir el Llamamiento que Dios nos está haciendo, si no somos capaces de romper las cadenas que nos atan al sistema, cómo podremos hablarles de libertad a quienes viven en la llamada, Esclavitud Moderna?